Cuando la hora de la visita estaba a punto de ser culminada, al menos según sus relojes, llegaron al punto álgido de la misma. Después de haber visto grandes e impresionantes detalles en el recorrido dejado a sus espaldas llegaron a la archiconocida e icono de cualquier buen cristiano tumba de San Pedro.
—Señoras y señores, les mostraré ahora algo que les costará muchísimo olvidar durante el resto de sus vidas. Frente a nosotros se halla los huesos del apóstol más conocido de Jesús, el mismo que lo negó y que fue encargado por el hijo de Dios para que erigiera las bases de la cristiandad, San Pedro. Padre de la iglesia que conocemos hoy en día y al que debemos nuestro más profundo respeto.
Los doce, incluidos Carolina y Nicolás, no pudieron reprimir el gesto de emoción al encontrarse frente a algo tan significativo, seas creyente o no, y tan importante para toda una fe cristiana.
En varias cajas transparentes y justo al lado de una inscripción en la que se podía leer: “Pedro está aquí”, descansaban los supuestos huesos del apóstol que, aunque nadie hubiese certificado a ciencia cierta que fuesen los del propio San Pedro, desde luego ponían la carne de gallina a todo el que se acercase a observarlos con sus propios ojos. Dos mujeres y un hombre de avanzada edad que formaban parte del grupo no pudieron evitar reprimir una lágrima al verlos.
A pesar de lo emocionante de la visita, los dos jóvenes no pudieron evitar sentirse decepcionados ya sabían que su actuación iba a ser más difícil que nunca al encontrarse dentro de uno de los lugares mejor custodiados del planeta. Pero aún así esperaban encontrar alguna referencia a la lanza sagrada o cualquier otra cosa que les hubiese indicado que su senda, al menos, era la correcta.
Pero nada de eso ocurrió.
Tras maravillarse durante unos minutos con el lugar en el que se encontraban, y sobre todo por el contenido de las urnas que estaban allí presentes, todo el grupo, comandado por la guía, subió por unas escaleras que ascendían hacia el nivel II. Este albergaba las tumbas papales, algo sin duda también merecedor de echar un vistazo, aunque ni el inspector ni la historiadora tenían ánimo para eso en aquellos momentos, andaban bastante decepcionados.
Cuando llegaron al nivel II aparecieron justo en una tumba que de sobra todos los pertenecientes al grupo de visita conocían, pues en el mármol blanco se leía la siguiente inscripción: “Ioannes Pavlvs PP II. 16.X.1978 - 2.IV.2005”. Era la tumba de Juan Pablo II, aunque se encontraba vacía desde su beatificación en mayo de 2011. Su cuerpo ahora descansaba en la basílica de San Pedro para que más fieles pudiesen acceder a rendirle homenaje.
Continuaron andando por la conocida como “gruta vaticana” mientras la guía no dejaba de hablar sin cesar acerca de los Papas allí enterrados y de todas las historias más remarcables de sus pontificados. Siguieron avanzando sin detenerse mientras recorrían el camino de salida hacia la basílica, a la cual accedieron en apenas 10 minutos.
Una vez en el interior de la impresionante basílica de San Pedro del Vaticano, Carolina, con las emociones divididas entre querer observar como turista hasta el más mínimo detalle del templo y, cómo no, desempeñar el papel verdadero por el cual se encontraba en Roma en aquellos momentos, dirigió sus pasos hacia la guía que, tras despedirse del grupo de visitantes y recibir por separado las gracias de cada uno de los integrantes de la excursión, comenzó a andar hacia la salida de la basílica con paso apresurado.
—Disculpe —dijo Carolina tratando de no alzar la voz debido al sitio sagrado en el que se encontraba—, ¿puedo hacerle una pregunta?
—Claro, dígame —respondió sonriente.
—Mire, soy historiadora y me hallo detrás de un trabajo de investigación que estoy realizando para el obispado de Madrid, del cual procedo. Es acerca de las catacumbas cristianas de Roma. Supongo que usted también es historiadora pues su forma de explicarnos las cosas así me lo han demostrado.
—Así es, en efecto lo soy, gracias por lo que me acaba de decir, es usted muy amable —interrumpió ruborizada la guía ante las palabras de la joven.
—Mi investigación me ha llevado a averiguar que bajo la ciudad del Vaticano hay más catacumbas o necrópolis o como queramos llamarlas, ¿qué podría usted contarme acerca de eso?
Carolina esperó que su treta surgiera efecto.
—¿Cómo sabe usted esto? La inmensa mayoría de la gente lo ignora por completo, sobre todo porque no ha salido a la luz todavía.
—No olvide que pertenecemos al mismo equipo, trabajo para el obispado —mintió sin casi poder creer que aquello estuviera resultando—, tengo mis fuentes.
—Ah claro, pues sí, está en lo cierto. Una de ellas será abierta al público este mes que viene, la llaman “la necrópolis de la via triunfalis” y fue descubierta en la realización del parking de Santa Rosa. Ya la han restaurado y rehabilitado para su visita por parte de fieles que quieran descubrir una parte más del subsuelo Vaticano.
—¿Y sabe si se ha hecho algún descubrimiento importante en la misma? ¿Algo que remarcar?
—Que yo sepa nada de nada. No se han encontrado otros huesos de santo ni nada parecido como en la que acabamos de visitar —rio.
—Ya, imaginaba —dijo también riendo. Decidió probar suerte una vez más—, ¿y qué hay de la tercera que han descubierto? —preguntó una vez más esperando tener la suerte de que existiese de verdad.
—De esa se sabe muy poco, es más, ni siquiera es seguro que exista pues no encuentran la entrada a la misma en ningún lado. Creen que está ahí debido a unos estudios sobre el suelo que pisamos, pero me parece que esta, si acaso existe, va a tardar todavía unos años más en salir a la luz, con los misterios que encierre incluidos.
—Pues muchas gracias, eso es todo lo que quería saber, me ha sido de mucha ayuda.
La guía, con una enésima sonrisa la despidió y prosiguió su camino, seguramente tendría algún turno más que hacer de inmediato.
Carolina dio media vuelta sonriendo disimuladamente, no podía creer la suerte que acababa de tener, estaba asombrada tanto por el método que acababa de emplear, como por el resultado obtenido en el mismo. Casi sin poder imaginárselo había descubierto que, posiblemente, una tercera necrópolis se hallaba bajo sus pies y que esa debía de ser la que Nicolás y ella andaban buscando.
Regresó hasta la posición del inspector, que miraba inmóvil y sin saber lo que Carolina le preguntaba a la guía.
Esta le relató todo sin omitir ningún detalle.
—Increíble —Nicolás quedó inmóvil mirando a Carolina muy sorprendido por la treta que había empleado esta con la guía—, eres increíble.
—Anda, no ha sido para tanto —dijo intentando quitarle importancia al asunto antes de que el inspector consiguiese que los colores de su rostro se tornaran del color de la sangre.
—¿Crees que la lanza tiene algo que ver con la entrada a la necrópolis oculta?
—Como en las otras dos ocasiones sí ha tenido que ver, no veo por qué en esta ocasión no debería de importar. Aunque de las tres lanzas consideradas como “verdaderas”, según he leído, esta sería la menos verdadera de todas pues su pasado está lleno de confusiones acerca de sus orígenes y la tienen oculta a los ojos del público y, ya conoces a la Iglesia. Les encanta exponer reliquias para que los fieles crean más y más en la salvación que promulga su doctrina. Debe de ser tan falsa que ni se atreven a mostrarla para que nadie pueda juzgarla.
—O es tan verdadera que sienten que es la primera vez que realmente tienen algo real de la pasión de Cristo y tienen miedo de exponerla para evitar nerviosismos innecesarios.
—Piensa lo que acabas de decir, Nicolás, piensa en cómo es la Iglesia de hoy en día, ya no tiene nada. Cada día se encuentra en una peor posición a los ojos de la gente, recuerda cuando éramos pequeños, a mí, es evidente que no, pero a la mayoría de niños de mi edad los obligaban a ir a misa todos los domingos. Ahora los jóvenes, sobre todo debido a que sus padres tienen otra mentalidad, no son obligados a nada y tan solo un pequeño porcentaje sigue la senda del cristianismo. ¿De verdad crees que si un objeto sirviese para acrecentar esa fe casi perdida no lo estarían exponiendo incluso con un cartel luminoso? Pienso que sí, desde luego, por lo que esa lanza es más falsa que un billete de ocho euros y medio.
—Tiene sentido lo que dices, aunque no debemos descartar nada, y lo sabes.
—De acuerdo, como quieras, consideraré tu disparatada teoría, pero ya te digo, en esta ocasión vamos a tener que devanarnos los sesos más que nunca. No hay nada que nos dé la más mínima pista de cómo proceder en estos momentos. Esta prueba, a pesar de parecer la más fácil, va a ser sin duda la más dura.
La hora de comer se les echó encima casi sin darse cuenta y el estómago les rugía como un león hambriento tras varios días sin echarse un trozo de carne a la boca.
Decidieron salir de la basílica para tomar un bocado en cualquier restaurante de los alrededores del Vaticano, muy a pesar de Carolina que quería quedarse y contemplar la basílica en todo su esplendor y las obras que esta contenía.
—Te prometo que volveremos y verás cada rincón de Roma durante el tiempo que necesites, sé que estás angustiada por no poder disfrutar de tu ciudad favorita como es debido, pero no te preocupes, volveremos pronto —dijo Nicolás sorprendiéndose a sí mismo por las palabras que salían sin control de su boca.
Carolina no supo bien cómo reaccionar, no esperaba que el inspector pudiera decir nada parecido y le pillaron por completo con las defensas bajas. Ante tal situación y comprobando la cara que se le había quedado al pobre Nicolás, que parecía que quería salir corriendo de ese lugar, tan solo lo miró a los ojos y le dedicó la más dulce de sus sonrisas. Acto que también salió desde lo más profundo de su subconsciente, sin control alguno.
Nicolás sonrió bastante nervioso y con una mueca fingida ante la reacción de la joven, él tampoco esperaba que respondiese de esa manera.
Tras el momento de complicidad e intentando normalizar la situación, ambos acordaron dirigir sus pasos a un restaurante llamado “Coppola”, que en su parte exterior ofertaba un exquisito menú a base de pasta.
Tal y como esperaban, debido sobre todo a la creencia de que el mejor lugar del mundo para disfrutar ese tipo de degustaciones, estuvieron de acuerdo en que nunca antes habían probado plato de pasta más sabroso que aquel. Mostrado en su carta como “Pasta de la nonna”, compuesto por macarrones o como era conocido en Italia “penne”, acompañados por una salsa elaborada con trozos pequeños de pollo, cebolla, nata, champiñones y un toque de vino blanco y de ajo, acompañado de queso en polvo parmesano y un par de colas light que ambos pidieron a una simpática camarera de origen español.
Charlaron animadamente acerca de sus trabajos en el último año y de las anécdotas vividas por cada uno, casi olvidando el motivo que les hacía contarse esas historias.
No habían estado el uno junto al otro.
Carolina se había marchado.
De repente y en muy poco tiempo todo parecía haber dado un giro de 180º comparado con el momento en el que Carolina irrumpió en el salón de Edward, en el cual ni siquiera quería dirigirle una sola mirada a la cara. Nicolás casi ni podía creer que aquello que estaba sucediendo fuese real. Por primera vez desde su reencuentro pensó que la idea de que Carolina estuviese sintiendo de nuevo algo por él tal vez no era tan descabellada como pudiese parecer. Pensó que ojalá todo aquello no fuese un sueño y que si, por un casual lo era, que no lo despertasen jamás.
Antes de salir del restaurante conocieron al cocinero y dueño del negocio junto con la camera española, que casualmente era su pareja, que muy amablemente salió de su territorio para interesarse acerca de cómo habían comido. Un chico aparentemente muy joven y con orígenes, mezcla italianos e irlandeses, que los despidió con la promesa hecha por ambos de que volverían en cuanto volviesen a visitar la ciudad.
Promesa que desde luego cumplirían.
Pagaron y salieron a la calle con un nuevo enfoque en sus pensamientos, una nueva luz brillaba de nuevo en los ojos de ambos y eso los hacía afrontar con una mayor fuerza el reto que les aguardaba en la ciudad eterna.
Todavía no sabían cómo pero tenían que encontrar la entrada esa nueva necrópolis.