El ahora del Jota

Ahí, tendido boca arriba en esa cama calentita, el Jota se olvida del barrio y de su trabajo. Del hambre, de los palos, de la calle. Hasta del Rana y el Pelusa se olvida. Para el Jota tendido boca arriba con la lengua de la gringa sobándole la pija, no hay antes ni después. Y en el preciso momento en que larga una tracalada de leche tibia en la garganta de esa pendeja hermosa, no hay más que ahora. Y el Jota acaba con los ojos cerrados y piensa «Yo me la juego, total… ¿qué puede salir mal?».