Ambos jóvenes, notaban que el sentimiento de excitación crecía notablemente en sus interiores ante el descubrimiento que acababan de hacer, de manera inequívoca, habían dado con el punto exacto que andaban buscando.
—En un futuro, en cualquier diccionario, nuestros nombres van a aparecer junto con la descripción de la palabra “suerte”, no puedo creer que lo hayamos encontrado de esta manera —dijo Carolina evidentemente contenta por el descubrimiento.
—La verdad es que sí, ha sido una casualidad que nos hayamos detenido justo aquí, si salimos de esta voy a comprar lotería.
Carolina rio.
—¿Y ahora? —dijo Nicolás mirando detenidamente la roca—, ¿es aquí fuera, en medio de este bosque, donde se hace la famosa prueba? —se preguntó mientras miraba hacia los alrededores de la misma.
—No sé… sería bastante raro, pero ¿quién sabe?
—Creo que voy a mirar a fondo la roca, para ver si hay algo raro en ella.
Se acercó a la misma y se agachó decidido para poder analizarla con más detalle, comenzó a palparla con sumo cuidado, como intentando encontrar algo oculto en ella, de momento, algo que no tenía éxito.
—Tiene que haber algo… —dijo mientras seguía su búsqueda.
Siguió palpándola durante unos instantes y, justo cuando comenzó a tocar la parte baja de la misma, notó un objeto que le sobresaltó.
—Aquí, aquí parece que hay algo, puede que sea una palanca.
—¿Palanca?
—Exacto, está bastante dura, supongo que no se ha usado durante un largo período de tiempo y puede ser que está algo oxidada. Voy a intentarlo de nuevo.
Nicolás tiró casi con todas sus fuerzas de la misma, la palanca comenzó a ceder.
Siguió tirando hasta que un ruido hizo acto de presencia, algo parecido a un “clic”. Nicolás comenzó a mirar a su alrededor para ver si algo había cambiado pero, aparentemente, todo permanecía en su sitio.
—¿Qué ha sido eso?, ¿has notado algo extraño, Carolina?
—He escuchado un ruidito, como si algo se soltase de un agarre, pero no sé qué ha podido ser. Parece que ha sonado por ahí —Carolina señaló hacia su derecha con su dedo índice, en dirección al suelo.
Nicolás se incorporó de un salto y fue a comprobar qué podía haber sido ese ruido. Cuando llegó al punto que le indicaba Carolina volvió a agacharse para inspeccionar la zona. Comenzó a palpar el suelo con sus manos en busca de cualquier cosa que pudiese llamarle la atención, notó como si el mismísimo suelo estuviese suelto.
—Ven, Carolina —dijo apresuradamente el inspector—, ahí hay algo, ayúdame a tirar de aquí, creo que esta parte del suelo es artificial.
Carolina obedeció y se acercó hasta la posición justa de Nicolás. Comprobó como lo que decía este era cierto, el suelo en esa zona parecía algo así como un tapete.
—Intentemos agarrarlo, tirar de él para quitarlo y ver qué hay debajo. Pero tenemos que tener cuidado, no sabemos qué sorpresa nos podemos encontrar.
Así lo hicieron, como pudieron agarraron el suelo como si de una alfombra se tratase y comenzaron a tirar para apartarlo despacio.
Ambos quedaron altamente impresionados con lo que se escondía bajo el mismo.
Era una piedra bastante grande y plana de color gris oscuro, parecida a una lápida, no tenía inscripción alguna pero, desde luego, no la necesitaban para saber que se encontraban en el lugar correcto.
—Supongo que el “clic” será porque se ha soltado de su enganche como tú has dicho antes —dijo Nicolás mirando hacia el suelo—, ¿intentamos apartarla?
—Sí, claro —respondió Carolina un poco temblorosa al no saber qué es lo que les esperaba— intentémoslo, aunque no sé si podremos, parece bastante pesada…
Ambos introdujeron los dejos por debajo de la losa para intentar subirla hacia arriba y apartarla hacia un lado. Cuando lo intentaron, se sorprendieron de ver que no pesaba tanto como en un principio esperaban. La levantaron con suma facilidad y la apartaron, tal y como habían previsto.
—Las apariencias engañan —comentó el inspector al comprobar el peso de la misma.
Ante ellos, se reveló un agujero poco menos ancho que la losa que acababan de apartar, en él, había unas escaleras que aparentemente descendían. No se veía nada más, estaba demasiado oscuro.
Los dos quedaron pensativos durante unos instantes, sabían que tenían que descender con la misma para proceder con lo que quisiera que viniese a partir de aquel momento, pero a la vez, el enfrentarse a lo desconocido era algo que los frenaba enormemente.
—¿Te sientes con fuerzas? —Le preguntó el inspector a la historiadora.
—Creo que sí… me da un poco de miedo, pero bueno, hemos venido a esto al fin y al cabo.
Nicolás ofreció su mano a Carolina, ella la aceptó al instante sin pensárselo. El joven notó un escalofrío al sentirla de nuevo.
Miraron una vez más a su alrededor y comenzaron a bajar muy despacio por los escalones.
—Está demasiado oscuro —dijo Carolina—, no se ve absolutamente nada, ¿cómo lo vamos a hacer?
—Tranquila, tiene que haber algo que nos dé algo de luz, si no, sería imposible.
No andaba errado, tan solo seis escalones más abajo, mientras todavía se podía ver algo gracias a la luz natural que entraba por el hueco del agujero, Nicolás se percató de que en la pared había una antorcha, la cogió sin dudarlo un instante.
—Mira, seguimos teniendo suerte —dijo mientras se la mostraba triunfante a Carolina.
—¿Y cómo piensas encenderla, lumbreras? ¿Con dos piedras?
—Mujer de poca fe… soy un hombre precavido, mira lo que me he traído del hotel por si nos hacía falta —dijo metiéndose la mano en el bolsillo y extrayendo del mismo una caja de cerillas con publicidad del mismo.
—Impresionante, inspector.
Nicolás sonrió triunfante otra vez.
Agarró una cerilla de la cajita y la prendió para, seguidamente, encender la antorcha.
Cuando esta prendió, se reveló ante ellos que la escalera era un poco más larga de lo que en un principio habían imaginado. El pasillo por el que descendían era bastante estrecho, algo agobiante, tenían que bajar uno delante del otro, si no, no cabían por él. Estaba todo lleno de telarañas y de polvo, era evidente que hacía mucho que el servicio de limpieza no pasaba por ese lugar.
Descendían muy lento, asegurando cada uno de sus pasos, pues era todo demasiado antiguo como para haberlo hecho de una forma inconsciente.
Cada paso dado les acercaba más a su destino.
Una vez pisaron el último de los escalones descubrieron que se encontraban en una sala de unos veinte metros cuadrados, Nicolás comenzó a mover de un lado para otro la antorcha, para conseguir más visión de la misma, pero ni aún así conseguía ver lo que pretendía.
—Mira, Nicolás —dijo Carolina señalando con el dedo hacia una de las paredes de la cámara—, ahí hay otra antorcha —se dio la vuelta sobre sí misma—, mira, ahí hay otra.
Nicolás observó lo que decía Carolina y comprobó cómo era cierto.
—Espera aquí —dijo este—, voy a intentar dar un poco más de luz a la estancia.
Nicolás se dirigió hacia las antorchas y con la ayuda de la que él mismo portaba prendió ambas.
La habitación se iluminó como si hubiesen enchufando una bombilla, aquello ya estaba mucho mejor.
Los dos quedaron perplejos con el contenido de la habitación.
El suelo era de una arenilla bastante fina, aunque algo más gorda que la que podía encontrarse en una playa. Ambos comprobaron cómo sus huellas quedaban perfectamente marcadas en el mismo según andaban por la habitación. En el fondo, frente a ellos, había algo que se asemejaba a una pesada puerta de piedra que parecía que se abría hacia arriba, pero no tenía ningún enganche con el cual poder levantarla, además parecía pesar una tonelada. Al lado de la puerta había un círculo de piedra, en el cual se podía apreciar una mano en relieve hacia adentro de la piedra, el círculo sobresalía de la pared, parecía que podía ser girado. Además, la mano tenía cinco hendiduras en su centro.
Lo más curioso sin duda y lo que a su vez llamó más la atención de los dos jóvenes fue lo que había en el lado derecho de la puerta.
Como si estuviesen de reformas dentro de la cámara, pudieron ver montado una especie de andamio rudimentario, ya que este estaba formado por madera y cuerda. No parecía para nada seguro y cuando lo miró, Carolina dudó de que pudiese subir encima de él alguien que pesara más de veinte kilos sin que este se desplomara.
Al lado del improvisado andamio un poco de polvo blanco y un cuenco de madera lleno de agua reposaban en el suelo, agua que había adquirido un cierto tono verdoso, evidentemente por el paso del tiempo de la misma. A la izquierda de estos dos peculiares objetos se encontraba lo que sin duda se podía fácilmente haber llevado la palma en cuanto a objetos raros en la instancia se refería.
Descansando justo al lado de la puerta, como si de un guardia se tratase, una roca bastante grande y que aparentaba pesar muchísimo se mantenía en pie gracias a su colocación, en el centro de la misma, en relieve también, estaba el mismo dibujo que había en el círculo que parecía girar de al lado de la puerta, pero esta vez estaba al revés, estaba claro que se complementaban el uno con el otro.
—Vaya, no me esperaba esto, desde luego —dijo Nicolás rompiendo el silencio que se había generado en la cámara.
—Ni yo.
—Pues manos a la obra —añadió andando hacia la puerta, decidido.
El inspector comenzó a palparla por todos los puntos posibles, intentando encontrar algo que le indicara otra manera de poder abrir la pesada puerta, pero estaba más que claro que el único método era el del círculo.
—Prueba a poner tu mano ahí, Nicolás, a ver si puedes abrirla así —dijo Carolina indicando con la mirada el objeto de piedra.
—No creo, parece que nos hace falta la roca para conseguirlo, pero probaré de todas maneras.
Así lo hizo, colocó su mano dentro del círculo e intentó girarlo aplicando toda la fuerza que encontró en su bíceps. No tuvo éxito alguno pues aunque parecía que quería girar, el círculo no llegaba a moverse de su posición.
—Como pensábamos, así no puede ser —hizo una pausa para tomar aire—, pues no perdamos más tiempo, vamos a intentar agarrar la roca y colocarla aquí para poder abrirlo.
Carolina asintió bastante dudosa ante las intenciones del inspector y ambos se dirigieron hacia la roca, se agacharon e introdujeron las manos debajo de la misma para intentar levantarla del suelo. Cuando realizaron el primer esfuerzo supieron de inmediato que la cosa no iba a ser tan fácil, como en un principio habían pensado al ver el interior de la estancia. La roca pesaba muchísimo más de lo que ellos dos hubiesen sido capaces de levantar.
Eso era todo un problema.
—Dios mío, no esperaba que pesase tanto la puñetera roca —comentó Nicolás.
—No podemos levantarla ni haciendo pesas los dos durante cinco meses, esto así es imposible.
—¿Entonces deberíamos empezar a pensar que antes, a este lugar, venían grupos más numerosos de personas a realizar esta misma prueba?
—Es una posibilidad, pero sinceramente dudo mucho de eso, si la hermandad es tan secreta como nos ha dicho Edward no creo que viniesen en grandes manadas la verdad.
Nicolás sopesó las palabras de Carolina, puede que tuviera razón, pero si no era así… ¿Cómo era?
—Tiene que haber alguna otra solución —dijo Carolina mirando una y otra vez a su alrededor—, algo se nos escapa, tengo que saber qué es.
Nicolás hizo lo mismo que ella, comenzó a mirar a todos lados casi como si sus ojos funcionasen programados para escanear hasta el último detalle de la estancia, la solución estaba delante de ellos, pero no la veían.
Nicolás comenzó a mirar al techo.
—Puede que si tuviésemos algo que hiciese de polea, con las cuerdas podríamos levantar la roca aplicando un poco de física y sin apenas esfuerzo.
—Sí, en eso estoy de acuerdo contigo, ¿pero de dónde sacamos una polea en estos momentos? —dijo Carolina rechazando la idea de Nicolás.
—Quizá podamos fabricarla de alguna manera, no sé, utilizando las maderas del andamio o algo, debe de estar ahí por alguna razón, no es gran cosa pero es lo único que se me ocurre…
Entonces la joven comprendió cuál era la solución.
—¿Has dicho fabricarla? —Carolina quedó quieta en su sitio mirando fijamente hacia la parte en la que se encontraba el endeble andamio.
—Sí, ¿acaso sabes cómo podríamos fabricar una polea en estos momentos? —Nicolás quedó asombrado ante la posibilidad de hacerlo.
—No, qué va, olvídate de la polea, podemos fabricar otra roca.
Nicolás quedó por unos instantes mirando a lo joven, como si esta hubiese perdido definitivamente la cabeza.
—Muy bien, Carolina, ¿quieres que cuando acabemos de fabricar una roca empecemos con un árbol?, ¿o quizá te apetece más una máquina del tiempo?
—Ahórrate esa ironía tan tuya, si ni siquiera te he explicado lo que pienso hacer, ven.
Nicolás obedeció con la paradoja del escepticismo y la curiosidad surcando por su mente. La madrileña volvió a agacharse frente a la roca, pero en esta ocasión, se colocó justo en su parte trasera.
—Pásate a mi lado —dijo esta.
—¿Qué es lo que pretendes, Carolina?
—Tú ponte aquí conmigo y haz lo que yo te pida, por favor, no preguntes tanto y observa.
Nicolás se colocó junto a ella.
—Ahora empuja hacia adelante, vamos a volcar la piedra para que caiga encima de la arena.
La empujaron hasta que cayó de cara al suelo. Carolina dio la vuelta y se colocó en el lado contrario al que estaba.
—Ahora ayúdame a colocarla de nuevo como estaba, pero con mucho cuidado, no quiero que se borre nuestra nueva creación.
Así lo hicieron, cuando consiguieron ponerla como estaba en un principio, Nicolás comprendió la idea de Carolina. En el suelo, se había generado un molde casi perfecto de la mano con las hendiduras.
—Veo por tu cara que ya lo comprendes, ya era hora, inspector. Ahora, si ese polvo blanco es lo que yo creo, me parece que ya lo tenemos casi hecho.
Carolina cogió en su mano todo el polvo blanco que pudo e introdujo la otra para poder echarle unas gotas de agua, cuando comenzó a removerlo comprobó cómo, efectivamente, se iba formando una masa consistente.
Era yeso.
Contenta al confirmar sus premisas fabricó todo lo que pudo y lo vertió sobre el improvisado molde.
—Ahora solo queda esperar un ratito más y ver si todo se queda como yo espero que quede —dijo la joven—, me parece que dentro de unos instantes esa puerta se abrirá ante nuestros ojos y… voila, prueba superada.
—Me postro ante sus pies, señorita Blanco, es usted toda una caja de sorpresas.
—Lo que me sorprende a mí es que me subestimes a estas alturas —contestó riéndose.
Decidieron esperar durante más o menos veinte minutos, para que la masa se endureciera lo máximo posible. Necesitaban que estuviese lo más consistentemente que se pudiera porque, si se rompía, no tenían más yeso a mano para fabricar otro, y eso hubiese sido un grave problema.
Una vez pasados los minutos de espera, fue Nicolás el que sacó “la llave” de su molde.
Era perfecta, justo la forma de la roca plasmada en esa placa de yeso.
—Es increíble, es perfecta —comentó este mostrándosela a Carolina—, si esto no funciona… me temo que nada pueda hacerlo.
—Pues no hables más y pruébala.
Nicolás, sin decir una palabra más, se acercó hasta el círculo e introdujo el artilugio. Notó como encajaba a la perfección en este. Una vez dentro probó a girar primero hacia la izquierda con cuidado de no romper el yeso, no giraba, luego probó a la derecha, en este caso sí lo hacía.
Una vez hubo girado 180º el círculo, un nuevo chasquido se escuchó y la pesada puerta comenzó a levantarse sola ante la sorpresa de ambos.
Nicolás se agachó para coger de nuevo la antorcha que previamente había dejado en el suelo e iluminó hacia el interior de la nueva estancia que se descubría ante ellos.
Ambos levantaron las cejas hacia arriba, muy sorprendidos.
La prueba no había acabado aún.