Capítulo 4

Me sentía muy cansada cuando me dejé caer sobre el asiento más alejado del escritorio de Marcus. Las escaleras fueron mortales, sin embargo agradecía no tener que ir hasta la isla de al lado, donde vivía Lucian. Creo que no lo hubiese logrado. Solo quería hacerme un ovillo y volver a la cama, a cualquier otro sitio que no fuese aquella habitación tan iluminada.

—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó Seth. Estaba detrás de mí con las manos en el respaldo y sus dedos, cubiertos por mi pelo, tocándome la espalda—. Pensaba que el tiempo era oro.

Leon sonrió satisfecho.

—Debo haberme equivocado en la hora.

Una sonrisa cansada escapó de mi boca mientras levantaba las piernas, cruzándolas debajo de mí. Como ya he dicho, Leon era el Rey del Momento Oportuno. A lo mejor me echaba una siesta antes de que llegasen todos.

Cerré los ojos, apenas prestando atención a Leon y Seth, que intentaban molestarse a base de comentarios sarcásticos.

—La mayoría de los entrenamientos no se hacen en las habitaciones —dijo Leon—. ¿O es que han cambiado los métodos drásticamente?

Punto de sarcasmo para Leon.

—Nuestros entrenamientos no son normales —Seth hizo una pausa, sabía que había puesto aquella horrible sonrisa. La que te daba ganas de patearle—. Un Centinela no puede acabar de entender el esfuerzo necesario para preparar a un Apollyon.

Punto de sarcasmo para Seth.

Bostecé y me acurruqué en la silla, apoyando la mejilla en el respaldo.

—¿Te pasa algo Alexandria? —preguntó Leon—. Estás muy pálida.

—No le pasa nada —contestó Seth—. Nuestro entrenamiento ha sido… muy agotador. Ya sabes, mucho movimiento. Sudando, jadean…

—¡Seth! —Solté, dándole sin más remedio el tercer, cuarto y quinto punto de sarcasmo.

Por suerte, se abrieron las puertas de la oficina de Marcus y entró un montón de gente. Primero mi tío pura sangre, el Decano del Covenant de Carolina del Norte. Detrás de él, mi padrastro pura sangre, Lucian, el Patriarca del Covenant de Carolina del Norte. Llevaba puesta aquella túnica blanca absurda y su pelo negro le caía sobre la espalda, recogido con una cinta de cuero.

Era un hombre guapo, pero siempre tenía cierto aire frío y falso, fueran cuales fuesen sus palabras. Estaba flanqueado por cuatro de sus Guardias, como si esperase que una horda de daimons apareciese para chuparle todo el éter. Supongo que, dados los últimos acontecimientos, nunca se podía ser suficientemente cuidadoso. Y detrás de ellos estaban el Guardia Linard y Aiden.

Aparté la mirada y recé para que Seth mantuviese la boca cerrada.

Marcus me miró y se sentó tras la mesa, con las cejas levantadas.

—¿Interrumpimos tu siesta, Alexandria?

Nada de «¿qué tal estás?», o «me alegro de que estés viva». Si es que me quería un montón…

Leon se apartó hacia la esquina y cruzó los brazos.

—Estaban entrenando —hizo una pausa—, en su habitación.

Quería morirme allí mismo.

Marcus frunció el ceño, pero Lucian —oh, mi querido Lucian— tenía una de sus típicas respuestas. Sentado en una de las sillas frente a Marcus, se estiró la túnica y rio.

—Era de esperar. Son jóvenes y se atraen el uno al otro. No puedes culparlos por buscar algo de privacidad.

No pude evitarlo. Busqué a Aiden con la mirada. Estaba al lado de Leon y Linard, con la mirada vagando por toda la sala. Me miró durante un segundo y siguió mirando hacia todas partes. Solté de golpe todo el aire que había estado aguantando y miré a mi tío.

Los ojos de Marcus eran como esmeraldas, igual que los de mi madre, pero más duros.

—Destinados o no, las reglas del Covenant también están hechas para ellos, Patriarca. Y por lo que he oído, a Seth le cuesta lo suyo quedarse en su habitación durante la noche.

En serio, aquello no podía ser más vergonzoso.

Seth se inclinó sobre el respaldo de mi silla y bajó la cabeza para susurrarme al oído.

—Creo que nos han pillado.

Aiden estaba demasiado lejos para haberlo oído, pero se le veía cabreado. Tanto, que Seth levantó la cabeza, le miró y sonrió.

Ya no podía más. Me puse recta y aparté el brazo de Seth del respaldo de mi silla.

—¿Es este el motivo de la reunión? Porque, en serio, preferiría estar durmiendo.

Marcus me lanzó una mirada gélida.

—De hecho, estamos aquí para hablar de lo ocurrido en el Consejo.

El estómago se me cerró. Intenté poner cara de póquer, sin embargo mis ojos se dirigieron directamente hacia Aiden. Él, por su parte, no parecía estar muy preocupado. De hecho, seguía mirando fijamente a Seth.

—Hay varias cosas del viaje que nos preocupan —dijo Lucian.

Marcus asintió y, con las manos bajo la barbilla, levantó un dedo.

—El ataque daimon es una de esas cosas. Como hemos podido comprobar, algunos daimon son capaces de planear ataques.

Entre ellos, mi madre. Ella estuvo detrás del ataque que hubo durante el verano en el Lago Lure. Fue la primera prueba de que algunos daimons podían trabajar unidos.

—Pero ese tipo de ataque a larga escala es… inusitado. —Marcus continuó, mirándome—. Sé… sé que tu madre insinuó que algo así iba a suceder, pero lograr algo de esas dimensiones parece bastante improbable.

Aiden inclinó la cabeza hacia un lado.

—¿A qué se refiere?

—Creo que alguien les ayudó. —El corazón me dio un vuelco—. Alguien de dentro.

—¿Alguien… mestizo o puro?

Lucian bufó.

—Es absurdo.

—No creo que sea totalmente imposible —dijo Leon mirando al Patriarca.

—Nadie, mestizo o puro, estaría dispuesto a obedecer a un daimon —Lucian juntó las manos.

—Quizá no lo haga por propia voluntad. Puede haberlo hecho bajo coacción —continuó Marcus. Aunque tendría que sentirme aliviada, algo realmente feo se removía en mi interior. ¿Y si realmente alguien les había dejado entrar?

No. No podía ser así. Si las sospechas de Marcus estaban en lo cierto, debía haber sido bajo una coacción muy dura.

Marcus me miró.

—Es algo de lo que tenemos que ser conscientes, por la seguridad de Alexandria. Los daimons fueron por ella, y puede que lo intenten de nuevo. Podrían capturar un mestizo, un puro, un Guardia o un Centinela y obligarlo a llevarles hasta ella. Tenemos que tener cuidado con eso.

Me quedé paralizada, y supuse que les habría pasado lo mismo a Seth y Aiden. Los daimons no venían a por mí. Contamos aquella mentira para que pudiese salir de los Catskills inmediatamente después de… después de matar al Guardia pura sangre.

—Estoy de acuerdo. —La voz de Aiden sonó totalmente tranquila—, podrían volver a intentarlo.

—Hablando de su seguridad. —Lucian se giró hacia mí—. Las intenciones del Patriarca Telly estaban muy claras y, si llego a saber qué tenía planeado, nunca hubiese accedido a que se celebrase aquella sesión del Consejo. Mi principal prioridad es verte a salvo, Alexandria.

Me moví incómoda. Durante mi infancia, Lucian ni siquiera fingió interesarse por mí. No obstante, desde que volví a finales de mayo al Covenant, actuaba como si fuese su hija pródiga.

No me engañaba. Si no fuese la segunda venida del Apollyon, no estaría allí sentado. ¿A quién pretendía engañar? Seguramente me hubiesen comido los daimons en Atlanta.

Nuestras miradas se cruzaron. Nunca me gustaron sus ojos. Eran negros, de un tono artificial —el color de la obsidiana y el frío—. De cerca, parecía que no tenía pupilas.

—Me temo que el Patriarca Telly actuaba bajo una compulsión cuando cometió el horrible acto de entregarte aquella bebida.

Yo también lo sospechaba, pero escuchar aquellas palabras de su boca me dejó intranquila. Como Jefe de todos los Patriarcas, Telly tenía una gran capacidad de control. De no ser por el voto de la Matriarca Diana Elders, estaría condenada a la esclavitud.

—¿Cree que volverá a ir contra Alexandria? —Era difícil no responder a la voz profunda y melódica de Aiden.

Lucian sacudió su cabeza.

—Me gustaría poder decir que no, pero temo que volverá de nuevo. Lo mejor que podemos hacer es asegurarnos de que Alexandria no se meta en problemas, así no daremos al Jefe de los Patriarcas excusa alguna para que la esclavice.

Varios pares de ojos me miraron. Aguanté otro bostezo y levanté la barbilla.

Intentaré no hacer ninguna locura.

Marcus levantó una ceja.

—Sería un bonito cambio.

Le miré y froté la palma de mi mano sobre la rodilla. Aún sentía algo raro en la piel, me cosquilleaba.

—¿Hay algún método más proactivo? —preguntó Seth apoyándose en mi silla—. Creo que todos estamos de acuerdo en que Telly volverá a intentar algo. No quiere que Álex Despierte. Nos tiene miedo.

—A ti te tiene miedo… —murmuré, y volví a bostezar.

Como respuesta, Seth inclinó mi silla hacia atrás, obligándome a agarrarme con fuerza a los reposabrazos. Me sonrió, acorde con sus siguientes palabras.

—Casi logra tenerla. Le faltó un único voto para ponerla en la servidumbre. ¿Quién dice que no inventará algo en su contra para cambiar el voto a su favor?

—Diana nunca comprometería su posición por servir a Telly y sus deseos —dijo Marcus.

—Guau, ¿lo sabes de primera mano?

Marcus ignoró mi comentario.

—¿Qué sugieres, Seth?

Seth se apartó de mi silla y se puso a mi lado.

—¿Qué os parece despojarlo de su puesto? Así ya no tendría poder alguno.

Lucian miró a Seth con cara de aprobación y podría jurar que Seth brilló un poco. Como si acabase de traer a casa las notas, con un diez en todo, y estuviese a punto de ser recompensado. Raro. Raro y realmente extraño.

—¿Estás sugiriendo dar una especie de golpe de Estado? ¿Que nos rebelemos contra el jefe de los Patriarcas? —Marcus mostró a Lucian su escepticismo—. ¿No tienes nada que decir?

—No me gustaría formar parte de algo así, pero Telly, el jefe de los Patriarcas, está anclado en los viejos tiempos. Sabes que lo que más desea es que volvamos a ser una sociedad aparte —respondió Lucian con calma—. Es capaz de llegar a cualquier extremo para proteger aquello en lo que cree.

—Y exactamente, ¿qué es en lo que cree? —pregunté. El cuero hizo unos sonidos poco atractivos al volver a hundirme en la silla.

—A Telly le encantaría que no tuviésemos relación alguna con los mortales. Si por él fuera, no haríamos nada más que dedicarnos a los dioses —Lucian se pasó una mano por la túnica—. Cree que el Consejo tiene que proteger el Olimpo, en lugar de llevarnos hacia el futuro por el buen camino.

—Y nos ve como una amenaza hacia los dioses —dijo Seth cruzando los brazos—. Sabe que no puede venir a por mí, pero Álex es vulnerable hasta que Despierte. Hay que hacer algo con él.

Hice una mueca.

—No soy vulnerable.

—Claro que sí. —Los ojos de Aiden estaban grises como el acero cuando me miró—. Si el Patriarca Telly en verdad cree que Seth puede ser una amenaza, intentará sacarte a ti de la ecuación. Tiene el poder suficiente como para hacerlo.

—Lo entiendo, pero Seth no se volverá loco contra el Consejo. No intentará conquistar el mundo cuando yo Despierte. —Le miré—. ¿Verdad?

Seth sonrió.

—Tú estarás a mi lado.

Le ignoré y me abracé las rodillas.

—Telly no puede apartarme solo porque crea que puede haber una amenaza. —Pensé en mi padre. Sabía sin duda que él también estaba detrás de aquello—. Tiene que haber algo más.

—Telly vive para servir a los dioses —dijo Lucian—. Si siente que pueden estar amenazados, no necesita otra razón.

—¿Acaso usted no vive para servir a los dioses? —preguntó Leon.

Lucian apenas le miró.

—Claro que sí, pero también estoy para servir a los intereses de mi pueblo.

Marcus se frotó una ceja, preocupado.

—Telly no es nuestra única preocupación. También lo son los propios dioses.

—Sí. —Lucian asintió—. También tenemos presente el tema de las furias.

Me pasé la mano por la frente, obligándome a concentrarme en la conversación. Que me hubiesen invitado a participar era algo bastante importante, así que supuse que debería prestar algo más de atención y dejar los comentarios sarcásticos.

—Las furias solo atacan cuando perciben una amenaza hacia pura sangre y dioses —explicó Marcus—. Su aparición en los Covenants antes del ataque daimon no fue más que un acto cautelar de los dioses. Era un aviso de que, si no podemos mantener a los daimons bajo control, o si nuestra existencia acaba siendo revelada a los mortales por culpa de los daimons, responderán. Y cuando los daimons atacaron el Covenant, soltaron a las furias. Pero ellas fueron a por ti, Álex. Aunque había daimons contra los que podían haber luchado, te vieron a ti como su mayor amenaza.

Las furias atravesaron al daimon y a un inocente como si nada justo antes del asedio daimon, y vinieron a por mí. No voy a mentir, nunca en mi vida había estado tan asustada.

—Volverán —añadió Leon—. Es su naturaleza. Quizá no inmediatamente, pero lo harán.

La cabeza me daba vueltas.

—Eso pensaba yo, aunque no he hecho nada malo.

—Existes, cariño. Eso es todo cuanto necesitan —dijo Lucian—. Y tú eres la más débil de los dos.

También la que más dormida estaba.

—Si vuelven, yo las destruiré —dijo Seth.

—Buena suerte. —Cerré los ojos, descansándolos de tanta luz—. Se desvanecerán y luego, simplemente, volverán.

—No si las mato.

—¿Con qué? —preguntó Aiden—. Son diosas. No hay ningún arma hecha por el hombre ni por un semidiós que las pueda matar.

Cuando abrí los ojos, Seth estaba sonriendo.

—Akasha —dijo—. Acabará con ellas para siempre.

—Ya, pero todavía no dispones de ese poder —dijo Leon, con la mandíbula tensa.

Seth simplemente siguió sonriendo hasta que Lucian se aclaró la garganta y habló.

—Yo no llegué ver a las furias. Tuvo que ser algo… digno de presenciar.

—Eran hermosas —dije. Todos se giraron hacia mí—, al principio. Luego cambiaron. Jamás había visto algo parecido. Aunque bueno, una dijo que Tánatos no estaría contento con su vuelta cuando… acabé con ellas. Dijo algo sobre el camino que habían elegido los Poderes y que yo sería su herramienta. El oráculo también dijo algo por el estilo antes de desvanecerse.

—¿Quiénes son «Los Poderes»? —preguntó Leon.

Aiden asintió.

—Buena pregunta.

—Eso no tiene que preocuparnos, las furias sí —contestó Lucian haciendo un gesto de desprecio con la mano—. Igual que Telly, se mueven por antiguos temores. Las furias son leales a Tánatos. Si las furias vuelven, me temo que Tánatos no estará muy lejos.

Marcus dio un manotazo sobre la mesa de caoba.

—No puedo tener a los dioses atacando la escuela. Tengo cientos de estudiantes que mantener a salvo. Las furias no miran a quién matan.

No mencionó ni una sola vez la necesidad de mantenerme a salvo. Dolía. Puede que estuviésemos emparentados, pero no nos convertía en familia de verdad. Marcus no me había sonreído ni una sola vez. No me quedaba nadie. Aquello hacía que llegar hasta mi padre fuese lo más importante.

—Sugiero que llevemos a Álex a un lugar seguro —dijo Lucian.

—¿Qué? —dije soltando un gallo.

Lucian me miró.

—Las furias saben que pueden buscarte aquí. Tenemos que llevarte a un sitio seguro.

Seth se sentó en el brazo de mi silla, cruzando las piernas por los tobillos. Nada de aquello parecía sorprenderle.

Le di unos golpecitos en la espalda para que me prestase atención.

—¿Tú sabías algo de esto? —susurré.

No contestó.

Con mi mirada le aseguré que después tendríamos una pelea, y de la buenas. Seth podría haberme al menos consultado.

Aiden frunció el ceño.

—¿Y dónde la llevaríais?

Volví a mirarle. Mi pecho se encogió cuando, por un momento, nuestras miradas se cruzaron. En aquel instante, si me concentraba mucho, podía sentir de nuevo sus brazos a mi alrededor. No era lo mejor que podía pensar en aquel momento, con todo el mundo hablando de mi futuro como si yo ni siquiera estuviese presente.

—Cuantos menos lo sepan, mejor —respondió Lucian—. Estará bien protegida por mis mejores Guardias y Seth.

Marcus pareció pensárselo.

—Así no tendríamos que preocuparnos de que las furias nos atacasen aquí. —Me miró cauteloso—. Pero si deja el Covenant ahora, no podrá graduarse y convertirse en Centinela.

El estómago me dio un vuelco.

—Entonces no puedo marcharme. Tengo que graduarme.

Lucian sonrió, y me dieron ganas de pegarle un puñetazo.

—Cariño, ya no tienes que preocuparte por convertirte en Centinela. Vas a ser un Apollyon.

—¡Me da igual! ¡Ser un Apollyon no es lo que yo quiero hacer en la vida! Necesito ser Centinela. Es aquello que siempre he querido. —Aquellas palabras me marcaron. Lo que siempre quise fue tener una elección. En realidad, ser Centinela era la mejor de dos malas opciones.

—Tu seguridad es más importante que tus deseos. —La voz de Lucian era dura, me recordó a cuando de niña entraba a una habitación donde no debía o me atrevía a hablar cuando no me tocaba. Aquel era el Lucian de verdad, el que asomaba por detrás de su fachada.

Nadie más se dio cuenta.

Apreté las piernas hasta que me dolieron.

—No. Tengo que convertirme en Centinela. —Miré a Seth pidiendo ayuda, pero de repente pareció estar muy interesado en la punta de sus botas—. No lo entendéis. Los daimons me arrebataron a mi madre y la convirtieron en un monstruo. ¡Mirad qué me hicieron! No. —Intenté respirar, ya que estaba a punto de quedarme sin aire—. Además, da igual dónde me llevéis, porque las furias me encontrarán. ¡Son dioses! No puedo esconderme para siempre.

Lucian me miró.

—Eso nos dará algo de tiempo.

Estaba muy enfadada, tanto que casi me caí de la silla.

—¿Tiempo hasta que Despierte? ¿Y entonces qué? ¿No te importa lo que me ocurra entonces?

—Tonterías —dijo Lucian—. No solo tendrás poder, sino que Seth podrá protegeros a los dos.

—¡No necesito que Seth me proteja!

Seth me miró por encima del hombro.

—Tú sí que sabes hacerme sentir útil.

—Cállate —le solté—. Ya sabes a qué me refiero. Sé luchar. He matado daimons, he luchado contra las furias y he sobrevivido. No necesito que Seth cuide de mí como si fuese mi niñera.

Leon saltó.

—Sí, necesitas una niñera, pero dudo que Seth esté cualificado para ello.

Aiden tosió, pero más bien parecía ahogar una risita.

—¿Crees que tú puedes hacer mejor el trabajo? —le preguntó Seth como si nada, aunque yo sabía que estaba tenso y que no le estaba preguntando a Leon en realidad—. Porque te invito a que lo intentes —añadió.

Los ojos de Aiden cambiaron de gris a plateado. Sus labios se inclinaron en una media sonrisa cuando sus ojos se cruzaron con los de Seth.

—Creo que todos sabemos la respuesta.

Abrí la boca de par en par.

Seth se puso recto. Antes de que pudiese decir algo, que seguramente no sería bonito, me levanté.

—No puedo dejar el… —Unos puntitos brillantes bailaron frente a mis ojos y todo empezó emborronarse. El estómago me daba vueltas peligrosamente.

—Wooow…

En un segundo tuve a Seth a mi lado, cogiéndome de la cintura con un brazo.

—¿Estás bien? —Me volvió a sentar en la silla—. ¿Álex?

—Sí —respiré, levantando la cabeza lentamente. Todos me miraban. Aiden había dado un paso al frente, estaba con los ojos bien abiertos. Las mejillas me ardían—. Estoy bien, en serio. Solo estoy cansada.

Seth se arrodilló junto a mí, cogiéndome la mano.

—Lleva resfriada toda la semana.

—¿Se ha resfriado? —Lucian hizo una mueca—. Eso es muy… de mortal.

Le miré con odio.

—Pero… si los mestizos no se ponen enfermos —dijo Marcus, mirándome fijamente.

—Bueno, pues eso díselo a la caja de pañuelos con la que he estado viviendo. —Me pasé los dedos por el pelo—. Que ya estoy bien, en serio.

Marcus se puso de pie.

—Creo que ya es suficiente por hoy. Estamos todos de acuerdo en que, de momento, no hay nada que decidir, ¿verdad?

Lucian, que había permanecido en silencio, asintió.

La discusión acabó y me dieron una prórroga momentánea. No me iría del Covenant en aquel momento, pero no podía quitarme de encima la horrible sensación de que, al final, la decisión no sería mía.