La Altavía que unía Nueva Chusan y la Zona Económica de Pudong era la razón de la existencia de Atlantis/Shanghái, al ser en realidad una gigantesca Toma sostenida por enormes soportes montañosos a cada lado. Desde el punto de vista de la masa y flujo de capital, el territorio físico de Nueva Chusan, un pulmón de coral inteligente que respiraba en el océano, no era ni más ni menos que la fuente de la economía de consumo de China, y su única función arrojar megatones de nanocosas a la continuamente ramificada red de Tomas del Reino Medio, que llegaba a millones de nuevos campesinos cada mes.
Durante casi toda su longitud, la Altavía pasaba rozando el nivel de marea alta, pero el kilómetro medio se elevaba para dejar pasar a los barcos; y no es que ya nadie necesitase realmente barcos, pero algunos cuantos patanes y algunos tour operadores creativos todavía iban y venían por el estuario del Yangtsé en montones de basura, que tenían un aspecto precioso bajo el arco catenario de la gran Toma; tocando la cuerda del choque entre lo antiguo y lo moderno para los devotos de la visión del mundo de National Geographic. Cuando Hackworth alcanzó el apogeo pudo ver Altavías similares que unían las afueras de Shanghái con otras islas. La Nano Nipona tenía el aspecto del monte Fuji, un cinturón de edificios de oficinas que bordeaban la costa, casas por encima, cuanto más alto mejor, luego un cinturón de campos de golf, la tercera parte más alta estaba reservada para jardines, bosquecillos de bambú, y otras formas de naturaleza microcontrolada. Al otro lado había un poco de Indostán. La geotectura de su isla debía menos al periodo mongol que al soviético, ya que no se había hecho ningún esfuerzo por esconder el corazón industrial en un artificio fractal. Estaba a unos diez kilómetros de Nueva Chusan, saboteando muchas vistas caras y sirviendo de inspiración para muchos chistes racistas. Hackworth nunca hacía ese tipo de chistes porque estaba mejor informado que la mayoría y sabía que los indostaneses tenían unas excelentes probabilidades de derrotar a los victorianos y japoneses en China. Eran igual de inteligentes, eran más y entendían el asunto de los campesinos.
En el punto más alto del arco, Hackworth podía mirar por encimar del territorio plano de las afueras de Pudong, hasta el distrito alto de la metrópolis. Le sorprendió, como siempre, lo absurdo de la vieja ciudad, la superficie sacrificada, durante siglos, a diversas manifestaciones del problema de Mover Cosas. Autopistas, puentes, vías férreas y las regiones humeantes que las acompañaban, líneas eléctricas, tuberías, facilidades portuarias que iban de sampán-y-basura pasando por estibador-con-red-de-carga hasta cargueros, aeropuertos. Hackworth había disfrutado de San Francisco, y no era inmune a sus encantos, pero Atlantis/Shanghái le había imbuido con la sensación de que todas las viejas ciudades del mundo estaban condenadas, a no ser posiblemente como parques temáticos, y que el futuro estaba en las nuevas ciudades, construidas sobre sus cimientos átomo a átomo, con líneas de Toma tan integradas como los capilares en la carne. Los viejos vecindarios de Shanghái, sin líneas Toma o con las Tomas aéreas sostenidas sobre pilotes de bambú, parecían aterradoramente inertes, como un adicto al opio en medio de una calle frenética, arrojando un hilillo de humo entre los dientes, contemplando algún antiguo sueño que los ocupados peatones que le rodeaban habían desterrado a alguna parte poco frecuentada de sus mentes. Hackworth se dirigía a uno de esos vecindarios, tan rápido como podía andar.
Si falsificabas directamente de una Toma, acabaría sabiéndose tarde o temprano, porque todos los compiladores de materia enviaban información a la Fuente. Necesitabas tu propia Fuente privada, desconectada de la red de Tomas, y eso era algo difícil de fabricar. Pero un falsificador motivado podía, con ingenio y paciencia, montar una Fuente capaz de enviar un conjunto de bloques de construcción simples en el rango de los diez a los cien daltons. Había mucha gente así en Shanghái, algunos más pacientes e ingeniosos que otros.