Capítulo 12

Nicolás andaba furioso de un lado para otro de la habitación, con los ojos llenos de desesperación al pensar que Edward Murray parecía que se estaba riendo tanto de Carolina como de él mismo. Esa sensación hacía que su rabia creciese por momentos.

—¿Cómo que se sabe más de ellos? ¿Y cuándo pensaba decírnoslo Edward? —dijo al fin el inspector, parándose en seco.

—Perdóneme, Nicolás, pero he creído conveniente explicárselo a ambos de esta manera, estoy contándoles algo sumamente importante y quiero que no pierdan ni un ápice de mis palabras, espero entiendan mis razones.

—No, Edward, lo que parece es que usted está disfrutando de lo lindo con esta situación.

El anciano quedó parado sin decir una palabra, con una expresión de angustia por las acusaciones de Nicolás y negando al mismo tiempo con la cabeza.

—Para nada, le puedo asegurar que si yo estuviese en lo cierto y mis sospechas se confirman, no es ningún juego, pero dejémonos de tonterías y déjenme que les explique qué más sé acerca de ellos.

Nicolás tomó asiento de nuevo, no le quedaba otra, se dispuso a escuchar nuevamente a Edward. Necesitaba escuchar la parte que desconocían.

—Lo que quiero de ustedes y por eso les he reclamado en mi humilde morada, es que lleguen al mismísimo corazón de la sociedad, que se adentren en su mismo seno, convirtiéndose en uno de ellos.

Después de escuchar las palabras de Edward, ni Carolina ni Nicolás fueron capaces de juntar los sonidos necesarios para articular una palabra, tan solo se limitaron a abrir los ojos como platos.

—Veo que se han sorprendido, pues sepan que lo que les digo no es ninguna barbaridad, es posible convertirse en uno de ellos, llevo toda mi vida intentando investigar algo acerca de la sociedad y lo único que he conseguido es esto que les voy a mostrar, miren.

Edward agarró de nuevo el portátil y buscó durante unos instantes en unas carpetas que tenía en el escritorio de Windows 7.

—Aquí está —dijo mientras hacía doble click en lo que parecía ser una imagen en formato jpg—, se trata de un manuscrito del siglo diez, lo encontré, gracias a la inestimable ayuda de su padre y del resto de guardianes del tesoro templario, en un antiguo monasterio en Alemania. Nos costó muchísimo llegar a él, pero aquí lo tienen, contémplenlo.

Al ampliar la imagen tanto Nicolás como Carolina se inclinaron hacia adelante para poder observarla mejor. En ella se podía ver el manuscrito del que hablaba Edward escaneado con una resolución asombrosa. Ambos se detuvieron un instante para ver bien la imagen que tenían frente a ellos.

En el centro del mismo se apreciaba un dibujo algo raro, aparecía un león que se disponía a atacar a un ciervo que, descuidado y ajeno a lo que se le venía encima de un momento a otro, bebía agua tranquilamente en algo parecido a un arroyo. Justo arriba de la imagen aparecía un texto en latín, así como otro texto en la parte derecha del mismo.

—¿Qué quieren decir estos textos?, no entiendo ni una sola palabra de Latín —preguntó Nicolás con la misma cara que pondría un mono ante algo escrito en chino.

—En el texto de arriba hay escrito: “La sangre es tan necesaria como el agua para la vida” —contestó Carolina sin quitar los ojos de la pantalla.

Nicolás no podía creer que le hubiese contestado, aunque realmente no parecía que le hubiese hablado a él, sino más bien parecía una respuesta al viento.

—Eso tiene bastante sentido si nos fijamos en el dibujo, el ciervo bebe agua y está claro que cuando el león lo alcance va a haber un baño de sangre —dijo Nicolás como intentando probar suerte para ver si conseguía que Carolina le dirigiera una nueva frase.

—En eso estamos de acuerdo Nicolás —fue Edward quien habló—, y justamente esa frase ha sido la que me llevó a saber que esto era de la sociedad que pretendo encontrar.

—¿Y eso por qué?

—Verán lo que me faltaba por contarles es que se sabe que tenían un ritual de aceptación, algo parecido a unas pruebas iniciáticas en las que, si se consiguen superar, se demuestra si eres digno o no de pertenecer a la sociedad y acceder a todos sus secretos.

—No me puedo creer que otra vez esté escuchando una frase parecida —dijo Carolina con los ojos casi en blanco mientras respiraba pausadamente.

—Soy consciente de que es justo lo mismo que hicieron hace un año y medio para ser poseedores de la verdad templaria, pero me gustaría que se detuviesen por un momento para poder meditar las implicaciones que tendría si la profecía realmente se lleva a cabo. Actualmente hay más de mil millones de creyentes en la fe cristiana en todo el mundo, saben que los templarios se han encargado de proteger la verdad durante siglos, para que esté ahí para las personas dignas y preparadas para saberla. Pero piensen que hay mucha gente que no lo está, gente frágil que tan solo dispone de su fe para poder vivir día a día. Si dejamos que la hermandad se salga con la suya, acabaremos con las esperanzas de esa gente y todo su mundo se vendría abajo.

Ambos sopesaron las palabras de Edward, tenía razón, sería algo casi apocalíptico pues hay gente que basa toda su vida en sus creencias y, ¿qué pasaría si descubriesen de golpe y porrazo que todo es una mentira? Sus vidas acabarían completamente destrozadas y sin nada en qué creer, crearía una crisis de fe sin precedentes y con unas consecuencias posiblemente aterradoras.

¿Cómo reaccionarían las personas que han sufrido en sus carnes guerras y matanzas a causa de la religión?, ¿y esas familias de niños que han visto abusos desde muy cerca y no han podido hacer nada porque esas personas que cometieron los delitos estaban incluso por encima de la ley y de la moralidad? Si toda esa gente se revelase, podría ocurrir un caos casi sin solución.

—Veo que lo están pensando y eso me alegra, pues les hará implicarse más en el asunto.

—Un momento —Nicolás interrumpió a Edward—, ¿y cómo sabe usted que este manuscrito tiene algo que ver con la sociedad?

—Una pregunta de fácil respuesta, es lo que quería decirles hace tan solo unos momentos, cuando les he contado lo de las pruebas iniciáticas. La frase que aparece encima del dibujo, es su lema.

—¿Y no puede ser una mera casualidad? —dijo Carolina intentando convencerse de que todo podría tratarse de una simple locura.

—Usted más que nadie sabe, Señorita Blanco, que las casualidades no existen. Estoy totalmente seguro de lo que hablo, este manuscrito pertenece a la sociedad e inicia el camino hacia las “pruebas de admisión”.

—Supongamos que todas sus suposiciones son correctas, que todo lo que nos cuenta es verdad y que usted tiene razón, ¿qué podemos hacer ahora nosotros? Yo al menos no sabría ni por dónde empezar —dijo Nicolás.

—Quizá el texto escrito a la derecha resuelva su duda, Nicolás.

—No parece que haya sido escrito en la misma época, la tinta no es la misma —dijo el inspector fijándose bien en los trazos de la escritura.

—Exacto, se añadió después y eso también tiene una explicación muy sencilla, me consta que el ritual de iniciación a la sociedad ha cambiado varias veces a lo largo de la historia, supongo que para prevenir de gente que conociera las pruebas porque las habían hecho sus antepasados y así hacer que cada uno se gane su entrada en la sociedad, es como las recomendaciones que hacen los bancos de que cada cierto tiempo cambiemos nuestros números secretos de operaciones para prevenir ciertos fraudes.

—Tiene su lógica…

Carolina, que parecía estar ausente, casi ni pestañeaba mirado fijamente el ordenador de Edward, de repente, y sin que nadie lo esperase, comenzó a leer en voz alta el texto del lateral del manuscrito.

—El texto del lateral dice esto: “para aprender a andar tienes que dar 48206507 pasos hacia adelante, sin descuidar los 16365262 pecadores que a tu derecha dejarás, para entrar el cielo debes aprender a mirar al suelo, pues la salvación puede estar detrás de los héroes, el primer par te lo puede mostrar”. ¿Qué querrá decir esto?

Edward escuchaba cada palabra y movía sus labios al mismo tiempo que Carolina pronunciaba cada palabra, demostrando que lo había leído tantas veces, que ya lo conocía de memoria.

—Eso es lo que quiero que averigüen mis amigos, precisamente para eso les he hecho venir, yo lo he intentado durante muchos años por activa y por pasiva, pero no he conseguido absolutamente nada, cuando parece que estoy a punto de sacar algo en claro, todo se me desmonta enseguida, es sin duda el acertijo más difícil al que me he enfrentado en toda mi vida, y les puedo asegurar que este no es el primero.

—¿Y de verdad cree que nosotros sí somos capaces de poder resolver este enigma si ni siquiera usted ha podido en todo este tiempo?

—Ambos poseen una mente extraordinaria por separado y, no hace falta que les recuerde lo que son capaces de hacer si trabajan juntos, sé que va a ser muy complicado debido a su difícil situación personal, pero les pido que olviden sus diferencias para intentar ayudarme con este asunto. Las consecuencias de lo que ocurriría si todo llega al final podrían ser absolutamente nefastas.

Carolina quedó pensativa, no le hacía mucha gracia la aventura propuesta por el anciano, pero pensó que quizá se lo debiese a la memoria de su padre.

—Ustedes ponen el precio que quieran, no va a ser problema alguno para mi bolsillo, dicho esto, ¿me ayudan?