Juan Cruz cuida de su hermana como cualquier hermano. Se preocupa por ella. Quizás es por lo único que se preocupa Juan Cruz. Y Mica tiene debilidad por ese vago inútil que tiene de hermano. Vago, si. Inútil, más o menos. Hay que ver. Porque Juan Cruz no sirve para mierda, pero se las ingenia para usar el apellido y los contactos del viejo para hacer mucha plata. Porque será un inútil, pero se dio cuenta de que a los autos de los hijos de coroneles no los controla la policía. De ahí a hacer montañas de plata hay un paso.
Mica mira la tele y se le cierran los ojos. No es que la película sea aburrida, es que no durmió un carajo. Y entonces, Mica se amodorra y se refriega en el pecho de Juan Cruz como un gatito. Juan Cruz le acaricia el pelo con cariño. Y Mica se siente protegida. Se siente querida. Se siente como siempre quiso sentirse. Juan Cruz le acaricia el pelo y ella cierra los ojitos. Mica se duerme pensando en que eso debe ser lo más parecido a la felicidad.
—Mica… —comienza a decir Juan Cruz, pero después no dice nada.
Juan Cruz hace resbalar su mano desde el pelo rubio a la cintura desnuda. Por debajo de la remera del pijama de Mica, Juan Cruz sube la mano. Y la mano encuentra la teta joven y firme. El pezón parado. La mano de Juan Cruz reconoce el pezón duro y mira a Mica a los ojos. Mica, los ojos cerrados. Juan Cruz, la pija dura como piedra.