Capítulo 10

Escucharon atónitos la afirmación que Edward acababa de soltar por su boca, ambos coincidían en sus pensamientos en que aquel anciano no debía andar demasiado bien en temas de salud mental.

—Debe estar usted de broma —dijo Carolina mientras se levantaba y se dirigía directamente hacia la puerta, agarrando la maleta y llevándola consigo—, no sé ni por qué he venido, es usted un auténtico chalado y yo una imbécil por dejarme convencer.

—Espere, señorita Blanco, no, no estoy en broma, soy consciente de que mis palabras pueden sonar a guasa, pero no es así, se lo aseguro.

—¿Que no es una guasa? —le recriminó dándose la vuelta—, mi padre murió y fue enterrado hace algo más un año y medio, ya investigamos su muerte y el caso quedó absolutamente resuelto, no entiendo por qué ahora me sale con esas historias —la voz de Carolina denotaba una profunda ira.

—Escúcheme por favor, le ruego que vuelva aquí con nosotros y tranquilamente le explicaré los motivos de las palabras que han salido de mi boca, pero le aseguro que no es una broma ni intento jugar con usted… bueno… con ustedes dos, déjeme explicarle por favor.

Carolina quedó pensativa por un momento, su cara daba miedo debido al tremendo enfado por el que estaba pasando, pero poco a poco su expresión fue cambiando a la duda, una vez más la persuasión de Edward había dado resultado.

Decidió volver a sentarse con ellos, aunque seguía desconfiando enormemente de las intenciones de ese anciano.

—Me alegra que haya decidido escucharme, señorita Blanco, espero no defraudarla con mi explicación, es más, estoy seguro de que no lo haré.

Carolina se limitó a asentir.

—Bien, ahora que he conseguido que ambos me escuchen de nuevo, les contaré la situación. Soy consciente de que su padre fue asesinado hace más de un año y medio, señorita Blanco, y sobre todo, soy consciente de la investigación que ambos llevaron a cabo para esclarecer su muerte. Debo decirles que con lo que ustedes investigaron, el crimen quedaba resuelto, yo mismo así lo pensaba hasta el día de ayer.

—¿Y qué pasó ayer que le hizo cambiar de opinión? —preguntó Nicolás enarcando una ceja.

—Por favor, David, hágame el favor de traerme el ordenador portátil, debo mostrarles la razón por la que les estoy contando todo esto.

El asistente obedeció fielmente y le trajo un portátil que descansaba encima de una mesa pequeña en el fondo de la habitación. Edward lo cogió y buscó hábilmente una página en Internet, cuando al fin la encontró, se la mostró a Nicolás y Carolina.

—Esto me hizo cambiar de opinión.

Ambos se fijaron en la página, era una noticia acontecida ayer, pero la página estaba escrita en italiano y ninguno de los dos comprendía lo que ponía. Lo que no hacía falta ser un lince para comprender era el significado de la foto que aparecía en la noticia, en ella, aparecía un sacerdote crucificado al revés. A Carolina se le vino a la cabeza de inmediato el recuerdo de su padre y el día que lo vio muerto en el salón de su propia casa.

—Vaya —dijo Nicolás impresionado—, debo de reconocer que no esperaba algo así, la muerte se parece a la del señor Blanco, pero no sé qué tiene que ver una con la otra, además, está al revés de cómo encontramos el cuerpo del señor Blanco.

—No, no es eso. No es porque se parezca un crimen a otro, ahora que ya les he enseñado la foto, puedo proceder a explicarles todo el asunto, relájense pues es algo que no es fácil de contar.

—Está bien, proceda —dijo Carolina.

Edward tomó aire.

—Bien, como ya averiguaron la Iglesia estaba detrás de la barbarie que cometieron con su padre y, concretamente un cardenal que acabó también muerto, pero ¿y si les dijera que ese cardenal tan solo era un títere?

—¿Intenta decirnos que tras algo tan poderoso como la Iglesia todavía hay algo más potente que maneja sus hilos? —preguntó Carolina.

—Sí, no albergo duda alguna, la foto que acaban de ver me lo ha confirmado, les sigo explicando. Al principio todos pensamos que con la muerte de su padre el vaticano quería encontrar el tesoro templario y destruirlo pues ya comprobaron con sus propios ojos que ese tesoro podría haber destruido la iglesia romana para siempre. Pero ese nunca ha sido realmente el propósito de la orden, pues bien saben que lo único que quieren es honrar la figura de Jesús y María Magdalena y preservar durante todo el tiempo que puedan los documentos y evangelios que demuestran la verdadera historia. Si la orden quisiera destruir a la iglesia ya lo hubiese hecho.

—Sí, ¿y? —Carolina cada vez se mostraba más irritada y ansiosa, su voz demostraba que no le iba a pasar ni una a Edward en sus explicaciones.

—Pues verán, les he dicho que el cardenal solo fue un títere porque fue engañado por una sociedad secreta casi tan antigua como la misma iglesia y que tiene como objetivo acabar con ella.

—¿Acabar con la iglesia?

—Así es, por eso querían localizar el tesoro templario, les es necesario para poder acabar con ella, es evidente y no creo que haga falta que les explique cómo podrían hacerlo.

Ambos asintieron.

—Por esa razón engañaron al cardenal haciéndole creer que estaban de su lado, que su objetivo era común, pero realmente era todo lo contrario, no pretendían ayudar a la iglesia con la destrucción del tesoro, pretendían hacerse con él para justo lo contrario.

—¿Entonces qué quiere decir? ¿Que todo era una mentira?

—Para nada, no cambia nada la investigación que llevaron, todo era real, tan solo que estábamos equivocados en el malo de la película, había alguien por encima que en todo momento se mantuvo a la sombra y consiguió no salir a la luz.

Carolina y Nicolás no paraban de negar una y otra vez con la cabeza, como si intentaran autoconvencerse de que las palabras de Edward no eran reales.

—Usted ha dicho qué se trata de una sociedad secreta, pero ¿qué se sabe de ellos? —preguntó Nicolás acomodándose de nuevo en su asiento.

—Poco, apenas nada, tan solo sabemos que existen y cuáles son sus intenciones, han conseguido pasar ocultos y desapercibidos a los ojos de todo el mundo durante toda la historia, pero me temo mucho a que han empezado a mostrarnos algo.

—¿A qué se refiere?

—Todo tiene que ver con la fotografía que han visto ustedes, lo único que sabemos de ellos es su profecía.

—¿Su profecía? —dijeron casi a la vez Nicolás y Carolina extrañados.

—Correcto, su profecía dice que tras la muerte de los apóstoles pecadores, revelarán al mundo las pruebas de que todo en lo que se basa la fe cristiana es una farsa. La muerte de los apóstoles ya ha comenzado, como han visto, ayer murió San Pedro.

Tanto Nicolás como Carolina entendieron las palabras de Edward enseguida, San Pedro murió crucificado al revés, al igual que aquel sacerdote.

—¿Y si está equivocado y se trata simplemente de un demente? Quizá todo sea producto de la casualidad —replicó Nicolás algo abrumado por los acontecimientos—. No podemos aventurarnos de esa manera, al día ocurren miles de asesinatos y me parece que usted se está lanzando demasiado deprisa, conviene ir con más cautela ante un asesinato.

—Miren, aquí solamente puede pasar dos cosas, una, que tenga razón y que este asesinato sea el origen de la temida profecía. Si es así y me ayudan quizá podamos detenerlos a tiempo, ya lo hicieron una vez y estoy seguro de que podrán una vez más.

—¿Y la otra cosa?

—Que esté equivocado, cosa que me encantaría, que como Nicolás dice, esto tan solo sea un acto de un demente y que no tenga nada que ver con la historia que les he contado. Si fuese de esta manera, aún así necesito su ayuda para asegurarme, solo sabiendo que ambos llegan a la conclusión de que estoy equivocado podré dormir tranquilo.

—A todo esto, usted ha dicho, bueno y nos ha demostrado, que conoce todos los detalles de nuestra pequeña, digamos… aventura. Ya sé que nos ha dicho que usted tiene ojos en todos lados, pero me gustaría saber con exactitud cómo lo sabe todo.

Edward comenzó a sonreír.

—Me sorprende de veras que no hayan llegado ya ambos a esa conclusión, desde hace una tira de años, ya casi ni me acuerdo, soy uno de los guardianes del secreto templario. Mi edad me impide estar al pie del cañón como los otros guardianes, pero les presto mi apoyo económico, proteger el tesoro, aunque no lo crean, conlleva una serie de gastos bastante altos para un bolsillo normal y como han podido ver, el mío, no es un bolsillo corriente, mi familia me dejó un gran legado que está ayudando a la causa en todo lo que puede.

Nicolás quedó pensativo ante las palabras de Edward, tenía razón, tanta tecnología como tuvieron la oportunidad de ver seguro que no se pagaba sola, de algún lado tenía que salir ese dinero, ya que el tesoro templario no consistía en doblones de oro ni en obras de arte de incalculable valor.

Carolina se puso en pie y dio la espalda tanto a Edward como a Nicolás, pensaba, más de lo que lo había hecho en los últimos meses. ¿De verdad todo esto estaba pasando? Y si era así y aceptaba ayudar a Edward, ¿podría estar de nuevo al lado de Nicolás, volver a tener su presencia cerca? Ya había pasado un año desde su marcha y, aunque tenía claro que no volverían a estar juntos, tenía miedo a que ambos confundieran sus sentimientos por la proximidad del uno con el otro, quizá eso fuese más duro que la propia búsqueda de la hermandad.

—¿Y bien señorita Blanco? ¿Tiene ya alguna respuesta que darme?

Carolina se giró bruscamente.

—¿Entonces exactamente que quiere? ¿Que vayamos a Roma y busquemos a la persona que ha cometido ese crimen para que nos lleve hasta la mismísima sociedad?, creo que eso es algo demasiado complicado para nosotros dos.

—No, para nada, ya hay un inspector italiano, y me consta que muy bueno, investigando el caso de los asesinatos. Confiemos en que él se ocupe de esa parte.

—¿Entonces? —preguntó la joven con los hombros encogidos.

—Me temo que aún hay algo que no les he contado —dijo Edward con una semisonrisa.

—¿El qué?

Nicolás y Carolina estaban expectantes.

—Aún se sabe un poco más acerca de ellos.