A Andrés Rivera.
Escuchó que lo llamaban pero se hizo el sota. Sabía que tarde o temprano iba a tener que pasar a vacunarse. No es que tuviera miedo. O si. No estaba seguro. Pero simplemente no tenía ganas de ser pinchado hoy.
Todavía tenía el calzoncillo mojado. Escapó corriendo de la pieza de la gringa y tiró el forro antes de que la última gota saliera.
Linda la gringa. Un hermano, madre y padre. Ama de casa la madre de la gringa. Linda y fuerte como la hija. Coronel con guita el padre de la gringa. Rápido para la reglamentaria el Coronel. Orejas aguzadas el Coronel.
Hacía menos de media hora de eso. Y ahora estaba apoyado contra la pared mugrienta del colegio, haciéndose el sota para que no lo vacunaran. Creía que si aguantaba lo suficiente los municipales con cara de bragueta lo dejarían tranquilo. Por aburrimiento o fastidio, lo mismo daba.
—¡Peralta! —lo llamaron por última vez.
Salió al patio del colegio y prendió un armado. Hacía frío y el pulóver había quedado en la pieza de la gringa.
Linda la gringa.
Cómo chupaba la gringa.
Sus compañeros volvían al aula frotándose los brazos. Tampoco tenía ganas de tener clases hoy. No tenía ganas de nada, en realidad. Solo de volver a esa pieza tibia y perfumada. A esas sábanas limpias. A ese culo rosado que había estado trajinando toda la mañana. Petisa la gringa, pero con un culo y unas tetas que ponían los huevos como manzanas. Sabrá Dios por qué le gustaban los negros flacos con zapatillas sogueadas a la gringa.
Saltó la tapia del colegio con la misma facilidad con la que hubiese podido salir por la puerta de calle. Con la colilla del armado apretada entre los dientes, se restregó las manos en el jean para calentárselas. Después las metió en los bolsillos. Fumar armados sin manos era difícil, pero lo había aprendido hace mucho. Chupar, morder, soltar el humo por la comisura de la boca. Repetir.
«Mejor busco el pulóver», pensó en voz baja. O se dijo a si mismo, daba igual. Tiritó casi como para que no sonara a pretexto. Soltando el humo de la última pitada enfiló para el barrio de la gringa. Ya tenía los huevos como manzanas…