En una amplia sala de reuniones del Ministerio del Turismo, diez personas conversan alrededor de una mesa donde caben muchas más. Se han dispuesto servilletas, ceniceros, botellas de agua mineral. Dos elegantes secretarias llevan papeles de un lado a otro. Un camarero sirve café.
Un hombre muy apuesto (Mr. VICTOR KING, según dice en la base de acrílico que tiene delante) se pone de pie, camina hasta un atril que sostiene un gran mapa de Cuba y coge un puntero para señalar algunos lugares del litoral norte. Luego alarga el otro brazo y señala varias cruces en la parte más baja. Como una aureola del mapa, aparece también la plataforma submarina en distintos tonos de verde claro, amarillo y blanco, según la profundidad.
King habla en perfecto español, con acento mexicano.
—Y como explicaba antes, en todos estos puntos azules alrededor de la Isla, tuvieron lugar naufragios de galeones entre 1596 y 1760. Sobre 22 de ellos hay abundante información en archivos históricos, y consideramos que constituyen un privilegio cubano, único en el mundo, que permitiría concebir en estos mares un turismo náutico, participativo, asociado a la búsqueda de tesoros submarinos.
Detrás de una pared de vidrios opacos, dos secretarias comentan:
—Un caramelo el tipo…
—Igualito a Alain Delon.
—Verdáaaa…! Ya sabía yo que se me parecía a alguien…
Terminado el señalamiento, Víctor vuelve a la mesa de negociaciones y se dirige a uno de los personajes que tiene enfrente:
—Como usted ve, señor ministro, hay mucho por donde cortar.
El ministro se dirige directamente al que ocupa el puesto inmediato al de Víctor, Mr. HENDRYCK GROOTE. Se trata de un rubio de estatura media y rostro sonrosado, agradable, de unos cuarenta años. Es calvo, y usa bastante largo el escaso pelo que tiene alrededor de las sienes y la nuca. Viste una guayabera muy amplia.
—Sí —dice el ministro—, yo ya he leído el informe. El proyecto es muy interesante; pero según los especialistas que he consultado, para iniciar una búsqueda de naufragios sin poner en peligro el futuro de nuestra arqueología submarina, hay que contar con equipos costosísimos, del orden de los 20 millones de dólares. ¿Estarían ustedes dispuestos a una inversión de ese volumen?
Y se queda mirando a los demás, seguro de haberlos impresionado.
Mr. JAN VAN DONGEN, un hombre con una nariz fenomenal, que ha oído las últimas palabras del ministro mientras le enciende un cigarrillo Cohíba a Groote, interviene en inglés:
—Sr. Ministro: Para el proyecto nuestro, 20 millones serían muy insuficientes…
—¡Coño, qué nariz! ¿Y ese quién es?
—Se llama Van Dongen… Dicen que es el perro guardián del millonario Groote…
—… porque trabajaríamos simultáneamente en diferentes puntos.
—Y si echamos adelante este proyecto —lo interrumpe Groote—, nuestra inversión en el equipamiento será superior a los 120 millones…
Hendryk Groote habla inglés con marcado acento extranjero (alemán u holandés), y a pesar de tener facciones delicadas, su mirada es aguda y sus modales algo autoritarios…
Fuma rápidamente, con una mueca de desagrado, sin tragar el humo. Observa con fijeza al ministro.
—… que sumados a los 230 millones para la construcción de los tres hoteles, elevarían nuestra inversión a 350 millones.