Nell había crecido demasiado para el colchón de su cuna, así que Harv, su hermano mayor, le dijo que le conseguiría uno nuevo. Era lo suficientemente mayor, añadió, para hacerlo. Nell le siguió hasta la cocina, que albergaba varias entidades prominentes con grandes puertas. Algunas estaban calientes, otras frías, algunas tenían ventanas, y algunas hacían ruido. Nell había visto a menudo a Harv, o Tequila, o alguno de los novios de Tequila, sacar comida de ellas, en una fase u otra de cocción.
Una de las cajas se llamaba C.M. Estaba colocada en la pared sobre la barra. Nell arrastró una silla y se subió a ella para ver cómo Harv la manipulaba. La parte delantera del C.M. era un mediatrón, nombre que se aplicaba a cualquier cosa con imágenes en movimiento o sonido, o ambas cosas simultáneamente. Mientras Harv señalaba con el dedo y hablaba, las pequeñas imágenes cambiaban. A ella le recordaba los ractivos que había visto en el gran mediatrón del salón, cuando no lo usaba alguien mayor.
—¿Qué son? —dijo Nell.
—Mediaglíficos —dijo Harv fríamente—. Algún día aprenderás a leer.
Nell ya podía leer algunos de aquéllos.
—¿Rojo o azul? —preguntó magnánimo Harv.
—Rojo.
Harv dio un golpe particularmente dramático, y luego apareció un nuevo mediaglífico, un círculo blanco con una pequeña cuña verde en la parte alta. La cuña crecía y crecía. El C.M. tocó una pequeña melodía que indicaba que debías esperar. Harv fue al frigorífico y cogió una caja de zumo para él y otra para Nell. Miró descontento al C.M.
—Lleva tanto tiempo. Es ridículo —dijo.
—¿Por qué?
—Porque tiene una Toma barata, sólo unos pocos gramos por segundo. Patético.
—¿Por qué tenemos una Toma patética?
—Porque es una casa barata.
—¿Por qué es una casa barata?
—Porque es todo lo que podemos permitirnos en nuestra situación económica —dijo Harv—. Mamá tiene que competir con todo tipo de chinas y tías que no sienten respeto por sí mismas y trabajan por nada. Por tanto, mamá tiene que trabajar por nada —miró al C.M. otra vez y agitó la cabeza—. Patético. En el Circo de Pulgas tienen una Toma tan grande como esto —juntó las puntas de los dedos frente a él e hizo un gran círculo con los brazos—. Pero éste es probablemente del tamaño de tu meñique.
Se alejó del C.M. como si ya no pudiese compartir la habitación con él, chupó del zumo y vagó hacia el salón para meterse en un ractivo. Nell se limitó a mirar cómo la cuña verde se hacía más y más grande hasta que ocupó medio círculo, y luego empezó a tener el aspecto de un círculo verde con una cuña blanca en él, que se hacía más y más estrecha, y finalmente la música llegó a su final justo cuando desaparecía la cuña blanca.
—Ya está —dijo.
Harv detuvo el ractivo, se metió en la cocina, y pulsó el mediaglífico que era la imagen animada de una puerta que se abría. El C.M. se puso a silbar. Harv miró su cara asustada y le desordenó el pelo; ella no pudo defenderse porque tenía las manos sobre los oídos.
—Debe dejar salir el vacío —le explicó.
El sonido se apagó, y la puerta se abrió. Dentro del C.M., cuidadosamente doblado, estaba el nuevo colchón rojo de Nell.
—¡Dámelo! ¡Dámelo! —gritó Nell, furiosa al ver las manos de Harv sobre él.
Harv se entretuvo un segundo jugando con ella, y luego se lo dio. Nell corrió a la habitación que compartía con Harv y cerró la puerta tan fuerte como pudo. Dinosaurio, Oca, Pedro y Púrpura la esperaban dentro.
—He conseguido una cama nueva —les dijo. Cogió el viejo colchón y lo tiró a una esquina, luego desdobló cuidadosamente el otro sobre el suelo. Era decepcionantemente delgado, más una manta que un colchón. Pero cuando lo tuvo extendido en el suelo, hizo un sonido de succión, no muy fuerte, como su hermano respirando por la noche. Se hizo más grueso, y cuando acabó parecía un colchón de verdad. Cogió a Dinosaurio y Oca y Pedro y Púrpura en los brazos y luego, sólo para asegurarse, saltó encima varios cientos de veces.
—¿Te gusta? —dijo Harv. Había abierto la puerta.
—¡No! ¡Sal! —gritó Nell.
—Nell, también es mi habitación —dijo Harv—. Tengo que descompilar el viejo.
Más tarde, Harv salió con sus colegas, y Nell se quedó sola en casa durante un rato. Había decidido que sus niños también necesitaban colchones, así que arrastró la silla frente al C.M. e intentó leer los mediaglíficos. Muchos no los reconocía.
Pero recordó que Tequila usaba palabras cuando no podía leer algo, por lo que intentó hablar.
—Por favor, obtenga el permiso de un adulto —dijo el C.M. una y otra vez.
Ahora sabía por qué Harv siempre pulsaba con el dedo en lugar de hablar. Pulsó el C.M. durante mucho tiempo hasta que consiguió los mismos mediaglíficos que Harv había usado para el colchón. Uno mostraba a un hombre y una mujer durmiendo en una gran cama. Un hombre y una mujer en una cama más pequeña. Un hombre solo. Un niño solo. Un bebé.
Nell pulsó sobre el bebé. El círculo blanco y la cuña roja aparecieron, la música sonó, el C.M. silbó y se abrió.
Lo extendió y formalmente se lo presentó a Dinosaurio, que era demasiado pequeño para saber cómo saltar encima; Nell le enseñó durante un rato. Luego volvió al C.M. e hizo colchones para Oca, Pedro y Púrpura. Ahora, casi toda la habitación estaba cubierta de colchones, y pensó que sería divertido hacer que toda la habitación fuese un enorme colchón, así que hizo un par de los grandes. Luego hizo un colchón nuevo para Tequila y otro para su amigo Rog.
Cuando Harv volvió, su reacción vacilaba entre el terror y el asombro.
—Mamá va a hacer que Rog te dé una paliza —dijo—. Hay que descompilar todo esto.
Fácil viene, fácil se va. Nell le explicó la situación a sus hijos y luego ayudó a Harv a meter todos los colchones, menos el suyo, en el descompilador. Harv tuvo que usar toda su fuerza para cerrar la puerta.
—Ahora esperemos que acabe antes de que mamá vuelva a casa —dijo—. Va a llevar su tiempo.
Más tarde se fueron a la cama y se quedaron despiertos durante un rato, temiendo oír cómo se abría la puerta. Pero ni mamá ni Rog fueron a casa esa noche. Mamá finalmente apareció por la mañana, se puso su traje de criada y corrió para coger el autobús al enclave vicky, pero dejó toda la basura en el suelo sin tirarla en el descompilador. Cuando Harv lo miró más tarde, estaba vacío.
—Hemos esquivado la bala —dijo—. Debes tener cuidado al usar el compilador de materia, Nell.
—¿Qué es un compilador de materia?
—Lo que llamamos C.M.
—¿Por qué?
—Porque C.M. significa compilador de materia, o eso dicen.
—¿Por qué?
—Es así. En letras, supongo.
—¿Qué son letras?
—Como mediaglíficos sólo que son negras y diminutas, no se mueven y son viejas, aburridas y difíciles de leer. Pero puedes usarlas para hacer palabras cortas para palabras largas.