Capítulo 23

Por desgracia ya era habitual su visita a esa habitación, así que cuando entró en la sala de autopsias el doctor Meazza ni levantó la vista del cadáver del sacerdote para mirar a Paolo.

—Guido, por favor, dime que tienes algo o me voy a volver loco —dijo Paolo a modo de saludo.

—Bueno, la verdad es que sí tengo algo. Primero te relato lo habitual, que ha sido la causa de la muerte.

—Degollamiento ¿no?

—Pues no, querido Paolo, estás equivocado. Lleva la misma herida que los otros casos anteriores, en el costado, murió desangrado de la misma, es previa a lo del cuello, el degollamiento es post mortem, un simple gesto para teatralizar la muerte del sacerdote.

—¿El degollamiento es post mortem? —dijo Paolo totalmente extrañado—, quizá sea un acto de sadismo más que, como tú dices, teatralización.

—Normalmente te contestaría que no, ya que en el fondo es un teatrero y quiere llamar la atención con ese rollo de los apóstoles, pero esta muerte me ha hecho dudar de si realmente se trata de un sádico, porque mira lo que ha hecho, le ha sesgado el cuello muy profundamente, casi se lo separa de la propia cabeza, apenas le dejó sujeción a la misma, el caso es que está hecho con una precisión quirúrgica increíble, me parece que nuestro chico sabe lo que hace.

—Entonces sí se trata de sadismo, a ver por qué motivo si no iba a hacer eso.

—Esto es lo que me hace discrepar y, en el fondo, me está haciendo devanarme los sesos seriamente —dio media vuelta y agarró algo que seguidamente le dio a Paolo.

Era un cuchillo de cocina dentro de una bolsita de plástico de prueba policial.

Paolo abrió los ojos como platos mientras cogía la bolsa con dos dedos.

—¿De dónde ha salido esto?

—Verás, esto que te voy a decir es algo sorprendente, pero ha salido de aquí —el doctor Meazza señalaba el cuello del sacerdote—. Estaba incrustado en dirección al pecho, lo curioso es que no ha tocado un solo hueso del interior del sacerdote, como te he dicho antes está realizado con una precisión quirúrgica nada casual. Es un experto en anatomía humana, y eso sólo puede traernos más problemas.

Paolo dio media vuelta y resopló, ese hijo de perra llevaba las riendas de nuevo, cuando ya parecía que había dado un paso atrás. Colocó las manos en su cintura al mismo tiempo que resoplaba, era una costumbre que tenía desde pequeño cuando algo le incomodaba. Ese desgraciado seguía llevándole muchos metros de ventaja.

—Joder —dijo al darse de nuevo la vuelta para mirar a el forense a la cara—, debe de ser el símbolo del siguiente apóstol. ¿Dónde se encontrará el jodido padre Fimiani cuando más le necesito?

—Es verdad, con la excitación de este nuevo cadáver no me había dado cuenta de que habías venido sin tu sombra pegada a tu culo, ¿dónde está?

—Ojalá lo supiera, llevo intentando localizarlo durante toda la tarde de ayer y lo que llevamos de mañana, pero nada, tiene el móvil apagado. Ahora tendré que perder el tiempo yo buscando a qué símbolo pertenece esto —dijo agitando la bolsita—, por cierto, ¿la han analizado?

—Por supuesto, nada digno de remarcar. Por cierto, hay otra cosa en el cadáver que no te he comentado con tanto alboroto. Mira.

El padre Meazza se dirigió de nuevo al lado del cuerpo sin vida del sacerdote.

—Ayúdame a darle la vuelta, sujétale la cabeza, no queremos que se le vaya.

Paolo respiró muy hondo y obedeció, no le apetecía en absoluto tocar el cuerpo del sacerdote muerto, pero no le quedaba más remedio en aquellos momentos. Al darle la vuelta comprobó como el padre llevaba varias heridas más en la espalda.

—Ese cabrón —dijo el doctor antes de que Paolo preguntara por lo que acababa de observar—, le ha cortado la piel y el músculo como en capas, como si fuesen las hojas de un libro o algo parecido.

—¿Un libro?

—Sí, además parece estar hecho con un bisturí, por la precisión en las incisiones, dudo que las hiciera con cualquier instrumento.

Paolo quedó pensativo mirando en dirección a los cortes de la espalda del sacerdote, el forense tenía razón, desde luego aquello parecía un libro.

—Antes se me ha olvidado preguntártelo —dijo el inspector apartando la vista de la espalda y dejando con suavidad el cuerpo del sacerdote apoyado de nuevo en la mesa de exploraciones—, tengo la cabeza hecha un lío con tanto dato y tanta historia, ¿crees que la herida que lleva en el costado, ha sido producida con este cuchillo?

—Lo dudo mucho, la herida es más o menos de la misma anchura, pero no de profundidad, lo he comprobado con un molde que saqué de la herida de la primera víctima, el padre Scarzia, la hoja del arma que ha usado el homicida es ligeramente más larga que la de este cuchillo. De todas maneras comprobaré las otras víctimas, pues tengo un molde de la herida de cada uno, aunque sinceramente lo dudo ya que, si no me equivoco, todas son iguales.

—¿Tienes algo más para mí?

—Me temo que no, inspector —comentó el forense mientras se desperezaba—, ya te lo he contado todo. Yo ya he hecho mi trabajo, ahora te toca a ti llegar más lejos en el asunto y, ojalá llegues.

—Gracias Guido, una vez más gracias.

—Para eso estoy Paolo, hasta la siguiente, aunque espero que no la haya.

Paolo salió de la fría sala y se encaminó una vez más hacia el ascensor que lo transportaría a la soledad de su despacho, tenía que averiguar qué apóstol sería el siguiente en morir y si pudiese ser, el lugar en el que ocurriría el asesinato.

Y de paso dónde coño se había metido el jodido padre Fimiani.