Capítulo 37

Nicolás traspasó el umbral de la pesada puerta recién abierta con la mayor cautela posible, intimidado. No cabía duda alguna de que era por lo vivido hacía tan solo unos minutos, en los que habían acariciado la fría faz de la muerte con las yemas de los dedos. Lo primero que hizo al entrar en la sala fue asegurarse de que, como en la anterior, esta contaba con antorchas para iluminar dicha estancia y así poder observarlo todo con una mayor claridad. Una vez prendidas, comprobaron como esta sala era muy parecida en aspecto a la que acababan de visitar.

Todavía con una respiración algo dificultosa y entrecortada debido al susto vivido hacía unos momentos, Carolina hizo un rápido escáner visual de la habitación en la que ahora se encontraban. Las paredes, al igual que en la anterior sala, mostraban una decoración bastante llamativa a la vista con colores muy vivos, como rojos y dorados, utilizados a diestro y siniestro para dibujar cientos de formas que no supo identificar en una primera instancia. Casi por instinto y, guiada por el pánico alimentado de haber vivido algo tan peligroso de cerca, dirigió su mirada hacia las esquinas, necesitaba comprobar que no eran iguales que las de la otra sala, que estas sí se encontraban unidas entre sí y no se iban a llevar un susto parecido al anterior.

Respiró aliviada al comprobar que la unión entre paredes era, al menos de forma aparente, perfecta.

Una vez erradicados sus miedos acerca de las paredes y sus extraños movimientos observó que, como esperaba, en el fondo de la sala, podía apreciarse una nueva pesada puerta, quizá ya de la ansiada salida. Ahora tocaba buscar el mecanismo de apertura, supuestamente camuflado en forma de otro acertijo.

Fue Nicolás, observando minuciosamente todo el espacio que se presentaba ante ellos, el que encontró lo que la joven andaba buscando cuando se acercó a inspeccionar la pesada puerta de la aparente salida, justo al lado de la misma. Escrito con letras no muy visibles a partir de una determinada distancia, ya que apenas estaba marcado con fuerza en la piedra, se encontraba escrita una nueva frase en latín, algo a lo que los dos jóvenes ya se habían acostumbrado.

Al lado de la frase había otro pulsador más dispuesto a ser apretado.

—Parece que el asunto va de frases en latín y pulsadores solamente —comentó el inspector mientras deslizaba sus dedos por la pared cercana a la puerta.

—Mucho me temo que sí —respondió Carolina mientras se acercaba hacia el inspector para comprobar qué era lo que decía la frase en latín—, el único pero que le pongo a todo esto, es que no sé qué nos espera ahora, quizá al pulsar ese botón aparezcan por la puerta dos tigres siberianos a los que debemos derrotar para pasar al siguiente nivel…

—Tú y tu ironía…

—Espera un segundo y traduzco la frase —dijo la joven mientras leía la misma con los ojos entrecerrados, como no queriendo perderse un detalle de la misma—, aquí dice: “Tu cabeza funciona bien, no tengo más que darte la enhorabuena. Ahora procura que el fuego no te abrase, no cometas el error de Pedro, ahora, pulsa sin miedo, pero sólo si confías plenamente en ti”.

Nicolás quedó pensando unos instantes tras escuchar las palabras que Carolina acababa de revelarle, el procesador interno de su cerebro intentaba asimilarlas una a una, casi por separado.

Decidió hablar.

—Como va siendo habitual, no entiendo muy bien qué quiere decirnos el que haya escrito eso de la pared, pero si algo he aprendido durante todo este tiempo, es que seguro contiene un significado oculto, significado que nada tiene que ver con lo que muestra en un principio. Pero te confieso que, al igual que en la otra sala, me da muy mala espina todo esto, sobre todo la parte esa que has leído acerca del fuego.

—¿Crees que si le damos al pulsador ocurrirá algo relacionado con el fuego?

—Por supuesto que sí, ¿cómo era? ¿No dejes que el fuego te abrase?, la frase es bastante evidente y, visto lo visto, me temo lo peor.

—Supongo, pero algo tendremos que hacer si queremos seguir adelante, ¿no?

Nicolás comenzó a respirar todo lo profundamente que pudo durante unos veinte segundos, sabía que la joven tenía toda la razón aunque no le gustase admitirlo, haber llegado hasta el punto en el que se encontraban ya era todo un logro, algo que seguro que muy pocos habían logrado conseguir a lo largo de la historia. No podían abandonar ahora, por duras que pareciesen las pruebas que se les iban viniendo de frente, estaban metidos hasta el cuello en aquel ritual.

—Bueno, supongo que no podemos rendirnos ahora —dijo cabizbajo ante la evidencia—, sólo te pido una cosa, pase lo que pase, por favor, no te alejes de mí, no quiero que seamos tan irresponsables de dejar por un descuido que nos pase algo a alguno de los dos.

—Por supuesto —respondió Carolina sin apenas pensarlo—, debemos permanecer juntos pase lo que pase.

Esas palabras dolieron a Nicolás mucho más que un balazo en el estómago, aunque no dejó que ese sentimiento se viese reflejado en su rostro, Carolina no las había pronunciado con mala intención.

—Bien, voy a pulsar, espero que nuestras mentes funcionen al menos al 80% para poder salir de esta, si acaso pasara ahora algo.

Carolina se limitó a asentir mientras esperaba impaciente a que Nicolás pulsase el botón para ver qué era lo que ocurría ahora.

El inspector resopló nervioso varias veces antes de posar su mano, de una forma bastante dubitativa, sobre el pulsador de la pared, lo acarició suavemente durante unos instantes con las yemas de sus dedos hasta que decidió que había llegado el momento preciso.

No lo pensó más.

Pulsó el botón.

Aguardó durante unos instantes que parecía que se hacían eternos antes de dar unos pequeños pasos hacia atrás, albergando la esperanza de que su instinto no le hiciese cerrar los ojos. Los necesitaba bien abiertos para estar alerta frente a cualquier vicisitud que se les pudiese venir encima.

Aunque por el momento, y para su completo alivio, no estaba pasando nada.

Carolina se dispuso a hablar, cuando sin previo aviso y de una manera repentina, comenzaron a escucharse varios chasquidos en la pared, esta, instintivamente, se aferró con todas sus fuerzas al brazo de Nicolás, en busca de la seguridad que tan solo el inspector le podía proporcionar en aquellos momentos.

Nicolás, a su vez, no pudo evitar dividir sus emociones en aquellos instantes, por un lado, se mostraban el suspense y la tensión de no saber exactamente qué iba a pasar en esos momentos, alerta, sin pestañear, para intentar solucionar cualquier contratiempo que pudiera suceder a ambos. Por otro lado, sentía emoción al mirar hacia Carolina y comprobar cómo esta le necesitaba, estaba aferrada a él como si de una lapa se tratase y, ese sentimiento de confianza hacia él que manifestaba la joven durante esos momentos, le hacía pensar con todavía mucha más fuerza que tenía que salir de ese sitio como fuese para que su vida pudiese seguir adelante.

Sobre todo por la ansiedad que iba despertando en su interior por ver qué le podía deparar el futuro, una vez producido el reencuentro con la guapa arqueóloga.

Los chasquidos pararon repentinamente, dando paso a algo por lo que desde luego jamás hubiesen apostado en una posible quiniela, la puerta, sin más, sin que pasase el acontecimiento que esperaban con pavor y que los pondría de nuevo a prueba, comenzó a elevarse tal y como lo habían hecho las anteriores, para dar paso a un nuevo lugar. Un lugar que ambos, quizá debido a la sorpresa que tenían al ver como se estaban desarrollando los actos, ni siquiera dirigieron sus miradas, la grata sorpresa que ambos recibieron les hizo olvidarse por un momento del lugar en el que se encontraban y de lo vivido hacía tan solo unos minutos.

—¿Ya está? —acertó a decir Nicolás.

—Parece ser que sí —dijo Carolina, no menos estupefacta que el inspector de policía.

—Entonces, ¿todo este rollo que está escrito en la pared, para qué sirve?

—Debe de tratarse de algún indicador para la siguiente sala que se acaba de descubrir, o puede que sea una pista que nos debe de llevar a una nueva localización.

Nicolás sopesó las palabras de la joven, quizá tuviese razón, puede que ya estuvieran rozando la salida de aquel infernal lugar y el escrito fuese un indicador para una segunda parte del ritual de iniciación en la hermandad secreta.

—Siento interrumpir tus pensamientos Nicolás —dijo la joven al darse cuenta que el inspector se encontraba ensimismado—, pero creo que lo más inteligente sería que avanzásemos, no tenemos tiempo que perder, cada segundo nos podría resultar vital más adelante.

—Tienes razón, avancemos.

Dicho esto, con paso algo titubeante pero sin parar para mirar hacia atrás, los dos jóvenes avanzaron a través de la puerta que se acababa de levantar para ellos. Cuando traspasaron su umbral, Nicolás agradeció no haberse equivocado, al menos aparentemente.

La oscuridad apenas dejaba ver nada, asunto que remedió rápidamente el inspector con su ya famosa antorcha, revelando unas escaleras ascendentes que seguramente los conduciría de nuevo hacia la superficie, ambo que anhelaban ambos jóvenes.

Con la esperanza de poder salir en breve de aquel sitio tan agobiante, de manera automática, comenzaron a subir la estrecha escalera con sus cuerpos pidiendo a gritos el volver a respirar aire natural cuanto antes. Cuando llegaron arriba del todo se encontraron con una escalerilla metálica que parecía ser su último obstáculo antes de reencontrarse de nuevo con el mundo real.

Treparon con decisión hasta llegar arriba del todo, Nicolás había dejado la antorcha debajo de las escalerillas para poder subir con más facilidad, por lo que tuvo que palpar por encima de su cabeza para ver si encontraba algún mecanismo para poder abrir la trampilla que había sobre ellos. Fue cuando palpó en los alrededores de misma cuando encontró lo que estaba buscando, de nuevo, por enésima vez, un pulsador aguardaba ser oprimido.

Esta vez para poder recuperar la libertad.

Sin pensarlo ni un segundo el inspector lo apretó, trayendo a continuación una nueva confirmación en forma de chasquido de que, a pesar de los años que pudiese tener ese sistema, todavía seguía funcionando como el primer día. Nicolás, con decisión, presionó la trampilla con su mano libre haciendo fuerza hacia arriba para comprobar cómo esta cedía dejando que la luz natural se apoderara de sus ojos.

Tuvieron que pasara unos diez segundos hasta que la vista de ambos se acostumbrase de nuevo a esa luz, una vez lo hicieron, Nicolás salió hacia fuera con un pequeño esfuerzo de sus preparados brazos, prestando su mano para que a Carolina le fuese algo menos complicado el llegar hasta la superficie.

Cuando los dos ya se encontraban de nuevo fuera, lo primero que hizo el inspector de policía fue recolocar la trampilla por la que habían salido, comprobando que al ponerla de nuevo en su hueco, sonó de nuevo un chasquido que parecía indicar que estaba de nuevo sujeta, aguardando que unos nuevos aventureros consiguiesen llegar hasta ahí.

Aunque estaban seguros que para que eso ocurriese podían pasar algunos años.

Nicolás se aseguró, colocando tierra y algo de hierba suelta por encima, de que no se notaba que la salida se encontraba en ese punto, una vez comprobado que así era decidió hablar.

—Tengo que reconocerte que, cuando comenzaron a juntarse las paredes en nuestra dirección para aplastarnos, aunque pareciese que estaba sereno he llegado a pensar que jamás volvería a ver uno de estos —dijo señalando hacia un frondoso y elevado árbol.

—Imaginarás por cómo me has visto que yo también creía que no volveríamos a ver la luz del sol —contestó la joven echando la cabeza hacia atrás mientras sentía una suave brisa acariciar su rostro levemente.

—Lo importante es que lo hemos conseguido, que somos el equipo que yo recuerdo que éramos y que nada nos puede detener cuando nos lo proponemos —Nicolás no podía creer que esas palabras hubiesen salido de su boca, esperó con ansia la respuesta de Carolina para ver si le había sentado mal aquella inoportuna afirmación.

—Bueno bueno, no te emociones que aún parece ser que nos queda algo de camino por recorrer, no cantemos victoria antes de tiempo inspector.

Nicolás respiró aliviado ante esa contestación de la joven, o esta no le había dado importancia o, simplemente, no había querido aparentar su malestar ante las palabras pronunciadas por el inspector.

—Creo que deberíamos apresurarnos en volver a nuestro hotel, para que una vez que estemos más sosegados intentemos averiguar cuál es el siguiente paso que tenemos de dar en nuestra búsqueda —propuso Nicolás.

—Ok, pero creo que no te has dado cuenta de un pequeño asuntillo, no sabemos dónde estamos ahora mismo, si miras a tu alrededor comprobarás que la roca que hemos visto en la entrada aquí no está y —dejó de hablar durante unos segundos para alzar su posición ayudada por sus pies y comenzar a mirar hacia su alrededor—, por lo que parece, no estamos ni siquiera cerca de ella. Como es lógico, al recorrer las estancias hemos avanzado unos cuantos metros.

—No te preocupes por eso —dijo muy seguro Nicolás—, déjame tan solo unos instantes para que me sitúe y me oriente, es algo para lo que estoy preparado.

Nicolás quedó pensativo por unos momentos, colocó sus pies justo encima de donde se encontraba la trampilla de salida y comenzó a recorrer mentalmente los pasos que habían dado en el subsuelo, apenas pasados unos segundos habló.

—Sígueme, te llevaré de vuelta al coche —dijo guiñando un ojo a Carolina.

A pesar de que tuvieron que andar durante aproximadamente una hora, llegaron a su destino sin ningún problema. Carolina supo por la mirada y por el brillo que emanaban los ojos del inspector que llegarían sin contratiempos hacia su posición de partida, Nicolás se veía muy seguro de sí mismo, mucho más de lo que ella recordaba en las últimas semanas de su relación.

Eso la agradó en cierto modo.

Justo antes de montar de nuevo en el automóvil, ambos echaron a la vez un último vistazo hacia la abadía. Una vez más, como sucediese antaño, lamentaron no haber podido visitarla con calma pues parecía algo inigualable a la vista.

Acto seguido montaron en el coche y Nicolás, ayudado por el GPS, puso de nuevo rumbo hacia el hotel en el que estaban hospedados.