Epílogo

Han pasado muchos años y Alberto y yo continuamos juntos. Somos dos ancianos, pero seguimos siendo felices, todavía estamos enamorados y, lo que es más difícil, aún mantenemos encendida la llama de la pasión. Disfrutamos del sexo casi como el primer día, está claro que cada uno de nosotros es la persona adecuada para el otro.

Yo creo que todos, en algún momento de nuestra vida, tenemos un punto de inflexión en el que se produce un cambio grande, tan grande que podemos considerar que vivimos dos vidas y que poco tienen que ver la una con la otra. Este cambio puede producirse por una enfermedad, por un fallecimiento, por una traición o porque la madurez nos hace que veamos y sintamos las cosas de una forma tan distinta que los mismos hechos de nuestra primera vida se pueden vivir de otra manera en la segunda. Algunas personas son más felices en su primera vida y la nostalgia les acompaña durante la segunda. Sin embargo, yo, como diría mi querida amiga Paula, he tenido la suerte de caer en el otro lado de la estadística.