Aquella misma noche, a pesar de tener el teléfono a medio metro de la cara, parecía que Seth me gritaba al oído.
—¡Voy a matarlo!
—Ya, no eres el primero que lo dice. —Me levanté del sofá, mirando de reojo hacia la puerta. No necesitaba verlo para saber que Leon estaba haciendo guardia en mi puerta. Gracias a los dioses, la mayoría de los estudiantes se habían marchado; tener a un Centinela personal cubriéndome era lo último que me faltaba para ser aún más rarita—. Es bastante triste que yo sea la voz de la razón.
—¿Y qué sugieres? —preguntó—. Es el Patriarca Mayor, Álex. Es obvio que fue él quien ordenó al Guardia que te matase.
—Ya. —Me dirigí hacia el baño, con la cabeza ladeada. Mi mejilla izquierda estaba roja y ligeramente hinchada. Una pequeña línea azul enmarcaba mi mandíbula. Jackson me había dejado peor. Telly pegaba como una nena. Sonreí—. Pero Aiden ha dicho que él no…
—Aiden es idiota.
Puse los ojos en blanco.
—Lo que tú digas. ¿Por qué no contestaste al teléfono la otra noche?
—¿Estás celosa?
—¿Qué? No. Simplemente me pareció extraño.
Seth rio.
—Estaba ocupado y, cuando tuve un rato para contestarte, ya era demasiado tarde. ¿Me has echado de menos o qué?
La verdad era que no. Me aparté del espejo y volví a la habitación.
—Seth, ¿en realidad qué estás haciendo ahí?
—Ya te lo he dicho. —Hubo una ligera interferencia—. Pero bueno, ¿acaso importa ahora mismo? Deberías estar preocupada por Telly.
Me senté en el borde de la cama.
—Telly me ha dicho que te han llevado para que te encargues de los mestizos que han causado problemas y no responden al elixir. ¿Es cierto?
Silencio.
Empecé a sentir nudos en el estómago.
—Seth.
Suspiró.
—Álex, ese no es el problema. Telly sí.
—Ya lo sé, pero necesito saber qué estás haciendo ahí. —Empecé a tirar de un hilo suelto de la colcha—. Mi padre… sé que él no respondía al…
—Ni siquiera he visto a tu padre, Álex. Te lo juro, ni siquiera sé cómo es, y Laadan no quiere decírmelo. Podría estar aquí o podría haberse ido.
Me vi desbordada de ira y frustración.
—¿Qué haces con los mestizos que no responden al elixir?
Al otro lado del teléfono me respondió un sonido irritado.
—Lo que me ha ordenado el Consejo que haga, Álex. Encargarme de ellos.
Se me heló la sangre.
—¿A qué te refieres con «encargarte de ellos»?
—Álex, eso ahora no importa. Mira, solo son mestizos…
—¿Y qué demonios crees que somos nosotros? —Me levanté y empecé a dar vueltas por la habitación. De nuevo—. Somos mestizos, Seth.
—No —respondió sin inmutarse—. Somos Apollyons.
—Dioses, me encantaría tenerte delante.
—Sabía que me echabas de menos —dijo Seth. Pude casi oír su sonrisa.
—No. Si te tuviese delante te daría una patada en las pelotas, Seth. No puedes estar de acuerdo con… encargarte de los mestizos, Seth. No es que esté mal, es mucho peor. Es horrible, asqueroso.
—No estoy matando a nadie, Álex. Dioses, ¿quién te crees que soy?
—Oh —paré y sentí cómo me ponía roja.
Durante un rato estuvimos en silencio. Era como si Seth estuviese yendo a toda prisa a alguna parte.
—Me encantaría meterme en tu cabeza, aunque solo fuese una hora —dijo riendo—. No. Olvídalo. No quiero. Me hundirías en la miseria.
—Seth…
—Vamos a concentrarnos en lo importante: Telly. No creo que no tenga nada. No seguiría amenazando con ir contra el puro responsable de la compulsión si no tuviese algo.
El miedo regresó.
—¿En serio crees que tiene algo?
—Telly puede ser muchas cosas, pero no es estúpido. Ha esperado hasta saber que ni Lucian ni yo íbamos a estar cerca para hacer algo. No me sorprendería que Telly hubiese preparado esto del elixir hace semanas como plan de emergencia. Necesitaba una distracción y la ha conseguido. Y Aiden tampoco es estúpido —dijo—. Te está diciendo lo que necesitas oír para que no hagas una estupidez.
Me volví a sentar medio mareada.
—Mierda.
—Escúchame, Álex. Nadie, ni tu tío ni Aiden, importa. Apártate de Telly. Deja que intente cumplir su amenaza, tenga pruebas o no.
—¿Qué? —Me quedé mirando el teléfono, como si pudiese verme, por estúpido que fuese—. Me importan, Seth.
—No, te importa Aiden. En realidad, el resto te da igual —corrigió.
—¡No es verdad!
Seth rio, pero sin pizca de humor.
—Álex, se te da fatal mentir.
¿Qué demonios? ¿Todos pensaban que no hacía más que estupideces y que era una pésima mentirosa? Pero no estaba mintiendo. Laadan, e incluso Marcus, me importaban. Hasta Leon, por muy raro que fuese.
Respiré profundamente.
—¿Así que crees que Telly tiene algo?
—No creo que Telly amenace en vano esperando que caigas. Mira todo lo que ha hecho ya.
Me cubrí la cara con la palma de la mano.
—Seth, no puedo dejar que vaya a por ellos.
—Claro que puedes, y vas a hacerlo. Ellos. No. Importan. Tú sí. Nosotros sí.
—Odio cuando dices eso —dije entre dientes.
—Porque es cierto, Álex. ¿Por qué? Porque cuando Despiertes, podemos cambiar las cosas. —Seth hizo una pausa y bajó la voz—. No tienes ni idea de lo que la mayoría del Consejo quiere hacer con los mestizos de aquí. Por suerte, mi presencia parece mantenerlos a raya, pero los quieren muertos, Álex. Ven a los mestizos como un problema para el que no tienen ni tiempo ni recursos. Sobre todo ahora que los daimons no tienen reparos en atacar Covenants.
—Pensaba que los mestizos no te importaban. —Levanté la cabeza y me puse a mirar la pared en blanco.
—Que no me quiten el sueño sus vidas y estar de acuerdo en exterminarlos son dos cosas muy diferentes, Álex.
—Dioses, Seth. —Sacudí la cabeza—. A veces es como si no te conociese.
—Nunca lo has intentado —dijo sin enfadarse—. Y ahora no es algo que importe. Todo lo que importa es que estés a salvo. Mira, tengo que irme. Tú quédate en la habitación, al menos hasta que Telly se marche. Sé que el viernes tiene que estar aquí porque tienen sesión.
—De acuerdo —dije—. ¿Seth?
—Dime.
Me mordí el labio, no tenía ni idea de qué le quería decir. Había muchas cosas, pero ninguna en la que quisiese meterme ahora.
—Nada. Ya… ya hablamos luego.
Seth colgó sin hacerme prometer que no me metería en líos. Creo que sabía que mi palabra valía tanto como la suya.
Las siguientes veinticuatro horas pasaron terriblemente lentas. No podía salir de la habitación. Uno de mis niñeros me traía la comida. A parte de ellos, nadie venía a verme. Aburrida de narices, limpié el baño y empecé a ordenarme el armario, lo que supuso tener un montón de ropa tirada por el suelo.
Por un momento, el miedo comenzó a consumirme. ¿Estaba tomando la decisión correcta al no entregarme?
Intenté llamar a Seth unas cuantas veces, pero era un fracaso. A veces me devolvía la llamada justo cuando me acababa de poner el pijama. No hablábamos mucho, ni de nada importante. Creo que le sorprendía que siguiese en la habitación y no hubiese hecho ninguna tontería.
Me costó horas hasta que me pude dormir, no dejaba de dar vueltas. Sin embargo, no pude dormir mucho tiempo. Me desperté cuando aún estaba todo a oscuras, con la colcha enrollada en las piernas.
Unos finos rayos de luz cruzaban el techo y desaparecían en cuanto la luna se ocultaba tras las nubes. Mi cerebro de repente se puso a mil, repasando todo lo ocurrido con Telly, con Aiden y Seth. ¿Y si Seth tenía razón y Telly descubría que fue Aiden? Y aun sin saberlo, ¿qué pasaría si iba a por él? No era solo por Aiden por quien me preocupaba. ¿Qué diría de mí si dejase que otros saliesen perjudicados para yo poder escaparme hasta la siguiente? Porque habría una siguiente vez —lo sabía—. Y entonces, ¿quién arriesgaría su vida y su futuro?
No era justo ni correcto.
Me incorporé, saqué las piernas de la cama y me puse de pie. El are frío me puso la piel de gallina. Cogí una enorme sudadera larga y me la puse sobre la camiseta. Me acerqué a la ventana, aparté las cortinas y miré hacia fuera. No podía ver nada en la oscuridad, aunque tampoco sabía qué estaba buscando.
—¿Qué estoy haciendo? —Me pregunté.
—Absolutamente nada, si es que me preguntabas a mí.
Solté las cortinas dando un chillido y me di la vuelta. Con el corazón a mil, logré ver una enorme silueta que ocupaba toda la puerta. Aunque reconocí quién era, no logré calmar mi corazón.
—¡Por todos los daimons! Casi me da un infarto.
Aiden dio un paso al frente y cruzó los brazos.
—Lo siento.
Me acomodé la sudadera y le miré.
—¿Qué haces en mi habitación?
—¿Acaso ahora tienes problemas con que haya chicos en tu habitación?
—Ja-Ja. —Me acerqué rápidamente hasta la mesilla de noche y encendí la luz. Un tenue brillo iluminó la habitación—. La verdad es que nunca he invitado a Seth. Simplemente venía como si estuviese en su casa.
Una leve sonrisa apareció en su cara. Como siempre, llevaba puesto su uniforme de Centinela. Entonces me di cuenta. Abrí la boca de par en par.
—Estás de servicio, ¿verdad? —Le pregunté.
—Bueno, había bastantes probabilidades de que te escapases y te entregases antes de que Telly se fuese mañana. Solo tomamos precauciones, por si acaso.
—¿Tomamos? —Solté—. ¿Hay alguien más aquí?
—No, pero Leon estaba justo antes de que te quedases dormida. Linard está patrullando por fuera. —Hizo una pausa—. Yo acabo de cambiarle el turno a Linard. Perdona si te he despertado.
Le miré boquiabierta.
—¿Os habéis estado turnando aquí mientras dormía? ¿Anoche también?
Asintió.
—Por suerte, Marcus lo sugirió. Si no, me parece que Linard habría acabado persiguiéndote por todo el centro para detenerte antes de que escapases.
—No soy tan estúpida. —Agarré el borde de la sudadera con fuerza—. ¿En serio crees que iría a entregarme a Telly en mitad de la noche?
Ladeó la cabeza.
—Lo dice la que se escapó del Covenant y se encontró con un daimon.
Tocada.
—Da igual. No tenía pensado volver a hacer algo igual.
—¿Ah no?
Negué con la cabeza. Una parte de mí había llegado a pensarlo.
—Solo es que no podía dormir. Tengo demasiadas cosas en la cabeza.
—Lo entiendo. —Me miró y se fijó en mi mejilla—. ¿Qué tal va?
Giré la cabeza para taparme la cara.
—Bien.
Apartó la mirada un momento, pero volvió a mirarme de nuevo.
—Has pasado por cosas peores, ya lo sé, pero aun así. Nunca debiste pasar por eso… ni por lo de Jackson. La verdad es que por nada de todo esto.
—¿A qué te refieres?
—Nada, solo estoy pensando en voz alta. —Aiden se relajó y miró a su alrededor—. Hacía mucho que no venía por aquí.
Seguí su mirada, que acabó en la cama. Una oleada de calor me recorrió desde la cabeza hasta la punta de los pies. Una decena de imágenes bailaban frente a mis ojos, todas ellas para nada correctas, sobre todo teniendo en cuenta todo lo que estaba pasando.
—Era tu primer día de vuelta —dijo con una pequeña sonrisa—. También estaba todo el suelo lleno de ropa.
Sorprendida, me fijé en él —el Aiden real y completamente vestido—. Había estado en mi sala de estar, pero tenía razón. No había ido más allá del sofá.
—¿Te acuerdas?
Asintió.
—Claro. Te estaba sermoneando.
—Por haber tirado a Lea de la silla, estirándole el pelo.
Aiden rio, y el sonido de su voz me calmó.
—Por fin lo admites.
—Es que ella se lo había buscado. —Me mordí el labio al ver cómo me miraba a los ojos. ¿En qué estaría pensando? Me senté en el borde de la cama—. No voy a hacer nada, a pesar de que debería. No tienes que quedarte ahí.
Aiden se quedó en silencio un momento, luego se dirigió hacia mí y se sentó a mi lado. De repente, el aire se volvió más denso y la cama más pequeña. La última vez que habíamos estado en una cama —y a mí me faltó poco para estar desnuda— fue aquella noche en su cabaña. Por imposible que pareciese, mi memoria se calentó y cada vez estaba más nerviosa, mucho más nerviosa. Tenía que haberme quedado dormida.
—¿Por qué crees que deberías entregarte, Álex?
Me eché hacia atrás y crucé las piernas. La distancia ayudaba.
—Seth ha dicho que hay bastantes probabilidades de que Telly pueda probar que fuiste tú o de que haga algo contra todo aquel del que sospeche algo.
Se giró y mi miró.
—No importa si lo hace, Álex. Si te entregas será tu fin. ¿No lo entiendes?
—Si no lo hago, podría significar el tuyo, o el de cualquiera del que crea que me ha ayudado.
—No importa.
—Pareces Seth, diciendo que la única vida que importa es la mía. Es una gilipollez. —Me puse de rodillas y respiré profundamente—. ¿Qué pasa si Telly te hace algo? ¿O a Laadan, o a Leon, o a Marcus? ¿Esperas que esté de acuerdo? ¿Que viva con ello?
Los ojos de Aiden se oscurecieron.
—Sí, espero que vivas con ello.
—Es una locura. —Me bajé de la cama, sintiendo cómo cada vez me enfadaba más—. ¡Estás loco!
Me miró tranquilo.
—Así son las cosas.
—No puedes decir que mi vida es más importante que la tuya. No está bien.
—Pero es que tu vida es más importante para mí.
—¿Te estás escuchando? —Me paré enfrente de él, con las manos temblando—. ¿Cómo puedes tomar esa decisión por otros, por Laadan y Marcus?
—Mira —dijo Aiden levantando las manos—, enfádate conmigo. Pégame. No cambiará nada.
Fui hacia él para empujarle, no para pegarle.
—No puedes…
Aiden me agarró las dos muñecas y me llevó hacia él, pasando a agarrarme las dos con una sola mano. Suspiró.
—Te lo decía figuradamente, no que realmente me pegases.
Estaba tan aturdida que no pude ni responder, solo le miraba. Tan solo nos separaban unos pocos centímetros. Con las piernas entrelazadas con las suyas, apenas podía moverme. Con la mano libre me apartó el pelo de la cara. Me quedé sin aliento y el corazón comenzó a acelerarse. Nuestras miradas se encontraron, y sus ojos se volvieron del color del mercurio.
Me cogió por la nuca. Le oí respirar profundamente. Me soltó las muñecas y me cogió de la cadera. Antes de parpadear siquiera, me encontré de espaldas, con Aiden sobre mí. Sujetándose con un brazo, bajó la cabeza y rozó con sus labios mi mejilla hinchada.
—¿Cómo es que siempre acabamos así? —preguntó con voz ronca, pasando su mirada por mi cara y todo mi cuerpo.
—Yo no he sido. —Despacio, levanté las manos y las apoyé sobre su pecho. Su corazón palpitaba agitado bajo mi mano.
—No. Ha sido todo cosa mía. —Movió la parte inferior de su cuerpo hacia abajo. Sus ojos buscaban los míos—. Cada vez se me hace más duro.
Levanté las cejas y solté una risita.
—¿El qué?
Sonrió, y sus ojos brillaron.
—Parar antes de que sea demasiado tarde.
En un segundo, todo —cuando nos distanciamos el día en que le di aquella estúpida púa, lo que había visto en los Catskills, el lío en el que nos habíamos metido e incluso Seth—, todo desapareció. Las palabras salieron solas.
—No pares.
No pares.