Capítulo 17

Nicolás despertó de uno de más placenteros sueños que recordaba desde no sabía ni cuando. Lo primero que hizo fue analizar la serie de acontecimientos que le habían llevado hasta ese país, y más en concreto hasta esa cama. El reloj marcaba las ocho de la mañana y la noche anterior habían acordado desayunar media hora más tarde de la actual, por lo que pudo tomarse el lujo de quedarse pensando un rato acostado. Con las manos entrelazadas en su nuca, pensaba con los ojos abiertos de par en par, estaba al mismo tiempo ensimismado por sus incesantes cavilaciones y mirando sin parar una y otra vez su habitación.

Aquella estancia, que en un principio tan solo servía para el placentero descanso, era tan grande como todo su piso entero. Tenía, como no, cuarto de baño propio de grandes proporciones, por lo tanto no pudo evitar pensar que con un frigorífico y algo que sirviese para realizar tareas culinarias, una persona podría vivir perfectamente allí dentro, sin necesitar nada más. Decorada como el resto del castillo, de una forma algo antigua pero a la vez exquisita, albergaba muebles de una madera tan sólida que a Nicolás le costaba mucho imaginar cuál podría ser su valor en el mercado. Su cama era enorme, pudo dormir a pierna suelta toda la noche sin miedo a caerse de la misma. Lo antiguo de los muebles que componían la estancia, contrastaban de manera evidente con la tremenda televisión LED de una conocida marca que descansaba encima de un mueble de maderas nobles, el televisor también era más grande del que tenía el propio Nicolás en su piso.

Había dormido como hacía mucho tiempo que no lo hacía, la conversación el día anterior con Carolina había ayudado sin duda a ello. Desde el primer instante que la vio aparecer en el salón donde se encontraba ayer, Nicolás estuvo casi convencido que en algún momento la joven iba a dejar plantados a los caballeros allí presentes, abandonando la sala y regresando por donde había venido.

Pero no fue así, y no solo eso, habían acordado una tregua emocional, aunque fuese algo fingida, para poder llevar a cabo el cometido de Edward de la mejor manera posible, sin dejar que sus sentimientos encontrados interfiriesen en el transcurso de la investigación.

Y hasta aquel momento, todo había trascurrido de esa manera.

Durante lo que quedó de día, ambos se limitaron a seguir el plan que había establecido meticulosamente Edward y, aunque casi no llegaron a hablar el uno con el otro, al menos podían estar en una misma estancia sin que uno de los dos echara a correr preso del pánico por sus emociones.

Aunque reconocía que en más de una ocasión sintió la tentación para hacerlo, pero tuvo claro que para superar toda aquella historia, debía de afrontarla con la suficiente valentía de no cometer ninguna estupidez.

Después de un rato absorto, pensando sobre todo en la posible buena relación con la joven, Nicolás decidió que era hora de arreglarse e ir al encuentro de Edward y Carolina para poder así empezar el día.

Cuando llegó al salón en el cual se habían citado para el desayuno, Nicolás comprobó que tanto Edward como Carolina ya se encontraban allí, sentados, evocando recuerdos acerca del padre de la joven y esperando a Nicolás para comenzar a degustar los ricos manjares preparados por el servicio del multimillonario escocés.

—Buenos días, Nicolás —dijo Edward al percatarse de la presencia de este—, espero que haya dormido bien y que la habitación haya sido de su agrado, Carolina ya me ha comentado que al menos la suya sí lo ha sido.

—Buenos días a ambos, he dormido magníficamente, mejor que en mucho tiempo, la habitación no podía ser mejor, es perfecta.

Tomó asiento junto a los allí presentes y comenzaron a ingerir los alimentos.

El desayuno, compuesto por fruta fresca, unos bollos calientes de lo más variado, huevos revueltos y algunos productos de charcutería, acompañados por té, café, leche y tres clases de zumo, trascurrió sin apenas una conversación interesante, tan solo se escuchaba a Edward una y otra vez hablar de las mil maravillas de su larga, importante y antiquísima estirpe. Una vez se sintieron satisfechos y acabaron con casi toda la comida, los tres tomaron asiento en sendos cómodos sillones.

—Bien, les indicaré brevemente cómo están transcurriendo los acontecimientos. Desde Italia me llegan noticias absolutamente terroríficas, no he querido comentárselo antes pues no quería fastidiar el fantástico desayuno que nos han preparado, pero mis peores presagios se confirman a pasos agigantados. Han hallado un cadáver más, de otro sacerdote, el padre Melia y, posiblemente en estos momentos estén encontrando a otro. El confirmado, emulando la muerte de San Andrés y el otro posible, la de Judas Iscariote, ya no hay duda alguna de que los apóstoles van muriendo uno tras otro, la profecía está en marcha.

—¿Ha salido en las noticias otra vez? Habrá un pánico generalizado en toda Roma —preguntó Carolina sorprendida por lo que estaba comentándoles Edward.

—No, querida, ya les comenté que es importante conocer personas en todas partes y, el dinero es algo que les gusta a todas las personas. No me es muy difícil sobornar a algún policía para que me aporte toda la información que necesito, tengo un canal directo con los Carabinieri que me va informando de todos los pormenores de la investigación, es algo bastante cómodo, se lo puedo asegurar.

—¿Y cómo van las investigaciones? —preguntó muy interesado Nicolás— ¿Saben algo del asesino? ¿Tienen algo en firme?

—Hasta donde yo sé no, el inspector Salvano acaba de descubrir el lugar en el que se encuentra el cadáver ahorcado que representa la muerte de Judas, pero aún no me han comunicado nada más, no conozco ni la identidad del fallecido ni en qué circunstancias se halla el cuerpo, pero como les dije ayer, dejemos ese trabajo en manos de los Carabinieri. Tan solo quería informarles de estos hechos para que vean que no andaba equivocado, todo ha comenzado.

Tanto Nicolás como Carolina sintieron escalofríos en sus espaldas, desde luego esa confirmación no era nada alentadora.

—Bueno, ¿y por dónde podríamos comenzar nosotros dos? —dijo Nicolás sin idea alguna de qué hacer en esos momentos.

—Verán ayer mandé a mi ayudante a una de esas tiendas de informática gigantescas para que comprara dos ordenadores portátiles, para que puedan trabajar desde donde sea, además de dos conexiones a Internet vía módem USB, por lo que dispondrán de Internet allá donde vayan. La cobertura de ambos módems es internacional, por lo que no deben de preocuparse absolutamente por nada, tendrán conexión allá donde quiera que estén. No se preocupen por el idioma del sistema operativo, ya les he mandado cambiar a ambos al castellano para que no tengan problemas, los portátiles están ahí encima. No hace falta que les diga que los portátiles ya son suyos para siempre, incluso cuando acaben su trabajo, digamos que es un pequeño regalo de bienvenida a mi país.

Nicolás y Carolina se giraron para comprobar que, efectivamente, encima de una gigantesca mesa de madera, había dos maletines de portátil esperándolos.

—Muchísimas gracias, Edward, es usted una persona muy atenta desde luego —dijo Nicolás sorprendido por lo meticuloso de los actos de su anfitrión y por la generosidad mostrada por este.

—Hay que serlo si quiere ser algo en esta vida, mi querido Nicolás. Sigamos, deben de empezar cuanto antes, ya les he cargado una copia del manuscrito a cada uno en sus portátiles, intenten poner toda su atención en ellos y por favor, demuéstrenme que mi confianza ciega hacia ustedes dos está más que justificada. Como ya les he dicho anteriormente, dispondrán de absolutamente todo lo que necesiten, no duden en pedirme lo que sea, por grotesco que parezca.

—Gracias, Edward.

—Ah, por cierto, se me olvidaba comentárselo. Al lado de los portátiles tienen dos cajitas con sendos teléfonos móviles de última generación, apenas acaban de salir al mercado, llevan activa también una tarifa de datos internacional para que puedan navegar por Internet en el lugar que se encuentren, supongo que no siempre podrán llevar el portátil en la mano, por lo que les vendrá muy bien estos aparatitos. Yo ahora mismo me dirijo a realizar unos asuntos que tengo pendientes, estaré de aquí para allá durante todo el día, así que si encuentran o descubren algo importante, no duden en llamarme por teléfono móvil para contármelo de inmediato, ya les he grabado previamente mi número en sus nuevos terminales.

—No se le escapa a usted una, Edward, gracias de nuevo, nos pondremos a trabajar enseguida —comentó Nicolás que estaba totalmente sorprendido. Su nuevo jefe era un detallista.

—Gracias a ustedes, amigos, espero sus investigaciones les lleven a donde yo no he podido llegar y consigan frenar toda esta locura, les dejo. David estará todo el día en mi despacho arreglando papeles, es la puerta que hay al final de este mismo pasillo, si le necesitan para cualquier cosa, no duden en pedírselo como si me lo estuviesen pidiendo a mí mismo. Estaré aquí si no pasa nada a la tarde, casi al anochecer, le pediré al servicio que les preparen algo suculento para comer, algo que no sea típico de aquí de Escocia, no creo que sus paladares aguanten un tipo de comida así de nuevo.

Edward comenzó a reír mientras se levantaba del sillón en el cual estaba sentado. Dirigió sus pasos hacia la puerta y con un movimiento de mano lento y armonioso de despidió de los dos jóvenes.

Carolina y Nicolás quedaron de nuevo solos en la estancia, como el día anterior, tras eso, casi de inmediato, se produjo un silencio un tanto incómodo para ambos.

Nicolás decidió que debía de ser el primero en romper el hielo.

—Supongo que deberíamos ponernos de inmediato a investigar, al menos yo no sé ni por dónde empezar, esto no va a ser nada fácil.

—Tienes razón.

Ambos cogieron los maletines de sus nuevos portátiles y comenzaron a abrirlos lentamente, nada más abrirlo, a Nicolás casi se le salen los ojos de las órbitas.

Edward no les había comprado un ordenador cualquiera, se trataba del último modelo del Macbook Pro de Apple, que apenas hacía unas semanas que acababa de salir al mercado, con las nuevas pantallas retina capaces de hacer que sintieses que lo que veías en la pantalla pareciese algo más que una imagen. Era el modelo de 15 pulgadas con el que Nicolás había estado fantaseando hacía una semana con Alfonso, en una pequeña escapada durante la hora de la comida a un mega centro comercial, un modelo valorado en unos 2500€, al menos en España.

—¡Dios mío! —exclamó cuando lo sacó de su funda—, recuérdame que cuando llegue Edward me tire a sus pies a agradecerle el regalo, cuando dijo que nos había comprado un portátil imaginé una gama baja de cualquier pc, no esto, esto es demasiado.

—¿Es bueno?

—No sabes cuánto, llevo toda mi vida soñando con uno de estos, con este ordenador se puede hacer todo lo que te propongas y sin fallos, son máquinas perfectas.

—Pues los teléfonos tienen el mismo simbolito que lleva en su tapa el ordenador.

Nicolás dirigió su mirada de golpe hacia la pequeña caja que reposaba junto a donde estaban los ordenadores y lo vio, Edward también les había procurado un iPhone 5s, el nuevo modelo de teléfono de Apple, que también acababa de salir al mercado, duplicando la potencia de su anterior modelo y con un nuevo sistema operativo, llamado iOS 7, destinado a desbancar a todo lo creado por su competencia más directa. Según tenía entendido el inspector, el modelo se agotó nada más salir a la venta, se notaba que Edward tenía una gran influencia hasta dentro del mundo de las tecnologías.

—De verdad, no puedo creer que Edward nos haya regalado todo esto, sin más.

—Ya dijo que, para él, el dinero no es un problema, el problema lo voy a tener yo para utilizar estos aparatos, si apenas logro hacer funcionar mi teléfono del pleistoceno, no sé como voy a hacerlo con este —dijo la joven con la caja de su nuevo iPhone en la mano.

Ambos sacaron sus nuevos Macbooks de la funda y los dispusieron encima de la amplia mesa que presidía la sala para comenzar.

—¿Y bien? —quiso saber Carolina mirando fijamente a Nicolás, justo después de que el sistema operativo se hubiese cargado del todo.

—¿Bien? ¿Esperas que yo te diga cómo comenzar?

—Tú eres el famoso inspector jefe Nicolás Valdés, es evidente que deberías saber más que yo en temas de investigaciones.

—Y tú la historiadora, este tipo de investigaciones no son mi campo, no tengo la menor idea de cómo empezar, no sé, intentemos escribir en internet las frases del manuscrito a ver qué nos arrojan.

Los dos agarraron sus módems USB y los conectaron en el correspondiente puerto del portátil, ya estaban instalados, por lo que tan solo tuvieron que esperar a que una lucecita comenzara a parpadear, para saber que ya disponían de conexión a internet para buscar lo que necesitasen.

Nicolás explicó a Carolina cómo debía de proceder con el sistema operativo, ya que ella nunca había trabajado con ese tipo de ordenadores. La joven obedeció a todas las indicaciones que le daba el inspector. Ambos abrieron el navegador Safari y comenzaron a escribir, en un conocido buscador de internet que ya estaba predeterminado como página principal la frase que se leía en la parte superior del manuscrito. Probaron tanto en latín como su traducción al castellano, además también lo hicieron en inglés, ayudados por un traductor.

No pudieron hallar nada que pudiera llamar lo más mínimo la atención.

Hicieron lo mismo con la frase lateral, utilizando los mismos idiomas.

Nada.

—Realmente no sé qué es lo que esperamos… ¿Realmente pensamos que vamos a encontrar poniendo estas frases la página web oficial de la sociedad? No sé, podríamos probar www.estamoslocosymatamosgente.com. Si esto fuese tan simple Edward ya lo habría encontrado —dijo Nicolás sintiéndose ya frustrado a pesar de acabar de comenzar.

—¿Y qué propones?, ¿se te ocurre algo mejor? —quiso saber Carolina.

—No, pero estoy seguro de que no estamos haciendo las cosas como deberíamos. Lo primero, no sé qué hacemos trabajando en dos ordenadores distintos, me parece una pérdida de tiempo total, creo que deberíamos hacerlo en uno solo, como hicimos aquella vez.

A Carolina no le gustó del todo como sonaba eso, la idea de sentarse junto al inspector le producía pánico, no sabía cómo podría reaccionar su cuerpo ante tal acto.

—Nicolás, yo… —dijo sin saber si hacía falta que terminase la frase o no para que el inspector la entendiese.

—Te pido por favor que te olvides ya de una vez de lo que haya podido pasar entre nosotros dos. Olvídalo por un instante y trabajemos juntos como corresponde, piensa que ahora somos compañeros en una investigación, nada más, si lo hace así todo será más fácil, créeme. Carolina, está muriendo gente, no sé a qué tipo de locura nos estamos enfrentando pero me temo que esto va mucho más allá de nuestra historia y de lo que haya podido pasar entre nosotros dos.

La joven quedó mirando por unos instantes al inspector, se estaba comportando de una manera tan madura que le recordó al Nicolás que conoció.

—Creo que tienes razón, te pido perdón —dijo agachando la mirada—, esto es difícil, pero es verdad. Debemos trabajar como una sola cabeza, por el bien de la investigación.

—Bien, pues si no te importa, acerca tu silla aquí a mi lado y trabajemos en este mismo.

Carolina obedeció dócilmente y se sentó al lado de Nicolás.

—Bueno, ahora estoy seguro de que sí que podemos trabajar bien. Creo que de la frase superior de momento debemos olvidarnos, aparte de que creo que es bastante clara y no parece encerrar un doble significado. Según nos ha dicho Edward es el lema de la hermandad, supongo que es algo así como un certificado de autenticidad. Seguro que es para que las personas que deseen entrar en la sociedad sepan que ese es el documento correcto y de que van por el buen camino, ¿no crees?

—Sí, de eso estoy segura, además de que está bastante claro que el texto de la derecha, al ser más reciente, es el que nos puede decir algo sobre el camino a tomar. Analicémoslo poco a poco para intentar sacar algo en claro.

Ambos releyeron un documento de Word que habían creado con la traducción al castellano de la frase del lateral derecho del manuscrito.

“para aprender a andar tienes que dar 48206507 pasos hacia adelante, sin descuidar los 16365262 pecadores que a tu derecha dejarás, para entrar el cielo debes aprender a mirar al suelo, pues la salvación puede estar detrás de los héroes, el primer par te lo puede mostrar”

“Para aprender a andar”, esto podría llegar a entenderse como “Para llegar a la solución”, ¿no?

—Supongo que sí, tiene que ser eso —dijo Carolina sin apartar la vista del portátil.

“Tienes que dar 48206507 pasos hacia adelante” —continuó Nicolás leyendo casi de manera automática—, es como si nos quisiera dar una dirección en concreto, pero ¿partiendo desde qué punto?

—¿Puede ser de dónde encontró Edward el manuscrito?, dijo algo de que lo encontró en un monasterio en… ¿Alemania…?

—Podría ser, pero nada nos dice que siempre haya estado ahí, pudiera ser que en el momento que se colocó esa frase ahí el manuscrito se encontrara en un emplazamiento distinto. Los documentos pueden ir de un sitio para otro con una facilidad pasmosa, y si no, mira, ahora se encuentra en Escocia, nadie sabe dónde puede estar dentro de cincuenta años.

—Además, dice que tenemos que dar cuarenta y ocho millones y pico de pasos, pero, eso es incontable para una persona humana, esto tiene que poder traducirse a metros o a alguna otra unidad de medida, es imposible llevar la cuenta de tantos pasos sin perderse, aunque bueno, ahora hay podómetros, pero antes está claro que no.

—Tienes razón, debe de poder traducirse, pero tampoco tenemos una unidad de referencia a la que poder hacerlo, además mira la segunda parte: “sin descuidar los 16365262 pecadores que a tu derecha dejarás” —Nicolás hizo una pausa para tomar aire al mismo tiempo que cavilaba—, creo que nos dice, primero tienes que ir esta distancia hacia adelante y esta distancia hacia tu derecha, creo que lo de los pecadores es una simple forma de expresarlo y ya está.

—¿Tú crees?

—Estoy seguro, es más, estoy seguro también de que el resto de la frase hace referencia a lo que tenemos que hacer una vez estemos en ese sitio.

Carolina quedó sorprendida ante la seguridad con la que afirmaba Nicolás eso último.

—¿Intuición policial?

—Experiencia más bien, no tengo ninguna en este tipo de casos tan… digamos… surrealistas… pero he tratado con algunos pseudoasesinos en serie que han intentado dejar notitas para hacer una especie de búsqueda del tesoro, y en casi todos los casos los mensajes se dividen en dos partes. Primero un “ve allí” y segundo un “ahora haz esto”.

—Impresionante.

Nicolás se ruborizó un poco.

—Bueno —dijo rápidamente Carolina al comprobar que la situación se le estaba tornando incómoda—, pues confiando en lo que dices centrémonos solo en esa primera parte. Ahora nos falta por saber qué son esos números y en el caso de que sean distancias reales, saber desde qué punto se arranca el conteo de las mismas.

—Creo que estamos llegando a punto muerto y vamos a seguir así un buen rato, lo más sensato sería que hiciésemos caso a Edward y comamos algo ahora, eso nos servirá para despejar un poco la mente, ¿no crees?

Carolina asintió.

Aunque sabía que no iba a poder despejar su mente.