20

Alicia entra a la sala del estanque, seguida por Cosme.

—Acomódate, ahora vuelvo.

El muchacho permanece de pie, deslumbrado ante el lujo que lo rodea. A través del ventanal inspecciona los jardines y la piscina. Hace un gesto admirativo y prosigue la visita. Contempla un espléndido jarrón, luego admira un televisor gigantesco. Por fin se detiene al borde del estanque, en el centro de la sala. Se agacha y palpa la temperatura del agua.

En ese momento nota, como abandonada al borde, una talla de madera que no llega a un metro de altura. Es un fauno barbudo, con patas de macho cabrío y orejas puntiagudas, prominentes nalgas, y armado de un falo erecto, negro, lustroso y muy puntiagudo. Cosme lo observa confundido. Sonríe.

Alicia lo sorprende desde atrás:

—¿Verdad que es precioso?

Cosme se da vuelta algo turbado y la examina como si la viera por primera vez.

Alicia está descalza y se ha recogido el pelo en un moño. Se ha quitado el ajustador y viste sólo una diminuta enagua y una capita de malla transparente, que apenas le cubre los senos. En realidad la función de la capita no es cubrir, sino poner en mayor evidencia.

Cosme se relame al ver, a través de la tela, sus pezones rosados.

Alicia se agacha junto al fauno y le acaricia con fruición un muslo.

—Me lo regaló ayer un amigo escultor —dice, mientras le palpa ahora las nalgas enormes—. ¡Vaya! ¡Qué calor! ¿No quieres bañarte y refrescarte un poco?

Cosme asiente vagamente:

—Sí, claro…, si se puede…

Alicia se aleja burlona:

—¡Claro que se puede! ¡Quítate la ropa y métete! ¿Quieres un trago? —le ofrece, masajeándose distraídamente un seno.

Cosme comienza a desabotonarse la camisa.

—Buena idea. Tú ¿qué vas a tomar?

—Un ron doble a la roca.

—Okey, voy en esa —dice Cosme con el pulgar en alto.