Karl Bos, en su despacho, firma unos documentos. Se los entrega a una secretaria que se marcha y cierra la puerta. Jan, Víctor y Bos están alrededor de una mesa con tres teléfonos, como para una reunión de negocios. Hay documentos, tazas de café, botellas de agua mineral.
Tensión en los rostros. Víctor fuma y se pasa la mano por el pelo. Van Dongen mira al techo, coge su calculadora y anota unas cifras, en silencio. Karl Bos consulta la hora. En eso suena el teléfono. Bos levanta el tubo.
—Yes?
Bos escucha. Enseguida, arquea las cejas y cabecea hacia los otros para confirmar que son los secuestradores.
—It’s a woman! —susurra, tapando el micrófono—. Yes, I understand…
Alicia, vestida de gringa gordita (peluca y sandalias), habla un inglés americano muy gangoso. Para exagerar y deformar su voz, habla en un tono más alto y se sujeta la nariz con dos dedos.
—¿Tendrán listo el dinero para el día 17?
—Sí, lo tendremos.
—¿Quién nos lo va a entregar?
—El señor Jan Van Dongen…
—Ah, el hombre de la narizota, lo conocemos… Bien, preparen trescientos fajos. Cada uno debe contener cien billetes de cien, no seriados. Son treinta kilos. Calculen el volumen y procúrense una maleta adecuada.
—De acuerdo, pero antes de la entrega, queremos ver una foto del Sr. Groote, junto a un periódico de hoy o de mañana.
—¿Una foto? Hmmm… Supongo que no haya problema, pero tendré que consultarlo.
Y cuelga.
Karl Bos también cuelga.
—Creo que van a aceptar lo de la foto —dice Bos, y con el pulgar le hace a Van Dongen un signo de victoria.
—¡Fue una buena idea, Jan! —aprueba Víctor.
Van Dongen los observa sonriente.
—Bueno —Bos se pone de pie y recoge la boquilla con el cigarro encendido que había dejado en un cenicero—. Ahora ¡manos a la obra! Quieren trescientos fajos con cien billetes de cien en cada uno. Tiene que estar todo preparado para el día 17.
Van Dongen saca de su cartera un billete de 10 dólares. Coge una pequeña regla y lo mide a lo ancho y a lo largo. Reflexiona. Mueve los labios imperceptiblemente con los ojos entornados y anuncia:
—Nos hace falta una maleta que contenga un octavo de metro cúbico…
—Y un hombre fuerte —añade Bos—. Dicen que va a pesar treinta kilos…
—Yo tengo unas pesas en casa —bromea Víctor mirando a Jan—, por si necesitas fortalecerte.