Capítulo 19

—¿Por qué ahora? —pregunté al ver que nadie más hablaba. Los puros estaban deslumbrados. Apolo era como una estrella para ellos, pero para mí, a pesar de su belleza sobrenatural, seguía siendo Leon.

—Nunca ha habido un peligro tan grande —respondió Apolo. Al verme confusa, suspiró—. Quizá debería explicar unas cuantas cosas.

—Pues quizá sí —dije entre dientes.

Apolo se inclinó sobre la mesilla y cogió la jarra de agua. La olió y la puso en su sitio.

—Mi padre siempre ha sido muy… paranoico. Tiene mucho poder, pero Zeus siempre ha temido que sus hijos le hagan lo mismo que él les hizo a sus padres. Derrocarlo, conquistar Olimpia, matarlo mientras duerme… Ya sabes, cosas de familia.

Miré a Aiden, pero Apolo lo tenía anonadado.

—El caso es que Zeus decidió mantener cerca a sus enemigos. Por eso llamó a todos los semidioses de vuelta al Olimpo y destruyó a los que no habían respondido a su llamada, pero se olvidó de sus hijos —Apolo sonrió con chulería—. Tanto poder y a veces me pregunto si, cuando era pequeño, Zeus se había caído de cabeza. Se olvidó de los Hematoi, los hijos de los semidioses.

Me reí, pero Marcus miró al techo como si esperase que Zeus fuese a lanzarle un rayo a Apolo.

—Los Hematoi —Apolo miró a Aiden y a Marcus respectivamente—, son una versión descafeinada de los semidioses, pero son muy poderosos a su modo. Su número supera con creces al de los dioses, por miles. Si se pusiesen de acuerdo para intentar derrocarnos, quizá lo conseguirían. Y los mortales no tendrían ninguna opción contra los Hematoi.

—Yo pensaba que erais omniscientes. ¿No os enteraríais si estuviesen a punto de derrocaros?

Apolo rio.

—Las leyendas, Alexandria, a veces cuesta separarlas de la verdad. Algunas cosas las sabemos, pero el futuro no está escrito en piedra. Y respecto a cualquier ser de este planeta, no podemos ver ni interferir en nada. Tenemos nuestros… medios para tener controladas las cosas.

—Por eso el oráculo vivía aquí —dijo Aiden.

Otra vez volví a sentir aquel cosquilleo en la cabeza. Algo sobre un oráculo parecía querer venirme a la mente, pero se me escapaba.

—Sí. El oráculo responde ante mí y solo ante mí.

—Porque eres el dios de las profecías… entre un millón de cosas más —añadí. Ya había pillado el hilo de la conversación.

—Sí. —Vino otra vez a la cama e inclinó la cabeza hacia un lado—. Cuando Zeus se dio cuenta de que se había olvidado de los Hematoi, supo que debía crear algo que fuese lo suficientemente poderoso como para poder controlarlos, pero sin que pudiese haber tantos como Hematoi.

Marcus se sentó en la única silla libre de la habitación.

—¿Así fue como se creó el Apollyon?

Apolo se sentó al lado de Aiden, ya no cabía nadie más en la cama.

—Un Apollyon solo se engendra cuando la madre es Hematoi y el padre es mestizo. Es el éter de una hembra pura combinado con el de un mestizo lo que crea un Apollyon. Algo así como pasa con los minotauros. Los Apollyons en el fondo no son más que monstruos.

Fruncí el ceño a sus espaldas.

—Vaya, gracias.

—Se prohibió que las dos razas se juntasen para asegurarnos de que no hubiese demasiados, y a los Hematoi se les ordenó que matasen toda descendencia proveniente de una pura y un mestizo.

Abrí la boca de par en par.

—Pero eso es horrible.

—Puede que sí, pero no podíamos tener una docena de Apollyons por ahí. —Me miró desde arriba—. Tener dos ya es suficientemente malo. Imagínate si hubiese una docena… No. No se puede. Además, en cada generación uno sobrevive, como habíamos planeado. Aunque de vez en cuando alguna cosa falla.

Apolo empezaba a no gustarme.

—¿Así que soy un monstruo y un error?

Me guiñó un ojo.

—El error perfecto. —Me aparté un poco de él. La sonrisa se reflejó en sus ojos brillantes—. Siempre y cuando el Apollyon sepa comportarse, se le deja hacer lo suyo. Cuando hay un segundo en la mezcla, aumenta el poder del Primero. Eso era algo que no habíamos planeado. Zeus dice que es una broma del destino o algo así.

Marcus se inclinó hacia delante.

—¿Y entonces por qué dejáis que viva el segundo si puede suponer una amenaza?

Me dio un escalofrío.

Apolo volvió a ponerse de pie, como si fuera hiperactivo o algo parecido.

—Ah, te cuento: no podemos tocar a los Apollyons. Las marcas os protegen de nosotros. Solo la Orden de Tánatos puede acometer un ataque contra el Apollyon y, por supuesto, un Apollyon puede matar a otro Apollyon.

Me empezaba a doler la cabeza.

—Y Seth, por supuesto, lo sabe. ¿Verdad? —pregunté.

—Seth lo sabe todo.

Exhalé con fuerza.

—Voy a matarle.

Apolo levantó una ceja.

—La raza humana y los Hematoi tienen algo peor a lo que temer que todo esto de los daimons. Ah, por cierto, el problema de los daimons es culpa de Dionisos. Fue el primero en descubrir que el éter es adictivo y tenía que enseñárselo a alguien. Un día emborrachó tanto de éter, que se lo contó a un Rey de Inglaterra. ¿Sabes la de problemas que causó?

Ya era oficial. Los dioses no eran más que niños grandes.

—Es bueno saberlo, pero ¿podemos volver a eso de que hay algo peor que temer?

—El oráculo hizo una profecía sobre tu nacimiento; uno nos traería la muerte a todos y que el otro sería nuestra salvación.

—Oh, leches —murmuré—, la abuela Piperi ataca de nuevo.

Apolo ignoró lo que acababa de decir.

—Aunque ella no supo decir cuál era cuál. Así que me entró la curiosidad. Cuando Solaris apareció no hubo ninguna profecía de este tipo. ¿Qué hacía que esta vez fuese diferente? Así que os he seguido en vuestras vidas y no he encontrado nada particularmente especial en ninguno de los dos.

—Haces maravillas con mi autoestima.

Se encogió de hombros.

—Solo digo la verdad, Alexandria.

—¿Y no les hablaste al resto de los dioses sobre Seth y Alexandria? —preguntó Marcus.

—No, y debería. Mi decisión no me ha hecho ganar muchos adeptos. —Cruzó los brazos—. Pero entonces, hace tres años, el oráculo predijo que si te quedabas en el Covenant morirías, lo que llevó a tu madre a escapar para protegerte, aunque su profecía se hizo realidad.

Entonces lo entendí.

—Porque he vuelto al Covenant…

—Y has muerto —continuó Aiden con los puños apretados—. Dioses.

—El oráculo nunca se equivoca —dijo Apolo—. Te vigilé justo hasta la noche antes del ataque daimon en Miami. Creo que una vez incluso me sentiste. Volvías de la playa y te paraste justo frente a tu puerta.

Abrí los ojos de par en par.

Recuerdo haber sentido algo extraño, pero… no lo sabía.

—Ojalá me hubiese quedado por allí… —Sacudió la cabeza—. Cuando me enteré de que el Covenant te buscaba, me disfracé de Leon para poder ver qué sucedía. No tenía ni idea de que Lucian sabía quién eras en realidad.

—Yo nunca se lo conté —dijo Marcus—. Yo lo sabía porque mi hermana me lo confió antes de irse. Para entonces, Lucian ya lo sabía.

—Interesante —murmuró Apolo—. Creo que no soy el único dios que hay por aquí.

—¿No puedes saber si hay más dioses cerca? —preguntó Aiden.

—No si no quieren que lo sepa —contestó—. También podríamos estar moviéndonos en diferentes épocas. Aun así, no sé qué puede ganar un dios asegurándose de que los dos Apollyons se junten.

—¿Alguno busca venganza? —pregunté.

Apolo rio.

—¿Y cuándo no estamos buscando vengarnos los unos de los otros? Nos molestamos entre nosotros de puro aburrimiento. No sería difícil imaginar que alguno se lo acabase tomando mal.

—¿Pero de qué tienen miedo, Apolo? —preguntó Marcus—. ¿Por qué la Orden intenta acabar con Alexandria si no ha hecho nada?

—No están intentando acabar con Alexandria.

—Su objetivo es Seth —susurré.

Aiden se puso tenso y los ojos se le tornaron de color gris tormenta.

—Siempre es Seth.

—Pero él no ha hecho nada —protesté.

—Aún —respondió Apolo.

—¿Has visto, presagiado, o yo que sé, que vaya a hacer algo?

—No.

—¿Entonces todo esto lo dices solo por lo que dijo la loca de la Abuela Piperi? —Me aparté el pelo detrás de las orejas—. ¿Y ya está?

Marcus entrecerró los ojos.

—Me parece exagerado.

Apolo puso los ojos en blanco.

—No podéis decir que Seth no esté preparado para hacer algún desastre. Ya tiene el ego de un dios y, creedme, sé de qué hablo. El tipo de poder que manejará el Asesino de Dioses es algo astronómico e inestable. Ya empieza a sentir sus efectos.

—¿A qué te refieres? —preguntó Aiden.

—¿Álex? —dijo Apolo con dulzura.

Sacudí la cabeza. Algunas veces me había cuestionado la cordura de Seth e incluso sus intenciones. También estaba lo de Jackson. No podía probar que hubiese sido él, pero… Negué con la cabeza.

—No. Nunca haría algo tan estúpido.

—Qué mona. —En un segundo tenía a Apolo a mi altura, mirándome a los ojos—. Lo defiendes incluso a pesar de que no confías en él por completo. Quizá en algún momento lo hiciste, pero ya no.

Abrí la boca, pero volví a cerrarla. Bajé la mirada y me mordí el labio. De nuevo, algo me vino a la mente. Tragué saliva.

—Ahora tengo que irme —dijo Apolo en voz baja.

Levanté la vista y me encontré con su mirada. Apolo seguía dándome cosilla, aunque me cuestionaba si molaba. La verdad era que me gustaba.

—¿Volverás?

—Sí, pero no puedo volver a ser Leon. He revelado mi… identidad, y ahora tengo que responder por no haber informado a Zeus acerca de qué he estado haciendo.

—¿Vas a tener problemas?

—Seguramente me encierren. —Se rio ante su propia broma. Yo seguía mirándole—. Soy Apolo, Alexandria. Zeus puede besarme el culo.

Marcus de nuevo puso cara de querer esconderse bajo la cama.

—Me pasaré cuando pueda. —Se volvió hacia Marcus—. Miraré también a ver si puedo dar con Telly. Oh, y a ver si puedes hacer que trasladen aquí a Solos Manolis desde Nashville. Es un mestizo de confianza.

—He oído hablar de él —dijo Aiden—. No tiene… pelos en la lengua.

Apolo sonrió y entonces, sin mediar más palabras, desapareció de la habitación.

—Bueno, este sí que sabe hacer una salida espectacular —dijo Aiden poniéndose de pie y sacudiendo la cabeza.

Marcus y Aiden empezaron a hacer planes sobre cómo contactar con Solos, pero yo solo les escuchaba a medias. Me encogí, pensando en lo que Apolo había dicho sobre Seth. Una parte de mí se negaba en redondo a creer que Seth pudiese ser peligroso, pero siendo honesta conmigo misma, la verdad era que no estaba muy segura de ello. Hubo veces en que me había demostrado que no sabía bien qué hacía o lo que se podía esperar de él. Ni siquiera podía imaginarme por qué le hacía tanto caso a Lucian.

No me había dado cuenta de que Marcus se había ido hasta que Aiden me tocó la cara. Me pregunté si se habría dado cuenta de que últimamente me estaba tocando mucho. Era como si lo hiciese de forma inconsciente, quizá para recordarse a sí mismo que estaba viva…

De repente, la neblina que rodeaba mis recuerdos desapareció. Me incorporé tan deprisa que me quedé sin aliento.

—¿Álex? ¿Estás bien? —Me preguntó Aiden con los ojos como platos—. ¿Álex?

Me costó unos segundos reaccionar y decirlo.

—Recuerdo… recuerdo lo que pasó cuando morí.

La cara que puso me dijo que no esperaba algo así. Me puso la mano en la nuca.

—¿A qué te refieres?

Sentí que las lágrimas me cerraban la garganta.

—Estuve en el Inframundo, Aiden. Había un montón de gente esperando, esperando para pasar al otro lado y unos guardias a caballo. Incluso vi a Caronte y su barca, mucho, mucho más grande y bonita de lo que me esperaba. Y estaba también esta chica que se llamaba Kari, que la habían matado unos daimons mientras compraba zapatos y…

—¿Y qué más? —preguntó mientras me secaba una lágrima.

—Dijo que era un oráculo. Que siempre supo que iba a conocerme, pero no así. También vi a Caleb. Pude hablar con él, Aiden. Dioses, parecía tan… contento. Allí juega a la Wii con Perséfone. —Reí y me sequé la cara—. Sé que es una locura, pero lo vi, me dijo que mi madre también estaba allí y que estaba feliz. Me dijo que había un dios rubio enorme discutiendo con Hades acerca de mi alma. Seguro que era Apolo. Era real Aiden, te lo juro.

—Te creo, Álex. —Me apoyó contra su pecho—. Cuéntame qué pasó. Todo.

Apoyé la mejilla en su hombro, cerrando los ojos con fuerza. Le conté todo lo que Caleb me había dicho, incluido lo que dijo sobre Seth. Cuando le pedí a Aiden el número de Olivia para poderle entregar el mensaje, negó con la cabeza, poniendo cara de sentirlo.

—Sé que quieres contárselo —dijo—, y lo harás, pero ahora mismo no queremos que la gente sepa qué ha pasado. No sabemos en quién podemos confiar.

En otras palabras: no teníamos que preocuparnos por Olivia, pero no podíamos arriesgarnos a que volviese a repetirse lo mismo. Odiaba no poder contárselo en aquel mismo momento, porque era importante, ¿pero cómo iba a poder hacerlo sin desvelar todo lo sucedido? Era imposible.

—Lo siento, Álex. —Me acarició la espalda—, pero tendrá que esperar.

Asentí.

Tras darme cuenta de que había estado con Caleb, una parte de mí estaba más dolida, porque su pérdida seguía fresca. Sin embargo, al notar que Aiden seguía abrazándome tras calmarme, las lágrimas que me cayeron eran de felicidad, a pesar de todo. El dolor por la pérdida de Caleb seguía ahí, pero había disminuido al saber que él y mi madre estaban en paz. Y en ese instante eso era lo único que me importaba.