Un “no”, no era una respuesta válida a la cálida voz de Edward, por lo tanto ni Nicolás ni Carolina pudieron negarse ante aquella demostración de carisma. Estaba claro que no lo iban a hacer por el dinero, es más, no habían fijado ni siquiera una cantidad por sus honorarios, a pesar de la firme insistencia de Edward en que lo hiciesen. Era la necesidad de ambos de sentir de nuevo la emoción de una investigación de semejante magnitud lo que los impulsaba, sobre todo por parte de Nicolás, lo necesitaba más que nada en el mundo.
Edward había abandonado cortésmente la sala para que ambos pudiesen hablar e intercambiar opiniones sobre lo que se les venía encima, pero de eso había pasado ya media hora y todavía ninguno de los dos había dicho ni una sola palabra, tan solo se limitaban a mirar de un lado para otro, haciendo como que sus pensamientos estaban ocupados en una investigación que ni siquiera habían comenzado.
El ambiente se había enrarecido bastante, parecía que en aquella amplia estancia no hubiese suficiente oxígeno para los dos, según iban pasando los minutos la respiración de ambos se iba acelerando, al igual que sus corazones, que latían a un ritmo desenfrenado.
Carolina aceptó muy a regañadientes la invitación de Edward a visitar su castillo en Escocia, este, de forma muy astuta, había utilizado a su nuevo jefe, el también guardián del tesoro templario Ignacio Fonseca. Se encontraba con él realizando unas excavaciones en el sur de Israel cuando este le comunicó que una persona muy importante de su círculo de amigos necesitaba conocerla en persona y hablar con ella de un asunto un poco complicado. Carolina sabía que si Ignacio le decía aquello es porque realmente debía de ser algo muy importante y aceptó hablar con el extraño vía telefónica.
—Querida Carolina, debo de advertirte que es un personaje algo excéntrico, aunque es una figura muy importante en Escocia —Ignacio, como siempre, la hablaba en un tono completamente paternal.
Carolina recordaba perfectamente cada palabra de aquella llamada.
—Hola, ¿estoy hablando con Edward Murray? —dijo esta al sentir que alguien había descolgado el teléfono al otro lado de la línea.
—Así es, soy Edward Murray, y usted es… —su voz era un tanto desconfiada.
—Mi nombre es Carolina Blanco, llamo de parte de Ignacio Fonseca, me ha dicho que usted estaba interesado en hablar conmigo.
—¡Señorita Blanco! ¡Qué alegría haberla localizado! —El tono de Edward cambió por completo—, estaba ya impaciente por hablar con usted. Verá, voy a serle muy directo, espero su presencia aquí en mi castillo, en Escocia, y la espero con mucha urgencia.
—Pero ¿para qué me necesita? —Carolina no supo ocultar su sorpresa en su tono de voz.
—Verá, es un asunto tan complicado que prefiero explicárselo en persona, por favor, confíe en mí y venga de inmediato, le haré llegar un billete enseguida a Ignacio para usted. Si acaso no confía en mi petición, pídale referencias a Ignacio y comprobará que, si tengo tanta prisa en que venga para acá es porque es un asunto vital.
—Bueno, yo… —Carolina no sabía muy bien que decir ante las palabras del anciano.
—La espero aquí señorita, por cierto, espero no se sienta molesta con lo que le voy a comentar, pero espero también la visita del señor Nicolás Valdés, les necesito a ambos para este requerimiento.
Casi se le cayó el teléfono al suelo cuando esas palabras resonaron en su cabeza.
—Señor Murray no quiero ver… —dijo Carolina con el corazón acelerado al escuchar el nombre de Nicolás después de un año.
—Insisto —cortó rápidamente a Carolina antes de que pudiese decir nada más—, como ya le he comentado, es un asunto vital. Le haré llegar un billete de inmediato en el mejor avión posible. No se preocupe por los gastos, yo los asumo todos. Un saludo, señorita Blanco, nos vemos.
Y colgó.
Carolina no dudó ni un instante en ir en busca de Ignacio para contarle lo que le acababa de pasar y este, no dudó en aconsejarle que fuese tan de inmediato como dispusieran del billete. Según le contó Ignacio, el señor Murray no se andaba con juegos y si la había reclamado con tanta urgencia el asunto debía ser algo de magnitudes increíbles.
Y ahora ahí estaba, con su pasado sentado a su derecha, con ese pasado que tantas solitarias noches y ríos de lágrimas le había costado.
Era más que evidente que no quería estar ahí en esos momentos, pero si lo que Edward decía era cierto, que alguien había engañado incluso a la iglesia para asesinar a su padre y además, ese o esos alguien estaba todavía por ahí sin pagar por sus actos, ella sentía la necesidad de aclarar todo el asunto cuanto antes. Además de que Edward había relatado un auténtico apocalipsis si la supuesta sociedad llegaba al fin del supuesto plan.
No quería mirar a Nicolás a la cara, le costaba horrores ya que no estaba preparada todavía para eso, pero, si tenían que trabajar juntos, codo con codo, no le quedaba otro remedio que hacerlo, le costase lo que le costase.
Decidió que ya era hora de acabar con ese largo e incomodo silencio.
—¿Cómo estás? —dijo al fin con la voz rota y algo dubitativa.
Nicolás sintió una punzada en el estómago, ¿Carolina le estaba hablando realmente o era otro de sus sueños?
—Emmm, bueno… he estado mejor, aunque también es verdad que he estado peor… ¿Y tú?
—Igual, supongo…
—Escucha, Carolina, hablamos como si apenas nos conociésemos, y no es así. Yo también estoy abrumado por la situación, una investigación descabellada, un hombre que acabo de conocer y me he de fiar de él al cien por cien, me encuentro después de tanto tiempo con la persona que más he querido en toda mi vida y que ya no está conmigo… Entiendo cómo te sientes, yo me siento igual que tú, pero tenemos que ser fuertes si queremos trabajar juntos. Debemos dejar de un lado las emociones por mucho que nos cueste y si realmente queremos hacer esto, dedicar toda nuestra atención a cada cosa que descubramos. Si no estamos dispuestos, más vale que tomemos el camino de vuelta a nuestras respectivas vidas y aquí no ha pasado nada, lo dejaremos en un medio dulce sueño.
Carolina se quedó mirando fijamente a Nicolás a los ojos, ¿era la misma persona que hacía un año?, veía un brillo y un fuego en sus ojos que hacía pensaba había muerto. Ese sentimiento le dio una nueva fuerza y tomó una decisión instantánea.
—Tienes toda la razón, Nicolás, sé que va a ser muy difícil, pero ambos somos lo suficientemente adultos para llevar esta situación con la mayor normalidad posible, además, estoy segura de que sin ti no podría resolver nada de todo esto, si acaso lográramos algo, claro está…
Nicolás la sonrió, ni él mismo creía la fuerza que había sacado para decirle lo que le había dicho, en aquellos instantes se sentía una persona totalmente distinta a la que había estado siendo en los últimos meses.
Eso lo agradó.
—¿Entonces la decisión está tomada?, ¿volvemos a ser un equipo de nuevo? —dijo Nicolás sin poder borrar la sonrisa de idiota de su rostro.
—Sí, inspector. Puede comunicárselo a Edward, ya ha conseguido su propósito.
Nicolás salió fuera de la estancia momentáneamente para llamar a Edward y así poder comunicar la decisión que acababan de tomar.
—¿Y bien, mis queridos amigos? ¿Qué han decidido hacer? —dijo con una sonrisa picarona el anciano, como sabiendo la respuesta de antemano.
—Usted gana, volveremos a trabajar juntos, aunque espero sinceramente no hallar nada y que todo esto sean suposiciones suyas.
—Como ya les he dicho, yo también lo espero, no hay nada que desee más.
—Ojalá así sea —dijo Carolina suspirando profunda y lentamente.
—Estupendo, mis jóvenes amigos. Empezarán con todo esto mañana por la mañana, primero se instalarán en sus respectivas habitaciones, allí podrán dejar sus pertenencias y si así lo desean descansar un rato, luego comeremos algo. Verán la de estupendos manjares que tan solo pueden degustar en esta bella tierra, esta tarde les enseñaré un poco del castillo, les contaré algo de su historia y de esta región. Remataremos el día con una estupenda cena. ¿Les parece bien?
Tanto Carolina como el inspector quedaron sorprendidos con el anciano, parecía disfrutar de lo lindo ante la presencia de los dos jóvenes, quizá, a pesar de tener tanto dinero, no recibiese visitas muy a menudo.
—Vaya Edward, lo tiene usted todo más que bien planeado —dijo un esperanzado y renovado Nicolás.
—Así es Nicolás. Soy una persona muy metódica, demasiado diría yo.
El anciano guiñó un ojo al inspector.
Este sonrió ante aquel gesto de complicidad.
Aquello se planteaba interesante.
No podía imaginar cuánto.