Capítulo 25

El guía detuvo sus pasos frente a un objeto en el cual, antes de dar la descripción del mismo, tomó una profunda bocanada de aire, como queriendo que no le faltara de este último cuando diese la explicación de lo que tenían enfrente de ellos.

—Y en esta sala, encontramos uno de los objetos sagrados por excelencia —prosiguió el guía intentando dar un poco más de énfasis a sus palabras a ver si así conseguía captar la atención de los niños—, se trata de la Lanza Sagrada.

El guía hizo una pausa para mirar a los estudiantes convencido de que sus palabras habían conseguido lo imposible, pero nada, todo seguía igual.

—Estoy seguro de que habéis oído hablar de ella, en la iglesia o en clases de religión cristiana, esta es la lanza con la que el soldado Gaius Casius Longinus, atravesó el costado de nuestro señor Jesucristo para así asegurar su muerte cuando fue crucificado. Por ello, se la conoce como la Lanza de Longino y es una de las reliquias más sagradas de toda la cristiandad. Mucha gente no sabe ni siquiera que se encuentra aquí y muchos quedan sorprendidos al enterarse, quizá no se le da la publicidad que se merece, también puede ser debido a que llama mucho más la atención los objetos de oro que aquí se encuentran junto a ella que a la propia reliquia.

El guía hizo una pequeña pausa para comprobar cómo sus oyentes seguían sin hacerle caso.

—El caso es que aquí la tenéis, enfrente de vuestros ojos, la lanza que hizo que saliese tanto sangre como agua del costado de nuestro señor.

La alerta de Nicolás y Carolina se disparó casi como por arte de magia al escuchar esas palabras por parte del guía. Ambos conocían la historia pero no habían caído hasta el momento. Estaba escrito en la biblia que los soldados no optaron por romper las piernas para acelerar la muerte de Jesucristo, ya que cuando llegaron ya se encontraba muerto, así que, para asegurarse, un soldado romano clavó la punta de su lanza en el costado de Jesús para comprobar si realmente había fallecido. De esa herida comenzó a salir sangre y agua.

Sangre y agua.

De manera instantánea recordaron la parte superior del manuscrito.

“La sangre es tan necesaria como el agua para la vida”.

No albergaban duda alguna, ese dato tenía relación con el manuscrito del señor Murray. Decidieron de mutuo acuerdo dar por finalizada la improvisada y gratuita visita guiada. Esperaron a que el susodicho guía acabara de explicar lo que quedaba de sala para poder quedar solos frente a la lanza y analizarla más detenidamente.

Cuando por fin lo consiguieron, se acercaron a la misma para poder verla más de cerca.

La lanza, tumbada sobre una vitrina de cristal aparentemente irrompible y con marcas de huellas dactilares de gente que, sin duda, se había apoyado en el mismo para verla mejor, se encontraba en un estado más que excelente. Eso fue algo que sorprendió muchísimo a los dos jóvenes, ya que no parecía tener los años que le echaban encima al objeto, daba la impresión de que su fabricación era reciente. En la parte central de la misma, había una banda de oro que la recubría, que parecía que la habían colocado en una fecha posterior a la forja del arma, en ella se podía leer una frase en latín.

“Lancea Et Clavus Domini”

—“La lanza y el clavo del señor” —dijo Carolina a sabiendas de que Nicolás necesitaba una traducción instantánea para entender el significado—. La lanza en sí ya parece bastante nueva, pero parece que esta banda de oro se ha añadido después ¿no?

—Así es, quizá esté partida por el medio o algo, quién sabe.

—Necesitamos un poco más de información sobre este objeto, tenemos que buscar en Internet todo lo que podamos encontrar referente a la misma.

—Ok —dijo Nicolás sacando su nuevo y reluciente iPhone 5s del bolsillo, gracias a ese magnífico regalo de Edward podría comprobar casi de inmediato cualquier duda que les surgiera—. Oh mierda, no tengo cobertura alguna, por favor, mira el tuyo por si acaso, si no, esto no puede funcionar.

—Yo tampoco tengo —dijo Carolina mientras comprobaba su teléfono.

—Pues entonces nos toca salir fuera de nuevo, al patio ese de la estatua que hemos pasado antes de entrar por aquí estaba bastante abierto, ahí seguro que tenemos. Una vez allí buscamos todo lo que podamos en la red referente al arma y volvemos a entrar aquí, ¿te parece bien?

—¿Y tú crees que nos volverán a dejar entrar?, en muchos museos no lo hacen una vez que has salido, esto no es una discoteca en la que te puedan poner un sello.

—Mmm, intentaré inventar algo creíble en la entrada del museo.

Los dos dieron media vuelta con toda la prisa del mundo, pero a su vez, intentando que no pudiese notarse esa ansia frente a los ojos de las personas que iban llegando al museo para echar un ojo a la Cámara del Tesoro.

Nicolás, muy astuto, inventó en la entrada que su mujer no se encontraba demasiado bien en aquellos instantes y que necesitaba tomar un poco el aire fuera, en uno de los patios cercanos. Preguntó si en unos minutos podrían seguir disfrutando del museo, pues les estaba gustando tanto que era una auténtica pena no poder ver todo su contenido. La chica que se encontraba vendiendo las entradas no puso objeción alguna ante tal razón y les dijo que, en cuanto se encontrase mejor, podrían regresar para seguir con su visita sin problemas, que tan solo tenían que recordarle la conversación que acababan de tener.

Salieron del mismo y recorrieron el camino de vuelta de una manera casi automática, cuando llegaron de nuevo al Patio In Der Bug, detuvieron sus pasos para poder comprobar si sus terminales tenían la cobertura necesaria para poder navegar por internet.

Así era, la cobertura estaba a tope.

Nicolás entró en el navegador Safari con un toque de pulgar y “tecleó” las palabras: “lanza sagrada Hofburg” para, seguidamente, entrar en el primer enlace que le mostró el buscador, pues le parecía interesante.

—Aquí dice que después de aparecer en la biblia no se volvió a dar testigo sobre ella hasta tiempos de Otón I —dijo el inspector sin levantar la vista de su teléfono móvil.

—Pero eso fue ya en el siglo X si no me equivoco, ¿no? —dijo Carolina bastante orgullosa de saber de lo que hablaba.

—Así es, además dice que la banda que lleva de oro, la que parece ser posterior a su forja, fue puesta por Carlos IV en el año 1350.

—Estaba claro que la banda es mucho más reciente que la lanza, a pesar del extraño buen estado que presenta el arma.

—También dice que debajo de esa banda de oro, lleva otra de plata, que fue puesta por Enrique IV en el 1050, con la inscripción “Clavus Domini”, que significa “el clavo del señor”, que según explica aquí, es por la creencia de que era la lanza de Constantino el Grande, que encerraba como reliquia un clavo usado para la crucifixión de Jesús.

—Pero entonces ¿es o no es la lanza real? —quiso saber Carolina.

—Me parece que no, mira, aquí dice que en 2003 un metalúrgico inglés, llamado Dr. Robert Feather, obtuvo permisos extraordinarios, no solo para examinar la lanza en un entorno de laboratorio, algo que no se había realizado hasta entonces, sino para quitarle las bandas de oro y plata que la mantienen unida. Vaya —hizo una pausa de su lectura—, así que sí está rota en dos pedazos.

—¿Y qué dijo el doctor? No te entretengas en tonterías por favor. —La voz de Carolina mostraba abiertamente el ansia por conocer la verdad acerca de la lanza.

—Perdona, ya sigo, dice que en su opinión y la de otros expertos en la materia, al realizarle las pruebas del Carbono 14, la lanza se data en el siglo VII, por lo tanto me parece a mí que muy verdadera no es.

—Bueno, me parece que no es menester nuestro el averiguar si es la lanza real o no, sino alguna otra cosa, que debemos averiguar qué es.

—Espera, hay más, aquí dice que esta es una de las muchas lanzas que hay esparcidas por todo el mundo, que cada una tiene su historia y que todo el mundo que la posee afirma que la suya es la verdadera, desprestigiando a las demás.

—No debíamos de sorprendernos, lo mismo pasa con la cruz.

—¿Cómo dices?

—Leí una vez que si juntásemos todos las astillas, pedacitos, y trozos de cruz “verdadera” que se afirma que hay esparcidos por el mundo, más que una cruz obtendríamos una bonita casa de madera.

—Vaya, no conocía yo eso…

—Pero bueno, como ya te he dicho antes, no creo que nuestro cometido sea determinar si es la buena o no, seguro que estamos aquí por algo relacionado con la lanza, pero desde luego no eso.

Nicolás le dio la razón.

—¿Quieres que volvamos dentro para ver si vemos algo más?

—Sí, tiene que haber algo que se nos escape, algo que tengamos frente a nosotros pero que no conseguimos ver.

Nicolás comenzó a cerrar la página del navegador en su móvil dándole varias veces al botón atrás mostrado en la pantalla, salió de la aplicación pulsando el botón central y se disponía a bloquearlo cuando le dio sin querer a un icono llamado “Fotos”, vio de inmediato como Edward había cargado una foto del manuscrito en el teléfono.

Se detuvo un momento a mirarlo.

—Un segundo, Carolina —dijo mientras lo miraba fijamente—, ¿podrías hacerme el favor de traducir una vez más el texto de la derecha?, es que aquí no lo tengo en castellano y sabes que el latín y yo…

—A ver, déjame… “para aprender a andar tienes que dar 48206507 pasos hacia adelante, sin descuidar los 16365262 pecadores que a tu derecha dejarás, para entrar el cielo debes aprender a mirar al suelo, pues la salvación puede estar detrás de los héroes, el primer par te lo puede mostrar”.

Cuando Carolina terminó de traducírselo, Nicolás sintió un escalofrío recorriéndole la espalda.

—Mira ahí —dijo señalando hacia las espaldas de Carolina medio sonriente.

—A ver… pone plaza de los héroes, ¿no?, es que el inglés sí que no lo domino muy bien qué digamos.

—Correcto, es ahí donde tenemos que ir —comenzó a andar en esa dirección.

—¿Ahí?, pero ¿por qué? —dijo Carolina siguiéndole de forma casi instintiva.

—Porque lo dice el manuscrito, “La salvación puede estar detrás de los héroes”, la referencia no puede ser más clara.

Carolina lo pensó por un instante, puede que Nicolás tuviera razón, por lo tanto optó por seguirle sin rechistar de manera alguna.