Capítulo 19

—¿Qué estaba haciendo ahí fuera?

—No lo sé. ¡Se me hace muy raro que pensase que era verano! ¿Por qué no se ha despertado aún?

Las voces me sonaban. Me ardía la palma derecha. De hecho todo me ardía, ardía un montón.

Alguien puso algo caliente y pesado encima mío. Me dolió por todo.

—Se pondrá bien —dijo una mujer—, solo necesita descansar.

—¿Necesita descansar? —Me pareció que era Seth, pero no sonaba igual. Tenía un tono de voz distinto—. Estaba azul cuando Leon la trajo.

¿Leon me trajo? ¿De dónde? ¿Por qué había estado azul? Lo de azul no sonaba muy bien.

—Esta chica tiene suerte. Unos minutos más y habría perdido un dedo o dos, pero está bien —dijo de nuevo la mujer, notablemente irritada—. No podemos hacer nada más.

Espera ¿Qué demonios? ¿Perder dedos?

Oí cómo se cerraba una puerta, y la cama se hundió a mi lado. Alguien me apartaba el pelo de la cara. Seth. Intenté abrir los ojos, pero los sentía muy pesados.

—¿Dónde dijo que iba cuando salió de la cena?

Mi corazón se aceleró al reconocer la voz de Aiden. ¿Por qué no podía abrir los ojos? ¿Y por qué estaba tan cansada?

—Dijo que iba a entrenar —respondió Seth.

—¿Y la dejaste ir sola? —Ese era mi tío. Solo él podía sonar tan frío y disgustado pero refinado al mismo tiempo.

—No soy su niñera —soltó Seth—. No quería que fuese con ella.

—Álex no debería vagar por ahí sola —la voz de Aiden estaba llena de odio—. Mierda, ya debería haber aprendido.

Seth resopló.

—Aunque Álex tienda a tener un comportamiento estúpido, dudo seriamente que sea la responsable de esto —dijo Aiden.

Joder, gracias, pensé medio en sueños. Deseé que se callasen todos para así poder volver a dormir. Cuando estaba dormida no me ardía todo.

—No iría dando saltitos por un laberinto vestida como si estuviésemos en pleno verano y acabar a punto de morir de hipotermia —continuó Aiden—. Alguien le ha hecho esto.

—¿Estás sugiriendo que ha sido una compulsión? —Seth bajó la voz—. Ya sabes que los puros tienen prohibido usar compulsiones con los mestizos que no están esclavizados. ¿Podría haberse atrevido alguno?

—¿Tú que crees? —preguntó Aiden.

—Creo que voy a matar a alguien —respondió Seth como si nada.

Marcus suspiró.

—Hablaré con el Patriarca Telly a primera hora de la mañana. Me aseguró que aquí no pasaría nada.

Continuaron hablando unos minutos más, aunque sus voces se iban haciendo más y más lejanas según iba cayendo en una feliz inconsciencia donde no me dolía nada. Me desperté un poco después, temblando sin control. Cuando abrí los ojos, la habitación estaba oscura y en silencio.

Intenté levantarme para coger una camiseta, pero mis músculos no querían cooperar. Gimoteando, volví a tirarme sobre el duro colchón y deseé que una maravillosa manta calentita apareciese de la nada. Era una pena que no tuviese poderes así.

De repente, la cama se movió y una sombra oscura se inclinó sobre mí. Si no hubiese sido por sus brillantes ojos amarillos, habría gritado.

—¿Cómo te encuentras?

—Tengo frío —dije entrecortadamente.

—Te han traído más mantas. ¿Sigues teniendo frío?

—Ahá —estaba tiritando. Oí suspirar a Seth y sentí sus manos metiéndose por debajo mío, poniéndome de lado—. ¿Qué estás haciendo?

—Calentándote, que ya te hemos puesto todas las mantas habidas y por haber —me puso contra su pecho y me rodeó con los brazos—. Wow, estás helada como un polo.

Cerré los ojos.

—No era esto lo que tenía pensado.

Puso la barbilla sobre mi cabeza.

—¿Se te ocurre algo mejor?

—Sí, ir a por más mantas.

—Eso no sería tan divertido ni de lejos.

No respondí porque, para ser sinceros, Seth estaba muy caliente. Caliente en el sentido literal y platónico de calor corporal. En ese momento entrelazó su piernas con las mías y abrí los ojos de golpe.

—¡Seth!

—Solo me estoy asegurando que te estás calentando. ¿Funciona? —Seth movió los brazos bajo la manta, poniendo una mano sobre la curva de mi cadera.

Me mordí el labio. Sí, me estaba calentando.

—¿Álex?

—¿Sí? —Me moví incómoda pero me paré en cuanto la mano de Seth se tensó en mi cadera.

—¿Qué estabas haciendo esta noche en el laberinto, casi sin ropa?

—¿Cómo? —grité.

—¿No… no te acuerdas? —Seth metió la mano por dentro de mi camiseta—. Tienes la tripa helada.

Y su mano estaba realmente caliente. Me dije a mí misma que esa era la razón por la que no le había partido el brazo.

—No, no sé de lo que hablas.

—Vale. ¿Recuerdas haber hablado conmigo después de cenar?

Vaya pregunta más estúpida.

—Sí.

—¿Fuiste a la sala de entrenamiento?

—Sí.

—¿Qué pasó después, Álex?

—Estuve entrenando un poco con el maniquí y luego… —arrugué la frente. Y luego, ¿qué? Recuerdo haber ido hacia una esquina y ponerme la sudadera—. Se fueron las luces.

—¿De la sala de entrenamientos?

Asentí, concentrada. La memoria se me iba escapando, como una palabra perdida en la punta de la lengua.

—No lo sé.

Seth se puso tenso.

—¿No recuerdas nada más?

Había un enorme hueco en blanco donde no había nada. Me puse de espaldas, aunque solo podía ver sus ojos en la oscuridad.

—¿Puedes ayudarme con qué me pasó?

—Pues esperaba que pudieses hacerlo tú, Álex. No sabemos qué pasó. Leon encontró tu sudadera y tus zapatos al principio del laberinto. Obviamente eso le preocupó y te encontró ahí tirada en el suelo, medio congelada.

—¿Qué? Yo no he hecho eso —moví la mano y la puse sobre la suya. Se estaba moviendo demasiado hacia arriba—. Bueno, no recuerdo haber hecho eso, y la verdad es que suena bastante estúpido.

Seth me pasó sus dedos sobre las costillas.

—¿Recuerdas haber hablado con algún puro?

—No. No recuerdo nada después de que se fuera la luz —hice una pausa y sentí ciertas náuseas al comprender por dónde iban las sospechas de Seth—. ¿Crees… crees que un puro usó una compulsión?

No respondió inmediatamente.

—Sí.

—Pero eso no tiene sentido. ¿Por qué un puro me haría caminar por el laberinto? De todas las cosas que me podría obligar a hacer y… —cerré la boca. No tenía ni idea de lo que el puro me había obligado a hacer. Igual caminar por el laberinto era solo una parte. Podría haber pasado cualquier cosa. La sensación de no tener ni idea de nada me dio náuseas. Una compulsión era una violación, simple y llanamente. Dejaba sin voluntad a una persona y sin capacidad de decir que no.

Era una violación de la mente.

¿Pero por qué no podía recordar qué había pasado? Únicamente me lo habían hecho una vez y fue cuando Aiden me hizo dormir la noche que me encontraron en el almacén. Lo recordaba todo.

—¿Álex? —Seth sacó la mano de debajo de las mantas y me cogió la cara. Mi tripa la echó de menos—. ¿Te acuerdas de algo?

—¿Crees que me obligaron a olvidar la compulsión? ¿Es eso posible?

—Es posible. Las compulsiones no tienen límites.

Tragué.

—Llevaba algo de ropa puesta, ¿verdad? ¿Solamente me faltaban los zapatos y la sudadera?

—Sí —su voz sonó tensa—, creo que lo mejor será que no vayas nunca sin que te acompañe alguien, Álex. Sé que odias la idea…

—Me dejaron fuera para que me muriese de frío —dije paralizada al darme cuenta de la situación—. Estaría muerta si Leon no me hubiese encontrado.

—Como ya he dicho, creo que lo mejor es que no vayas sola a ninguna parte.

Tenía ganas de pegarle a alguien. También quería llorar. No me gustaba la sensación de impotencia, de no saber nada. Respiré hondo y solté el aire lentamente.

—Quiero saber quién es el responsable.

—Lo descubriremos. Confía en mí. Pero ahora tienes que descansar.

Dormir no era una opción válida en estos momentos, pero Seth se puso boca arriba para ayudarme. Yo estaba demasiado metida en mis pensamientos como para protestar por ello. Puse la cabeza sobre su pecho mientras miraba hacia la oscuridad.

A pesar de su silencio, sabía que Seth tampoco durmió nada esa noche.

Un día después, tras unas horas de entrenamiento, vinieron unos Guardias del Consejo y dijeron que el Patriarca Telly quería verme. Estaba claro que solamente se había requerido mi presencia, pero Seth se negó a apartarse de mi lado.

La sesión del Consejo había hecho una pausa para comer y nos llevaron a un despacho decoradísimo en el edificio del Consejo. Nunca había visto tantas cosas doradas juntas. Estaba también presente lo que quedaba de mi familia: Marcus y Lucian. Estaban sentados en dos lujosas sillas de cuero. Yo decidí quedarme de pie, y Seth se puso justo detrás de mí.

Telly estaba mirando por una ventana redonda, con un vaso de vino tinto en la mano. Se giró y su mirada se dirigió directamente tras de mí, hacia Seth.

—Señorita Andros, lamento haber interrumpido el entrenamiento, pero quería expresar mi más sincero alivio al ver que un evento tan desafortunado no ha ocasionado ninguna lesión permanente.

No sonaba sincero.

—Alguien usó una compulsión sobre mí —dije—. No consideraría eso un evento desafortunado.

—Estoy de acuerdo —dijo Lucian—. Mi hijastra no suele inventarse las cosas.

Telly se apartó de la ventana, con los ojos fijos en mi padrastro.

—Eso espero, pero puedo asegurar que no hay nadie aquí que sea tan atrevido como para usar una compulsión en un invitado mío.

—¿Qué está sugiriendo entonces, Patriarca? —preguntó Marcus. Hoy iba vestido con un traje azul oscuro. Mataría por ver a este hombre en vaqueros.

—Tengo la misma curiosidad que todos por saber cómo la Señorita Andros acabó en ese aprieto —dijo Telly—. Tengo a mis mejores Guardias investigando la cuestión. Quizá ellos descubran qué ocurrió en realidad.

—Lo dice como si de algún modo yo fuese responsable de lo ocurrido —dije, ganándome una mirada anodina por parte de Telly.

—Sé que somos poco estrictos respecto al tema de la bebida —Telly dio un sorbo al vino—. ¿Bebiste algo durante la cena?

Abrí la boca de par en par.

—¡No estaba borracha!

—Alexandria —Marcus movió la cabeza en mi dirección. Se giró hacia el Patriarca y sonrió educadamente—. Doy fe de que Alexandria no bebió nada durante la cena.

—Ummmm. ¿Y después? —preguntó Telly.

—Yo hablé con ella justo después y se fue directamente a la sala de entrenamiento —se notaba claramente el malestar de Seth por todo esto.

Telly levantó las cejas.

—Tú la encubrirías, ¿verdad? Ya que ella es tuya y vuestros destinos están íntimamente ligados.

—Yo no…

—¿Me está llamando mentiroso? —Seth me cortó, y su malestar pasó a ser enfado.

Lucian se puso de pie y se alisó la toga.

—Patriarca Telly, confío en que está llevando esta cuestión en serio. Si no, no puedo aceptar que Alexandria siga aquí.

—Tiene que dar parte al Consejo.

—También tiene que estar a salvo, y esa es la prioridad —respondió Lucian—, no su testimonio.

Telly volvió a beber, mirándonos a Seth y a mí.

—Por supuesto que me tomo su seguridad muy en serio. Después de todo, ella es toda una rareza, y no queremos que nada le pase a la preciada Apollyon del Consejo.

La preciada Apollyon del Consejo —maldije, quizá más fuerte de lo que debería. No habían sido las palabras de Seth, pero él era el único blanco que tenía. Me esquivó de milagro—. Pues esta «preciada Apollyon» va a meterte el pie por…

Seth me cogió el puño.

—Álex, tranquilita, ¿eh? Que si no, lo dejamos. No sé por qué he aceptado pelear contigo si estás en este plan.

Di un paso atrás y me sequé la frente con el brazo.

—Me da asco su forma de hablar, la forma en que nos mira, como deseando poder desintegrarnos.

—Y no deberías entrenar tan duro —Seth siguió como si no me hubiese escuchado—. Hace nada parecías un cubito de hielo. Tienes que tomártelo con calma.

—Deja de tratarme como a una cría. Me siento estupendamente —no era mentira, a pesar de que el viento helado que pasaba me estaba sentando un poco mal.

Seth suspiró. Se estaba volviendo todo un profesional suspirando. Este significaba «A veces no sé qué hacer contigo».

—Y además odia a los mestizos. ¿Lo sabías? —continué diciendo mientras lanzaba una feroz patada hacia atrás. Seth la esquivó—. Me lo dijo Aiden. ¿Sabías también que le encantaría esclavizar a todos los mestizos? Hasta Lucian cree que le gustaría ver que todo vuelve a ser como en los viejos tiempos. Cabronazo, estúpido hijo de…

Seth me cogió de los hombros y me agitó un poco.

—Vale, ya lo pillo. Odias a Telly. ¿Sabes qué? Todo el mundo le odia, pero controla todo el Consejo, Álex.

Me costaba respirar ese aire tan frío.

—¡Ya lo sé!

Sonrió.

—Mientras él controle al Consejo no va a cambiar nada. La Orden de Razas seguirá igual. Como mucho, si cambia algo para los mestizos, será a peor.

—Oh, bueno, eso me hace sentir mucho mejor. Gracias.

—Pero… pero escúchame, Álex —en su cara se comenzó a reflejar cierto entusiasmo—. Cuando Despiertes, podremos cambiar al Consejo. Tenemos partidarios, Álex. Gente que te sorprendería —me quitó un mechón de la cara.

Le aparté la mano.

—No me toques. No necesito que me aparezcan más runas mágicas que nunca se van.

Seth apartó la mano, sonriente.

—¿Aún no se ha ido?

Le planté la mano en la cara.

—¿Sigue ahí?

—Síp.

—No tienes por qué parecer tan contento —me di la vuelta y paré. Teníamos compañía.

Cross, Will y Tetas estaban al otro lado del campo. Will llevaba una neverita en la mano.

—Se nos ocurrió que quizá os apetecería algo de beber, ya que os perdisteis la fiesta.

Seth empezó a charlar con ellos mientras yo me dedicaba a juguetear con el cordón de mis pantalones. Esas «bebidas» no eran más que botellines de tinto de verano barato, del que Caleb y yo nos habríamos reído, pero tenía tanta sed que no me quejé. En cuanto Seth se calló lo suficiente para que otro pudiese hablar, Will me empezó a acribillar a preguntas sobre las peleas contra daimons que había tenido. Cross me lanzaba miradas llenas de admiración, distintas a las que me echaban en Carolina del Norte. Ninguno de los de aquí conocía toda la historia que rodeaba mi ascenso a la fama, o mi caída en picado hasta tocar fondo. Prefería dejarlo así. Me relajé sobre la roca, bebiendo tranquilamente mientras respondía a sus preguntas.

—¿Y cuántas veces te marcaron? —preguntó Cross con dos botellines en la mano.

Will se giró hacia su compañero.

—Tío, eso no se pregunta. Bocazas.

Me quedé helada. Sin querer, había dejado mi cuello a la vista al echarme el pelo hacia atrás. Me puse roja y eché la cabeza hacia delante para que el pelo me cayese por encima. Seth, que estaba inmerso hablando con Tetas, seguramente de sí mismo, se apartó y se giró hacia nosotros.

Cross hizo una mueca.

—Lo siento. No pretendía… ofenderte. Es solamente que me parece impresionante que hayas luchado contra daimons y hayas sobrevivido. No que te hayan marcado, claro. Eso no es impresionante. Es bastante horrible.

Will puso los ojos en blanco y gruñó.

—Mejor cállate, Cross.

—No. No pasa nada —me aclaré la garganta, y decidí que si yo no le daba importancia, ninguno se la daría—. No sé cuántas veces. Unas cuantas, supongo.

Cross parecía aliviado, pero entonces Seth se levantó y Cross se apartó aún más. Le vi ponerse entre nosotros, dándoles la espalda a Cross y Will. Estaba frente a mí y no tenía ni idea de qué pretendía hacer, pero lo que salió de su boca desde luego no estaba en la lista de posibilidades.

—Baila conmigo.

Le miré.

—¿Qué?

Seth hizo una grácil reverencia y me extendió un brazo.

—Baila conmigo, ¿por favor?

—¿Por qué quieres bailar en medio de un campo, Seth?

—¿Por qué no? —Movió los dedos—. Baila conmigo, porfa plis —Seth sonrió—. Baila conmigo, Alexandria.

Detrás suyo, vi a Tetas observando toda la escena como disgustada y lloriqueando. No sé si fue eso lo que me hizo cogerle la mano a Seth o el hecho de que me estuviese dando vergüenza. Seth me puso en pie, me dejó un brazo semiflexionado y me puso el otro alrededor de su espalda.

Y luego empezó a bailar un vals por todo el campo, sin música.

Era tan ridículo que tuve que reírme. Rodeamos un pedrusco, tropezándonos por el suelo tan irregular de esa zona. Seth sabía bailar, de verdad, como la gente de las salas de baile. Con un brazo me hizo dar la vuelta.

Reí.

—¿Has aprendido esto viendo «Mira quien baila»?

—No te rías de mí —Seth me dio la vuelta, poniéndome con mi espalda contra su pecho—. Hieres mi sentimientos cuando lo que hago es ayudarte.

—¿Ayudarme con qué?

Seth me giró.

—Tienes que saber bailar sin una barra americana si quieres ir al baile.

Le di un golpe en el pecho.

—Para empezar, yo no bailo como una stripper, y además no voy a ir a ese estúpido baile.

No contestó. Sonrió, subió su mano por mi espalda y me echó hacia atrás sobre su brazo. Me reí y dejé caer la cabeza hacia atrás. Vi a Tetas sobre su piedra. Lentamente, al asegurarse de que tenía durante un segundo la atención de Seth cuando me echó hacia atrás, se lamió los labios.

Seth me dejó caer.

Mucho después, ya tras la puesta de sol y cubiertos de barro, Seth y yo pasamos de largo del comedor. Nos movíamos en silencio, intentando no llamar la atención.

Me froté mi dolorido trasero y vi que Seth me estaba mirando.

—Es por tu culpa —susurré.

—Me lo vas a estar recordando toda la vida, ¿verdad?

—Me has tirado de culo.

Echó la cabeza hacia atrás y rio un poco.

—Culpa del vino.

—Culpa de Tetas.

Puso una sonrisa traviesa, me cogió de la mano y me llevó a toda prisa por el pasillo. Pasamos junto a varias habitaciones en silencio, y entonces escuchamos a Marcus claramente.

—¡No sé, Lucian está planeando algo!

Paramos y nos miramos.

—¿No tienes tanta relación con él? —Escuché que le preguntaba Telly.

—Lucian tiene muchos secretos, igual que todos vosotros —respondió Marcus enfadado.

Seth me echó hacia el hueco que había al lado de la habitación en la que estaban Marcus y Telly, apretándome contra la pared. No tenía por qué ponerse tan cerca.

—Vamos Seth. Ponte…

—Shhh —movió la cabeza hacia la mía, y sus mechones me rozaron las mejillas—, esto no tiene buena pinta.

Le lancé una mirada asesina.

—¡Sé que trama algo! —dijo Telly—. Cree que puede controlarle, pero es un estúpido si piensa eso.

Seth se incorporó un centímetro, arrugando un poco la boca.

—Ni siquiera Lucian es tan estúpido —respondió Marcus.

Telly hizo un sonido disgustado.

—Mi trabajo como Patriarca es protegerles, ¡es mi deber! Si sabes algo…

—¡No sé nada! —Marcus dio un manotazo a algo—. Se está volviendo paranoico, Patriarca.

—Tú lo llamas paranoico, yo lo llamo hacer planes de futuro. Hay ciertas precauciones que deberíamos tomar, solo por si acaso. Algo para asegurar que no estén amenazados.

Me pregunté sobre qué estarían hablando. Seth también tenía la cara contrariada, y casi me hizo reír. Quizá aún tenía vino corriendo por mis venas. Él debió sentir esa risita antes de que naciera, porque bajó la mirada hacia mí y sonrió.

—¿En qué está pensando, Patriarca?

—Hay formas de eliminar la amenaza, formas en las que nadie sale herido. Algunos miembros del Consejo piensan que es lo mejor que se puede hacer.

Cuando Marcus habló, sus palabras sonaron monótonas y frías.

—¿El Consejo ya ha actuado?

Telly habló con tono de burla.

—¿Qué estás insinuando, Marcus?

Hubo un momento de silencio.

—¿Y cómo eliminarían la amenaza, si se puede saber?

La tensión tras la pregunta de Marcus era tan densa que podía casi sentirla.

—Ya tenemos uno aquí —respondió Telly—, ¿por qué no tenerlos a los dos?

Hubo un momento de silencio.

—Eso está fuera de toda discusión. Lo siento, pero no puedo aceptarlo.

—Quizá lo que necesitas es un poco de tiempo y motivación. Tienes muchas ganas de tener ese asiento en el Consejo. Yo puedo dártelo.

Seth agachó la cabeza y yo sentí su cálido aliento contra mi cuello. Intenté apartarme un poco hacia atrás, pero no tenía sitio.

—¿Sabes de qué están hablando? —susurró.

Por un segundo tuve que pensar en qué me preguntaba. Estaba un poco perdida.

—Ni idea.

—No creo que cambie mi opinión —respondió Marcus al final—. Es tarde, Patriarca. Y esta conversación se ha terminado.

Los labios de Seth me acariciaron el cuello, justo bajo mi oreja. Me aparté ante el inesperado roce, y le pegué en la tripa. Rio en voz baja.

Telly rio con tristeza.

—Mi oferta sigue en pie hasta el final de las sesiones.

—Buenas noches, Patriarca Telly.

Nos metimos en la habitación de al lado y cerramos la puerta justo a tiempo. Telly salió un segundo después, seguido por Marcus. Seth y yo nos miramos. Había algo más en sus ojos a parte de la malicia habitual. Se acercó a mí sonriendo.

Levanté la mano y la puse contra su pecho. Mi pulso se aceleró.

—Se acabó el juego, Seth.

Puso su mano sobre la mía.

—Vaya sobornos hay por aquí.

—No me sorprende —eché un vistazo a la habitación. Estábamos en otra sala de estar. ¿Cuántas había?—. Me sorprende lo poco que le gusta Telly a Marcus.

Seth se encogió de hombros y se dirigió hacia la puerta.

—Despejado —hizo una pausa y sonrió mientras miraba hacia detrás—. A no ser que quieras quedarte aquí un poquito más. Ese sofá parece cómodo.

Pasé por su lado.

—¿No puedes pensar en otra cosa?

Me siguió hacia fuera.

—No, la verdad es que no.

—Guau. Eres tan polifacético, Seth.

Rio y se puso a mi lado, pasándome el brazo por encima de los hombros.

—Y tú eres una aguafiestas.