Paolo se despidió del forense y se llevó con él las pruebas halladas en el cuerpo del sacerdote, las fotos y el papel que había dentro del envoltorio, además del informe con la causa de la muerte y el examen del cuerpo que había hecho el médico.
Mientras iba por el pasillo para tomar el ascensor que le devolviera a su despacho, pensó una vez más en el contenido del papel.
La frase era corta, sencilla y concisa.
Eso quizá fue lo que más inquietó al romano.
“Tan sólo los que miran por debajo de nuestro señor pueden seguir mis pasos”.
Estaba escrito con lo que parecía una vieja máquina de escribir, por lo tanto no podían someter el texto a un examen grafológico para intentar saber algo más sobre la personalidad del asesino, aunque solo por ese hecho, ya demostraba ser alguien lo suficientemente inteligente.
Paolo sintió una gran frustración por el desarrollo de los acontecimientos.
Aquello no había hecho más que empezar y parecía que ya se le estaba escapando de las manos.
Se marchó directo a su despacho, habiendo advertido previamente a un subinspector que tenía su mesa cerca de su puerta que necesitaba un rato a solas y no quería ser interrumpido por absolutamente nadie, necesitaba escuchar tan solo sus pensamientos.
A ver si conseguía ordenarlos.
Tiró de golpe las fotos, el informe y el papel sobre su mesa y se dejó caer en su silla. Aquel caso era el típico que le hacía perder el buen humor que solía caracterizarlo, por lo tanto el mal carácter que tenía siempre que debía enfrentarse a algún listillo al que le gustaba jugar con la autoridad vino a él como por arte de magia. Para su desgracia ya había tratado con varios asesinos en serie y según parecía a todos les gustaban demasiado las películas de detectives de Hollywood, pues intentaban imitarlas con mejor o peor suerte, pero al fin y al cabo hacían perder el tiempo a Paolo y su equipo mientras ellos se lo pasaban en grande matando a pobres inocentes.
Esa era la parte negativa de su trabajo, pues de mientras ese loco se lo pasaba pipa, seguían llegando muertes.
Después de reconocer él mismo su inmenso mal humor, decidió que debía de ponerse de inmediato a intentar dilucidar qué significaba esa cruz pintada en la espalda del sacerdote con esos círculos y sobre todo qué quería decir el homicida con aquella frase.
Estuvo un buen rato mirando una y otra vez las fotos y el papel sin conseguir sacar nada en claro, buscó varias veces en Internet para ver si encontraba algún tipo de información acerca de esa cruz pero cada página que visitaba, o no tenía nada que ver con asuntos religiosos o eran auténticas y absolutas estupideces. Con la frase tenía algo más de esperanza, pues esperaba que fuese algún tipo de cita bíblica que le indicara cual era el siguiente paso a seguir.
Estuvo buscando un buen rato, pero la frase, al parecer no venía en la Biblia.
Siguió durante bastante tiempo estrujándose los sesos en busca de la respuesta que no llegaba, cuando alguien lo sacó de sus pensamientos tocando su puerta y asomando su cabeza en el interior de la estancia.
—Inspector Salvano —dijo el subinspector al que previamente había dicho que no quería ser molestado—, siento importunarle, pero hay alguien que necesita verle enseguida, dice que es urgente.
—¿Es que acaso antes no he hablado con suficiente claridad? —contestó Paolo bastante irritado—, no hace mucho que le he dicho que necesito estar solo, la frase creo que no es tan difícil para olvidarla.
—Perdóneme, de verdad, pero insiste mucho en verle, ya le he dicho que está ocupado pero nada.
—Pues que deje un número de teléfono móvil y luego le llamaré, tengo asuntos muy importantes que resolver en estos momentos.
El inspector volvió su mirada hacia las fotos, dando de esa forma la discusión por conclusa.
—Si ya se lo he dicho —el subinspector siguió tratando de conseguir la atención de Paolo—, pero no para de insistir, verá… es un sacerdote que dice que le ha enviado el vaticano para no sé qué asunto.
Paolo levantó de nuevo la mirada y resopló, estaba ya bastante harto de que los Carabinieri tuvieran que poner siempre buena cara ante la Santa Sede.
—Está bien, dígale que pase —dijo resignado, si echaba a ese hombre de la sede, al final se ganaría una buena reprimenda por parte de su jefe.
La puerta se abrió del todo y entró al despacho un hombre muy alto y delgado de tez pálida y ojos saltones, vestía con sotana y portaba un maletín, Paolo estimó que no tendría más de 40 años.
—Soy el padre Fimiani —dijo a modo de saludo—, me envía personalmente su santidad, para ayudar en todo lo que sea posible en la investigación que están llevando a cabo sobre la muerte del padre Scarzia.
Paolo midió sus palabras para intentar que sonaran lo más cordiales posibles.
—Encantado, padre Fimiani, yo soy el inspector jefe Paolo Salvano, verá, es todo un honor que su mismísima santidad nos haya honrado con enviar a uno de sus sacerdotes para ayudarnos, pero en estos momentos es algo que no necesitamos. Tenemos un fantástico equipo trabajando en el caso y yo personalmente me estoy ocupando de él, por lo tanto siento mucho que haya venido para nada.
—Me temo que no me voy a marchar, inspector, las órdenes del santo padre han sido muy claras y aceptadas por sus superiores, por lo tanto necesito que me ponga al corriente sobre lo que ha hallado al examinar el cuerpo del padre Scarzia, pues estoy seguro de que en algo puedo servirles de ayuda.
Paolo maldijo los modales en su interior, deseaba echar al sacerdote de su despacho pero sabía que si su jefe había aceptado, no le quedaba más remedio que callar, al menos de momento.
—Tome asiento, por favor —dijo Paolo al ver que nada podía hacer en aquellos momentos.
El padre Fimiani obedeció y tomó asiento en una silla metálica con el respaldo acolchado que se encontraba frente a la mesa del inspector.
—Verá padre, no tengo mucho aún que contarle, nuestro forense ha determinado que la muerte del padre se ha producido por una herida en el costado que le ha hecho desangrarse, se han hallado en unos análisis una gran cantidad de relajantes y tranquilizantes que dejaron al sacerdote fuera de combate y sin posibilidad de reacción cuando le clavaron el arma homicida. Lo más inquietante del asunto es que en la espalda del padre Scarzia hemos encontrado esto —dijo extendiéndole las fotos al sacerdote—, yo he intentado buscar información en la red acerca de la cruz pero no he podido hallar nada, ni siquiera sé si realmente significa algo…
—¡La cruz de los apóstoles! —dijo con una evidente sorpresa el padre Fimiani—, le han dibujado en la espalda la cruz de los apóstoles.
—¿Cómo dice? ¿Ha dicho cruz de los apóstoles? —dijo Paolo asombrado por la rapidez en la que el sacerdote había identificado la cruz.
—Se trata de un símbolo muy antiguo que representa a los doce apóstoles y a nuestro señor Jesucristo, es un símbolo que apenas conoce la gente, desde luego el asesino no es ningún ignorante.
—¿Y dice que esta cruz representa a los apóstoles?
—Claro, los doce círculos pequeños son los apóstoles y el círculo mayor representa a nuestro señor.
—Siempre había oído que todos los días se aprende algo nuevo, he aquí un ejemplo.
—Le dije que en algo le serviría de ayuda, inspector, lo que no pensé es que fuese tan rápido.
Paolo tampoco había llegado a planteárselo, tuvo que tragarse sus palabras una a una. Al final el padre parecía que le había caído del cielo.
—Pues bien, ya que usted ha sido tan rápido en la resolución de ese enigma, le propongo otro, mire esta frase a ver si es capaz de identificarla en algún pasaje de la Biblia, yo desde luego ya he buscado y creo que no.
Le pasó la nota.
—Efectivamente, no aparece en la Biblia —dijo el sacerdote mirando fijamente el papel—, y me temo que no puedo identificarla con nada, creo que es la primera vez que veo esta frase en mi vida sacerdotal.
—Me lo temía, la frase es lo que más quebraderos de cabeza me da, estoy seguro de que el asesino intenta con ella decirnos cuál va a ser su siguiente paso, pero no puedo ver a través de estas palabras como me gustaría.
—Siento no poder serle de ayuda en este sentido, inspector, de veras que lo siento.
Paolo asintió varias veces mientras miraba el techo de su despacho pensativo.
Ambos pasaron unos minutos sin hablar, cada uno en su propio mundo pensando en las posibilidades que ofrecía la frase para su resolución, los dos estaban convencidos cada vez más de que ocultaba algo entre sus letras, ¿quizá un anagrama?, el inspector ya había considerado esa posibilidad y, aunque había tratado de reordenar las letras sin éxito alguno, más tarde le pasaría la nota al departamento criptológico para ver si ellos podían otorgarle algún sentido a la misma.
De repente, todavía absorto en sus propios pensamientos, Paolo comenzó a agitarse.
—Ha dicho usted que la cruz representa a los doce apóstoles mediante los círculos pequeños y a Jesucristo con el de mayor diámetro, ¿verdad?
—Así es, pero no comprendo a dónde quiere ir a parar —dijo Fimiani con la ceja enarcada.
—La frase dice que tan solo los que miran debajo de nuestro señor pueden seguirle, es decir, los que miran debajo de Jesucristo podrán saber los pasos del asesino.
—Visto así…
—Sígame.
Los dos salieron del despacho a toda velocidad, Fimiani siguió al inspector como podía, Paolo fue directamente a buscar al subinspector con el que se había encontrado el día anterior en la escena del crimen. Lo encontró sirviéndose un café junto a la máquina.
—¿Dónde está la cruz en la que estaba clavado el padre Scarzia?
—Está en la planta de pruebas de asesinatos, ya la han analizado sin encontrar nada que nos pueda ayudar y según tengo entendido la desmontarán esta tarde para destruirla una vez el fiscal considere que no tiene importancia alguna en la investigación.
Sin decir palabra alguna y ante el asombro del subinspector, Paolo, seguido muy de cerca por el padre Fimiani, guio sus pasos rápidamente al ascensor que le llevaría a la planta en la cual se guardaban las pruebas de asesinato para ser analizadas por el equipo criminalístico.
—Todavía no comprendo qué es lo que pretende, inspector Salvano —dijo el padre Fimiani con la lengua casi fuera tras correr detrás del policía.
—Lo verá enseguida padre, no se preocupe.
El ascensor se detuvo en la planta de pruebas y ambos salieron de él.
—Antes de entrar, padre, debo de advertirle que le voy a dejar pasar sin apenas conocerlo en una zona absolutamente restringida para todo aquel que no sea miembro de esta unidad, no sé si me estoy explicando con claridad.
—Meridiano, inspector, puede estar tranquilo, no tocaré nada.
Paolo dirigió sus pasos directamente a la sección en la cual sabía que se encontraría la cruz pues ya había pasado por ahí a primera hora de la mañana a firmar varios documentos sobre ese crimen.
Allí estaba, impresionante y llena de sangre, la cruz en la que habían hallado el día anterior al padre Scarzia, el padre Fimiani no dudó en santiguarse nada más verla, estaba apoyada en una estantería vacía.
—Padre, ayúdeme a ponerla con cuidado en el suelo, no se preocupe por tocarla, ya ha sido procesada y además la sangre ya está del todo seca.
El sacerdote obedeció y la colocaron con sumo cuidado en el suelo, Paolo no dudó un instante para tirar del madero pequeño hacia fuera para desencajarlo del otro.
—¿Qué hace, inspector?, la va a romper.
—No se preocupe, como ya le he dicho ya está procesada, ya no sirve para nada.
Paolo siguió tirando del madero pequeño con la esperanza de poder arrancarlo.
—La verdad es que usted sí que ha ayudado respecto a lo de la frase también.
—No le sigo en absoluto —dijo un desconcertado padre Fimiani.
—Verá —dijo mientras pegaba otro tirón y comprobaba que la madera empezaba a ceder poco a poco—, usted dijo que el círculo mayor representa a Jesucristo…
—Así es…
—Y Jesucristo en el dibujo se encuentra justamente en el centro de la cruz, donde se cruzan los dos maderos.
Entonces el padre Fimiani comprendió lo que Paolo intentaba explicarle.
—Por lo tanto si aplicamos la frase —continuó el padre Fimiani ya seguro de lo que Paolo estaba haciendo—, buscaremos debajo de Jesucristo en el sentido más literal, y como ya supongo que habrán investigado la cruz por bajo y no han hallado nada, tiene que ser en la intersección de los dos maderos.
—Efectivamente, veo que las pilla al vuelo.
—Déjeme ayudarle a ver si entre los dos…
El sacerdote ayudó a Paolo hasta que ambos consiguieron sacar el madero pequeño y revelar lo que había debajo.
Los dos se quedaron mirando fijamente los dos pequeños objetos que aparecieron a continuación, en circunstancias normales no hubieran prestado atención si no se hubiesen hallado sumergidos en esa investigación, pero los objetos estaban ahí, frente a ellos y para ambos estaba claro lo que significaban.
Una pluma de gallo y dos raspas de pescado unidas, formando una cruz.
El primero en hablar fue Paolo.
—Era lo que me temía desde el primer momento que vi la escena, la muerte del padre Scarzia es la muerte de San Pedro, ahora la cruz de apóstoles y la pluma de gallo, solo hacen más que corroborarlo.
El padre Fimiani se quedó un momento parado sopesando las palabras de Paolo.
Seguidamente decidió hablar.
—Así es, el gallo es el símbolo de San Pedro y las raspas de pescado estoy seguro que hacen alusión a San Andrés, cuyo símbolo son dos peces cruzados.
Paolo asintió.
—Bueno, ya sabemos cómo va a morir el siguiente, falta saber quién y dónde.
El inspector cerró los ojos, como si estuviera esperando una intervención divina.
Realmente la necesitaba.