Precuela

—Cogeme por el culo.

Esas cuatro palabras le retumbaban en la cabeza y no lo dejaban pensar.

Colgado del pasamanos del colectivo, todavía tenía un bulto en la entrepierna que rompía el pantalón. La boca abierta y seca, la respiración agitada. No lo había soñado. Estaban debajo del puente Santa Fe después de un baile de La Barra cuando lo dijo.

—Cogeme por el culo.

Acababa de sacar la lengua del culo rosado y tibio cuando la gringa se lo pidió. La gringa le pidió, le ordenó, cogerla por el culo y él no pudo. Estaba hecho un boludo.

—No fue cagazo —se dijo a sí mismo. Se lo dijo al Rana, se lo dijo al Pelusa—. Mirá si el Jota Peralta va a tener cagazo de romperle el orto a una minita —les dijo. Y se lo repitió mil veces para convencerse.

—Dale, metela.

No podía pensar en otra cosa. Ni en el bloc rayado inmaculado sobre el pupitre ni en la vieja de literatura hablando de no se qué gallego muerto.

—No entra, boluda…

Se hizo el enfermo y lo dejaron irse a la casa. El Jota se enfermaba tres días a la semana y a las profesoras les importaba un sorongo.

El Rana, el Pelusa y el Jota esperaban a los chetitos que iban a vender porros a la salida del Monserrat. Siempre eran iguales. Siempre pendejos. Siempre boludos. De vez en cuando, había uno más o menos vivo. Duraba poco vendiendo ese.

Cuando se iban, el Rana, el Pelusa y el Jota los seguían un par de cuadras. De cerca los seguían. Callados los seguían. Y en cuantito se descuidaban, les caían encima con los filos de punta.

—Hay que tajearlos arriba el codo —les habían enseñado. Y habían aprendido bien el Rana, el Pelusa y el Jota—. Sueltan todo los caretas cuando les abrís el brazo.

Con los trescientos y tantos en el bolsillo del pantalón, cada uno salía disparado para un lado distinto. Son fáciles los chetitos. Se hacen los gángsters, pero son una manga de cagones.

El Jota siempre reparte la plata. Le toca a él porque es el único que sabe hacer las cuentas. Con los cien que se había ganado laburando de lo que él laburaba se compró un celular. Un celular con tarjeta. Un celular con tarjeta y linterna. Para mandarle mensajitos a la gringa se lo compró. Y para que la gringa se los mande a él.

«J, nos vemos esta noche, mica».