Otros hermanos

El padre del Jota no le había dado hermanos. Le dio muchas cosas que el Jota no pidió y que dejaron cicatrices adentro y afuera, aunque ningún hermano. Pero en la calle, los hermanos no nacen de la misma concha. Y el Jota tenía dos hermanos inseparables, el Rana y el Pelusa. Estaban juntos desde que ninguno de los tres alcanzaba la mesada de las despensas y tenían que estirar el cogote para pedir caramelos. Cagadas, les daban, no caramelos. Pero cuando alcanzaron las mesadas de las despensas, los tres hermanos empezaron a llevarse los caramelos sin pedir. Caramelos, puchos y lo que hubiese en la caja, se llevaban. Sin pedir se lo llevaban.

El Jota es el hermano mayor. No por edad, simplemente porque es el que se las banca. Es extraño cómo es de diferente en la calle. No hay fechas de nacimiento, ni documentos, ni siquiera alturas. La primera vez que alguien quiso pasarse de vivo con ellos fue el Jota el que saltó a los roscazos. El Rana y el Pelusa terminaron lloriqueando en un rincón. El Jota, en cambio, terminó con un ojo en compota y dos dientes menos. Listo. Hermano mayor. Eso y héroe es más o menos lo mismo en la calle.

Así que el Rana y el Pelusa son incondicionales con el Jota. Y ahora que son todos más grandes, que ya repartieron y recibieron, el Rana y el Pelusa no se quedan lloriqueando en un rincón. De ser necesario, el Rana y el Pelusa se paran frente la bala del Jota sin dudarlo. Y fue necesario. Y el Rana lo hizo.

El Jota sabe que a un hermano no se lo venga por justicia ni mierda como esa. A un hermano se lo venga por rabia. Por gusto. Por necesidad. Porque hasta que no ves las tripas del que mató a un hermano no podés dormir. Es así. Punto.