Capítulo 13

A aquello se reducía todo, a que era un Apollyon y a que convertiría a Seth en un Asesino de Dioses. Y en aquel momento supe, sin duda, que Telly era miembro de la Orden. Según él, solo protegía a los dioses de una amenaza y no veía nada malo en aquello que estaba haciendo.

Las puertas se abrieron de par en par y me puse a mirar por la ventana, tratando de controlarme.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Marcus.

—Tenía algunas… dudas sobre qué pasó la noche en que Alexandria abandonó el Consejo —respondió Telly—. Al principio no se la veía muy colaboradora, pero creo que hemos llegado a entendernos. Después, me ha sido increíblemente útil.

Sí, claro, donde había llegado es a mi cara.

Me planteé cuánto tardaría en coger una de aquellas dagas que tenía Marcus en la pared y clavársela a Telly en un ojo antes de que sus Guardias pudiesen hacer nada. La tensión iba creciendo en la sala, moviéndose a oleadas en todas direcciones.

—¿Y por qué no he tomado parte en este interrogatorio? O mejor aún, ¿acaso no podía esperar a que volviese Lucian? —Marcus lo dijo tranquilo, pero reconocí ese tono cortante en su voz. Los dioses sabían las innumerables veces que me había hablado así—. Él es su tutor y debería estar presente.

Telly chasqueó la lengua.

—No era un interrogatorio formal ni avalado por el Consejo. Simplemente tenía algunas dudas que quería aclarar. Por eso no hacía falta que estuvieseis presentes ni tú ni Lucian. Además del hecho de que soy el Patriarca Mayor y no necesito vuestro permiso.

Eso puso a Marcus en su sitio.

—Alexandria —dijo Telly—. Por favor, no olvide lo que hemos hablado.

No respondí porque seguía sopesando si me daría tiempo a apuñalarlo antes de que los Guardias me derribaran.

El Patriarca se retiró y disculpó su marcha entre tantos cumplidos que casi me costaba creer que acabase de poner mi mundo patas arriba.

—¿Alexandria? —La voz de Marcus rompió el silencio—. ¿Qué quería hablar contigo?

—Tenía dudas sobre lo ocurrido en el Consejo —dije con la voz rota—. Eso es todo.

—¿Álex? —El corazón se me cayó a los pies al oír a Aiden. Por supuesto, estaba allí—. ¿Qué ha pasado?

Estaba frente a ellos, con la mirada fija en la alfombra y usando el pelo para taparme disimuladamente la mejilla.

—Al parecer me porté mal. Tenemos que trabajarlo más.

De repente, Aiden estaba frente a mí y me echó la cabeza hacia atrás, apartando el pelo de mi cara. Estalló de ira, tomando aire con fuerza, como si fuese un agujero negro furioso.

—¿Esto te lo ha hecho él? —Lo dijo en voz tan baja que casi no le escuché.

Como no podía responderle, aparté la mirada.

—Esto es intolerable. —Aiden se giró hacia Marcus—. No puede hacer esto. Es una chica.

A veces Aiden se olvidaba de que también era una mestiza, y eso… como que anulaba la parte de que no hay que pegar a una chica. Igual que pasó con Jackson. Igual que pasa con la mayoría de los pura sangre. Nuestra sociedad —nuestras reglas y cómo nos trataban— era una mierda. No había forma de explicarlo.

Y, de repente, me vinieron a la mente miles de preguntas, pero una destacaba por encima de todas. ¿Cómo podía seguir formando parte de aquel mundo? Siendo un Centinela, de alguna forma significaría que apoyaba la estructura social, que básicamente estaba de acuerdo con todo aquello, y no era cierto. Lo odiaba.

Sacudí la cabeza para apartar momentáneamente aquellos pensamientos.

—Es el Capullo Mayor. Puede hacer cuanto quiera, ¿no?

Marcus seguía mirándome asombrado. ¿En serio estaba tan sorprendido por la violencia de Telly? Si así era, para mí acababa de perder varios puntos de inteligencia. Se volvió hacia Leon.

—Se supone que no debería ir sola a ningún sitio. ¿Cómo es que Telly dio con ella?

—Estaba en clase —respondió Leon—. Linard esperaba a que saliese. Nadie esperaba que Telly estuviese aquí. No con todo lo que está ocurriendo en Nueva York.

Marcus le lanzó una mirada amenazante a Linard.

—Si tienes que sentarte en clase con ella, hazlo.

—No es su culpa —dije—. Es imposible que alguien me esté vigilando cada segundo del día.

Aiden maldijo.

—¿Y eso es todo lo que vas a hacer? Es tu sobrina, Marcus. ¿Telly pega a tu sobrina y esa es tu respuesta?

Los ojos de Marcus se pusieron de color verde intenso.

—Soy consciente de que es mi sobrina, Aiden. Y no pienses ni por un segundo que esto. —Me señaló—, no me parece intolerable. Pienso contactar inmediatamente con el Consejo. Me da igual que sea una mestiza. Telly no tiene derecho.

Me apoyé sobre la otra pierna.

—¿Y al Consejo le va a importar algo? ¿En serio? Estáis todo el día machacando a los sirvientes. ¿Qué tengo yo de diferente?

—Tú no eres una sirviente —dijo Marcus mientras se apresuraba hacia su escritorio.

—¿Y eso implica que esté bien? —grité con los puños apretados—. ¿Está bien pegar a los sirvientes por su sangre? ¿Y sin embargo no está bien porque yo sea medio…? —Me corté antes de desvelar demasiado. Todos me estaban mirando.

Tras la mesa, Marcus respiró profundamente y cerró los ojos por un momento.

—¿Estás bien, Alexandria?

—Huy, sí, genial.

Aiden me cogió del brazo.

—Me la llevo a la clínica.

Me solté.

—Que estoy bien.

—Te ha pegado —sentenció Aiden con los ojos brillantes.

—Me saldrá un moratón y ya está, ¿vale? Ese no es el problema. —Necesitaba salir de aquella sala, alejarme de todos. Necesitaba pensar—. Tan solo quiero volver a mi habitación.

Marcus se quedó quieto, con el teléfono a medio camino de su oreja.

—Aiden, asegúrate de que llega a la habitación. Quiero que se quede allí hasta que sepamos qué pretende Telly, o hasta que se vaya. Voy a ponerme en contacto con Lucian y el resto del Consejo —dijo Marcus mirando a Aiden fijamente a los ojos—. En serio, que no salga de la habitación.

Yo estaba demasiado entretenida repasando todo lo sucedido como para preocuparme de que Marcus me hubiese confinado a mi habitación. Y si Lucian se enteraba de lo que había pasado, entonces Seth también. Por lo menos había algo bueno en toda aquella basura. Si Seth estuviese conmigo, seguramente mataría a Telly.

Marcus me detuvo ante la puerta.

—¿Alexandria?

Me giré, deseando que fuese rápido. Que me regañase por haberme enfrentado a Telly, dijese que no lo volviese a hacer y me advirtiese sobre mi mal comportamiento.

Me miró a los ojos.

—Siento no haber estado aquí para poder pararlo. No volverá a ocurrir.

A mi tío le había poseído un alien o algo. Parpadeé despacio. Antes de que pudiese decir nada, volvió a atender la llamada. Un tanto sorprendida, dejé que Aiden me sacase del despacho y llevase por el pasillo.

En cuanto la puerta se cerró tras nosotros en el descansillo, Aiden me cerró el paso a las escaleras.

—Quiero que me cuentes qué ha pasado.

—Yo solo quiero volver a mi habitación.

—No te lo estoy pidiendo, Álex.

No le contesté, así que finalmente Aiden se dio la vuelta, tenso, y se puso a bajar las escaleras mientras yo le seguía despacio. Como las clases aún estaban en marcha, las escaleras y el vestíbulo del primer piso estaban prácticamente vacíos, a excepción de algunos Guardias e Instructores. Llegamos en silencio hasta mi habitación. Durante todo el camino supe que no iba a dejarlo pasar. Aiden solo trataba de ganar tiempo, por lo que realmente no me sorprendió que entrase en mi habitación y cerrase la puerta tras él.

Solté la bolsa y me pasé las manos por el pelo.

—Aiden.

Me cogió de la barbilla como en el despacho de Marcus y me inclinó la cabeza hacia un lado. Tensó la mandíbula.

—¿Cómo ha ocurrido?

¿Tan mal estaba?

—Supongo que no acerté a la primera la respuesta correcta.

—¿Te ha pegado dos veces?

Avergonzada, me separé y me senté en el sofá. Me habían entrenado para luchar y defenderme. Había salido de peleas con daimons con tan solo unos rasguños. Todo aquello me hacía sentir débil e impotente.

—No deberías estar aquí —dije al final—. Sé que Marcus ha dicho que tenías que asegurarte de que me quedase en la habitación. Yo, no tú.

Aiden se puso al lado de la mesita, con las manos sobre sus labios. Aquella posición me recordaba a nuestros entrenamientos, se ponía así cuando sabía que algo me iba a costar. No se iba a rendir fácilmente.

—¿Por qué?

Me reí, haciendo una mueca de dolor.

—No tendrías que estar cerca de mí. Creo que Telly tiene a alguien vigilándome, vigilándonos.

No vi ni una pizca de miedo en sus ojos.

—Tienes que contarme qué ha pasado, Álex. Y ni se te ocurra mentirme, porque lo sabré.

Cerré los ojos y sacudí la cabeza.

—No sé si puedo.

Oí cómo Aiden rodeaba la mesa y se sentaba en el borde, enfrente mío. Me tocó la otra mejilla con la mano.

—Puedes contármelo todo. Ya lo sabes. Siempre voy a ayudarte. ¿Cómo puedes dudarlo?

—No lo dudo. —Abrí los ojos, avergonzada al darme cuenta de que los tenía húmedos.

Pareció confundido.

—¿Entonces por qué no puedes contármelo?

—Porque… porque no quiero que te preocupes.

Aiden frunció el ceño.

—Siempre te preocupas por los demás, cuando deberías estar más preocupada por ti misma.

Resoplé.

—No es verdad. Últimamente he estado bastante centrada en mí misma.

Rio suavemente, pero cuando dejó de reír, también dejó de sonreír.

—Álex, háblame.

Volví a sentir aquel miedo horrible, jamás pensé que realmente hubiera desaparecido por completo. Las palabras me salieron solas.

—Telly lo sabe.

Él simplemente entrecerró los ojos.

—¿Cuánto sabe?

—Sabe que maté a un pura sangre —susurré—. Y también sabe que bien Seth o un puro me encubrieron.

Aiden no dijo nada.

Empecé a preocuparme de verdad.

—Sin duda es miembro de la Orden, y creo que fue él quien envió al Guardia para que me matara. Es la única forma que tiene de saberlo, a no ser que la compulsión…

—La compulsión sigue funcionando. —Aiden se pasó la mano por el pelo, a través de sus rizos oscuros—. Lo habríamos sabido, ya me habrían arrestado.

—Entonces la única forma que tiene de saberlo es que él mismo hubiese mandado un Guardia para matarme.

Aiden se agarró la nuca.

—¿Estás segura de que lo sabe?

Reí molesta, señalándome la mejilla.

—Me lo hizo al no admitirlo.

Sus ojos plateados parecían arder.

—Me encantaría matarlo.

—Y a mí, pero no hará que las cosas vayan mejor.

Me sonrió.

—Pero nos sentiríamos mejor.

—Joder, qué chungo te has vuelto. Gracioso, pero chungo.

Aiden sacudió la cabeza.

—¿Qué dijo exactamente?

Le conté las preguntas que me había hecho Telly.

—Sabes, la parte buena es que pensó que usar a mi padre no tendría ningún efecto sobre mí. Pero dijo que si me entregaba, no seguiría indagando para tratar de descubrir al puro que me encubrió. Si no le digo nada, irá tras cualquier puro al que parezca que le caigo bien: tú, Laadan, Leon e incluso Marcus. Supongo que piensa que no puede ir a por Seth o que le tiene miedo.

—Álex…

—No sé qué hacer. —Me aparté del sofá, esquivándole. Vagué por el pequeño salón y me sentí encerrada. Me paré, dándole la espalda a Aiden—. Estoy jodida, lo sabes, ¿verdad?

—Álex, ya se nos ocurrirá algo. —Sentí cómo se acercaba a mí—. No acaba aquí, siempre hay opciones.

—¿Opciones? —Crucé los brazos—. Tuve opciones cuando el Guardia intentó matarme y elegí la peor. Cometí un gran fallo, Aiden. No puedo arreglarlo. Y, ¿sabes qué? Creo que el Guardia ni siquiera le importa.

—Ya lo sé —respondió suavemente—. Creo que mandó al Guardia sabiendo que podías defenderte y que posiblemente lo matarías. Tiene sentido.

Me di la vuelta.

—¿En serio?

Asintió con los ojos entrecerrados.

—Es la trampa perfecta, Álex. Telly envía al Guardia para matarte, sabiendo que es bastante probable que luches con él y acabes matándolo en defensa propia.

—Pero en este mundo la defensa propia no significa nada.

—Exacto. Así Telly te tendría pillada. Nadie podría detenerle si quisiera matarte o, como mínimo, degradarte a servir. Te da el elixir y no Despiertas. Problema resuelto, excepto porque Telly no esperaba que un puro usase una compulsión y te encubriese.

Asentí.

—Pero sabe que alguien lo hizo.

—Da igual —dijo Aiden—. Puede que lo sepa, pero no puede dar ninguna prueba sin ponerse en evidencia e incriminarse. Puede que sea el Patriarca Mayor, pero no tiene el poder de ir indiscriminadamente contra unos pura sangre. Puede acusarnos todo lo que quiera, pero no puede hacer nada sin pruebas.

En mi pecho comenzó a nacer un pequeño atisbo de esperanza.

—Tiene mucho poder, Aiden. Y también tiene a la Orden, a la que solo los dioses saben cuánta gente pertenece.

—No importa, Álex. —Aiden puso sus fuertes y amables manos sobre mis hombros—. Ahora, lo único que tiene es miedo. Piensa que puede asustarte hasta que admitas la verdad. Está usando ese miedo contra ti.

—¿Pero qué pasará si va contra todos? ¿Qué pasará contigo?

Aiden sonrió.

—Puede que lo haga, pero no llegará a ninguna parte. Y cuando no admitas nada, volverá a Nueva York. Y nosotros estaremos listos por si vuelve a intentar algo. Esto no ha acabado.

Asentí de nuevo.

Aiden me miró a los ojos.

—Quiero que me prometas que no harás ninguna estupidez, Álex. Prométeme que no te entregarás.

—¿Por qué todos pensáis que voy a hacer alguna estupidez?

Puso cara de que simplemente lo sabía.

—Acto reflejo, Álex. Creo que ya lo hemos hablado.

Suspiré.

—No haré ninguna tontería, Aiden.

Aiden se quedó mirándome un segundo y luego asintió. En vez de relajarse como pensaba, parecía que estaba más tenso. Exhaló bruscamente y asintió una vez más. Fuese lo que fuese lo que estaba pensando, no era nada bueno.

Cuando su mirada de acero se cruzó con la mía, supe que era bastante posible que no hubiese creído nada de lo que le acababa de prometer.