2.191 DÍAS

La II Guerra Mundial, la de los 2.191 días, culminó, el 1 de septiembre de 1939, los ciento cincuenta años de historia abiertos con las guerras napoleónicas. Fue el conflicto de la era post-industrial y de la alta tecnología, a través de batallas de masas de hombres y material de una enorme potencia destructiva. La Revolución Francesa dio el primer plazo. Los ejércitos se hicieron enormes y las grandes batallas, frecuentes. La Revolución Industrial puso en manos de esos hombres armas de una abrumadora capacidad para matar. La artillería y las ametralladoras de la I Guerra Mundial dieron paso a otros instrumentos más modernos de lucha. Durante milenios, las guerras se libraron en dos dimensiones, en el mar y en la tierra. Después de 1945 habían ganado la tercera, el aire, con los misiles balísticos alemanes V-l y V-2, que cayeron sobre Gran Bretaña, y los bombarderos de largo alcance. La actuación de las guerrillas, por otra parte, envolvió en el combate a millones de civiles y, por último, la bomba atómica amenazó las bases mismas de la civilización.

La guerra de guerrillas (modernizada por los españoles frente a Napoleón), de sabotaje y resistencia, apuntó hacia lo que ocurriría después de 1945 en el tercer mundo. En Vietnam, Argelia, Malasia o Afganistán los guerrilleros sabían cómo hacer frente a la potencia de fuego de los ejércitos regulares. Durante la II Guerra Mundial los civiles sufrieron más que los militares. El precedente del genocidio fue la matanza de armenios por los turcos en 1915. Fueron sobre todo los judíos quienes sufrieron las consecuencias de la política de genocidio dictada por la cúpula nazi, pero también otras minorías, los «infrahombres», como llamaban los nazis a las «razas inferiores», entre las cuales estaban incluidos los gitanos, los eslavos y otros. También nuestros compatriotas, los españoles republicanos, sufrieron encerrados en los campos de exterminio.

Un nuevo periodo negro cayó sobre la tierra. La fachada de la civilización se derrumbó del mismo modo que las invasiones bárbaras del pasado barrieron todos los avances logrados en el antiguo mundo mediterráneo. El coste de la victoria fue inmenso, pero la alternativa habría sido aún más horrenda, en un mundo dominado por la barbarie nazi y fascista, desde Europa hasta los confines de oriente.