Agradecimientos

Quiero dar las gracias a mi agente, Luigi Bonomi de LBA, y a Rob Bartholomew de The Creative Assembly (Sega), por haber puesto este proyecto en marcha; a Jeremy Trevathan, a Catherine Richards y al equipo de Macmillan por su trabajo para meter este libro en producción, así como a Peter Wolverton y Anne Brewer de St. Martin’s Press en Nueva York, y al equipo de The Creative Assembly por su aportación. En especial, me gustaría dar las gracias a Martin Fletcher por su excelente labor editorial, a Jessica Cuthbert-Smith por su extraordinaria edición del texto y a Ann Verrinder por sus correcciones y repasos del manuscrito en cada una de sus fases y por sus útiles consejos.

Muchas gracias a Brian Warmington, lector emérito de Historia Antigua en la Universidad de Bristol y autor de Carthage (Penguin, 1964), por haberme enseñado la historia de la República de Roma de modo tan memorable y haber alentado mi interés por las guerras púnicas. Mi implicación en la arqueología de Cartago se debe en gran parte a Henry Hurst, mi supervisor en la tesis doctoral en Cambridge y director de la misión británica en la UNESCO del proyecto «Salvemos Cartago», quien me invitó a unirme a sus excavaciones en la entrada del puerto y apoyó mi propia expedición arqueológica submarina a Cartago el año siguiente. Este proyecto se hizo posible gracias a la Academia Británica, a la Facultad de Estudios Clásicos de la Universidad de Cambridge, al Consejo de Investigación de Ciencias Sociales y Humanidades de Canadá y al Dr. Abdelmajid Ennabli, director del Museo de Cartago; así mismo quiero dar las gracias a los numerosos miembros de la expedición por su trabajo en esos proyectos.

Estudié por primera vez la batalla de Pidna y el relieve del monumento a Lucio Emilio Paulo en mis viajes a Grecia subvencionados por la Sociedad de Anticuarios de Londres. Mis conocimientos de antiguas batallas navales se vieron ampliamente incrementados durante mi beca de la Winston Churchill Memorial Travel para viajar al este del Mediterráneo, cuando pude pasar un tiempo en Haifa, Israel, y estudiar el espolón de Atlit —el único espolón que se conserva de un antiguo barco de guerra—, y también en Grecia examinando el trirreme Olympias. Mi interés por la antigua Roma se fue desarrollando a raíz de mis múltiples visitas para explorar la arqueología de la ciudad, las más memorables con mi padre, en las que discutimos la posibilidad de determinar los restos de un período concreto y hacer un libro sobre ello; eso me llevó a definir el recorrido más probable de la procesión triunfal de Emilio Paulo en el 167 a. C., y estudiar las estructuras aún existentes entre las ruinas del Foro y en otras partes de Roma, datadas en ese mismo período. También quiero dar las gracias a mi hermano Alan por sus fotografías y sus vídeos, y a Jordan Webber por su ayuda con mi página web: www.davidgibbins.com.