Mica

La primera vez que vio su imagen en la pantalla se sintió sexy. Se le pusieron como piedra los pezones y mojó la bombacha.

Ahora ya no.

Ahora ya le da lo mismo.

Es verano. Mica desayuna licuado de frutas en el verano. Dos vasos prepara, uno solo para ella. El otro se lo toma Juan Cruz cuatro horas más tarde, cuando abre el ojo. Un vago de mierda Juan Cruz. Vago y malcriado. Malcriado por la madre y por Mica por igual.

Mica se hace llevar bien temprano al colegio. Por el chofer de su padre se hace llevar. Sus compañeras ya están cuando llega, son todas unas tilingas igual que ella. Las chicas Kosiuko les dicen, porque en ese colegio hasta las monjas usan Kosiuko. El Coronel no podía sino mandarla a un privado de monjas. Para que crezca derecha la manda. Como si no hubiese cogido alumnas de esos colegios cuando joven el Coronel. Un boludo el Coronel, pero rápido para la reglamentaria.

Cuando no está en el colegio o en el shopping, Mica está en su habitación. Mica es dueña y señora de su habitación. No entra nadie si Mica no lo deja entrar. Y pocos entran. La mucama, su madre, Juan Cruz y muy, pero muy de vez en cuando el Coronel. Y ahora el Jota.

—Vengo mañana —dice el Jota.

—Venís cuando te llame —contesta Mica.

—Llamame… —suplica, muy a su manera, el Jota.

—Te llamo —dice ella, y lo ayuda al Jota a saltar desde la ventana a la enredadera.

Mica y el Jota hacen una inusual pareja. Una pareja que solamente es pareja en ese cuarto. Cuando Mica le lame las bolas. Le lame las bolas y le mete un dedo en el culo. El Jota nunca va a decir que le gusta que Mica le meta el dedo en el culo. Son pareja cuando el Jota le acaba en la boca. Le acaba sorprendido de que Mica se deje. Y Mica no escupe. Mica traga.