Entre dos cigarrillos
El viajante ha vuelto a la ciudad, se hospeda en el hotel de Sommer y habla con Babtsche; pero ya no le gasta bromas, ni ella se ríe. Por lo visto, tienen cosas más importantes que decirse que simples chirigotas.
Riegel, el viajante, parece estar en vilo y habla en susurros. Siete veces se ha puesto el cigarrillo entre los labios y no lo ha encendido. ¿Acaso no tiene cerillas o tal vez le gustaría ir a la cocina a buscar una brasa, como hace el dueño de la casa? Explicando los actos de un hombre, puede llegar a adivinarse lo que hay en su corazón. Babtsche, sentada frente a él, observa cómo se deshace el cigarrillo, pero no le da fuego. No aparta los ojos de él, habla. ¿Cuántos pelos tiene, querido, esa nuez de tu garganta? Uno, dos, tres… Si fueras un hombre cuidadoso, de los que llevan sus cosas en orden, no olvidarías pasar la navaja por ahí al afeitarte. David Moisés, el nieto del rabino, no tiene pelos en el cuello, aunque por respeto a su abuelo, el rabino, cuando viene a Szybuscz no se afeite. Y tampoco tiene la nuez tan prominente. El doctor Zvirn tampoco enseña esa nuez; pero éste es calvo y, si no se le ve la nuez, es porque la grasa se la tapa. La grasa le impide respirar bien y por eso duerme con la boca abierta. Una vez, mientras dormía, se le metió un ratón en la boca, entonces él cerró la boca y fuera quedó la cabeza y medio cuerpo del ratón. Imagínate que un gato coge un ratón por la cola, ¿qué sería mejor para él, que lo comiera el gato o quedarse en la boca de Zvirn? Babtsche me dijo que cada vez que veía a Zvirn su bigote le parecía una cola de ratón. Tal vez por eso no se siente atraída hacia él, a pesar de que le ha doblado el sueldo.
El viajante mira a Babtsche y se da cuenta de que ella no le escucha. La primera vez que la vio, la muchacha llevaba una chaqueta de piel, el pelo corto y se conducía como un muchacho. Ahora lleva vestido, el pelo más largo y está un poco más llena. Ha cambiado por completo desde el invierno. Antes, al verla, hubieras dicho que no había en el mundo muchacha más graciosa. Pero la Babtsche de ahora es mucho más hermosa que la que conociste antes.
Lolik, el hermano de Babtsche, tiene la boca y las orejas en todas partes. Se sienta a mi lado y me cuenta que Riegel quiere divorciarse, pero no le resulta fácil, pues el matrimonio tiene varios hijos. De todos modos, ha puesto el caso en manos de un abogado de su ciudad y parece ser que se lo resolverá. Lo único que quiere es librarse de su mujer. ¿A qué ha venido ahora? A decírselo a Babtsche. ¿Y por qué tiene que saberlo Babtsche? Lolik esboza su risita de niña y me deja que piense lo que quiera. Por su parte, la señora Sommer me contó que el viajante había venido a Szybuscz con motivo de la quiebra de un comerciante en tejidos que debía cinco mil guldens al jefe del viajante y éste había presentado una demanda por mediación de Zvirn, el jefe de Babtsche, y era de este asunto de lo que hablaba con Babtsche.
Así como el hombre está compuesto de materia y espíritu, también su actividad se compone de materia y espíritu. ¡Un viajante de comercio que viene a la ciudad por motivos de dinero habla con Babtsche de las cosas del alma! Se mire por donde se mire, el viajante ha ido a caer entre dos abogados, el que le tramita el divorcio y el que le tramita la demanda contra el comerciante en quiebra. No metamos la cabeza entre dos abogados para averiguar cuál es más hábil de los dos. De todos modos, parece más fácil divorciarse de la esposa que sacarle dinero a un comerciante en quiebra.
¿Por qué se ha declarado en quiebra el comerciante? Cuando le compré la tela para mi abrigo, tenía la tienda llena de mercancías y probablemente no ha podido venderlas, pues no he visto a nadie que estrenara un traje. Por lo tanto, la mercancía debe seguir allí. ¿Para qué querrá todas esas telas el comerciante? ¿Para ponérselas a su esposa debajo de la cabeza, como ella me dijo que hacía Schuster con la suya por carecer de almohada?
Babtsche es una muchacha juiciosa y sabe dar un consejo a quien se lo pide. Explica al viajante cómo hay que tratar a Zvirn, al que ella conoce como la palma de su mano. Por lo que se refiere a la esposa del viajante, Babtsche mantiene la boca cerrada; no quiere inmiscuirse en las cosas del alma, pues a su propio espíritu le falta la paz. Unas veces puede más en ella la materia; otras veces, el espíritu. Unas veces se dice: Zvirn es rico, gana mucho dinero, posee varias casas en la ciudad y si realmente quiere casarse con ella y no solamente divertirse, es lógico que ella lo piense. Otras veces piensa en David Moisés, el nieto del rabino, que es un apuesto joven, pero que no gana mucho, pues el sábado no trabaja y depende de su padre, que le paga el sábado. Y es que es taquillero del cine y siempre dependerá de su padre, ya que si quisiera trabajar el Sábado le quitarían el puesto en consideración al padre, que dirige el periódico y podría perjudicarles. Pero Babtsche tiene las manos libres y, si les faltase algo, ella podría ayudar. ¿O acaso Zvirn sólo le daría trabajo mientras estuviese libre? Si se casa con otro, tal vez pierda su empleo y quién sabe si encontraría otro. El mundo es como un llano; pero de pronto se nos presenta como una escarpada montaña, llena de dificultades. ¿Qué le faltó hasta ahora a Babtsche? Se divertía con sus amigos y sus amigos se divertían con ella. De pronto, la diversión acabó, la suya y la de sus amigos.
La señora Sommer no sabe qué pasa en el corazón de su hija. Y, aunque lo supiera, nada podría hacer. Sería bueno para su hija casarse con un hombre rico que gana más en un mes que todo Szybuscz en un año. Pero este abogado es una sanguijuela que está chupando la sangre de Israel; pero aún, es una fiera que devora al pueblo de Szybuscz sin dejar ni los huesos. Ya en los tiempos en que Ausdauer lo contrató como asesor adquirió fama de malvado. Ahora, desde que actúa por su cuenta, combina la mala intención con las malas artes.
Por el contrario, el nieto del rabino es un ser noble y delicado, hombre culto, de buena familia, cortés y bien educado. Combina los conocimientos clásicos con los del mundo moderno. Su yiddish es tan bueno como el de los libros de rezos de las mujeres y su polaco es como el de una condesa. Y si sus ingresos son pequeños… Dice la señora Sommer que antes, cuando el dinero era dinero, se decía que no era lo más importante; con mayor motivo debe decirse hoy día, en que el dinero prácticamente no es dinero. El que da la vida a uno debe darle también unos ingresos. Por lo que se refiere al viajante, del que se murmura que quiere divorciarse de su mujer a causa de Babtsche. ¡Señor de los Cielos!, ¿a dónde iríamos a parar si tuviéramos que compadecer a todos los viajantes que miran a las chicas dondequiera que van?
El dueño del hotel está sentado en su actitud habitual, con la pipa entre los labios y los ojos entornados. En primer lugar, porque le han vuelto los dolores y, en segundo lugar, porque añora tiempos pasados.
En los tiempos pasados, las muchachas solían quedarse en casa, con sus padres, en lugar de ir a los bufetes de los abogados, y ayudaban a la madre y, cuando no había nada que hacer, leían un libro. Cuando alcanzaban la mayoría de edad, el Señor les enviaba el hombre que les convenía para marido y ambos pasaban la vida juntos. En sí, la profesión de abogado era perfectamente honorable y si su suegro hubiera podido cumplir la promesa que le hizo, quizás él mismo, Sommer, se hubiera hecho abogado. Pero por lo que se refiere a las actividades de Zvirn, en cuyo bufete trabajaba Babtsche, las cosas no están claras. ¿Qué es lo que no está claro? ¿Que recurre a toda clase de tretas para servir a sus clientes? De hecho, un abogado debe hacer cuanto esté en su mano para que su representado gane el pleito. Pero lo malo es que use artimañas en beneficio propio, para enriquecerse con la desgracia ajena.
Había en la ciudad un viejo hojalatero tuerto, el padre del doctor Milij, al que Zvirn puso en toda clase de dificultades hasta que, al fin, el pobre hombre tuvo que venderle su casa por un precio ridículo. Por lo que se refiere a David Moisés, el nieto del rabino, todo su mérito consiste en ser el nieto del rabino. De ahí que uno se pregunte: «¿Qué hace ese muchacho? Si tanto quiere a su abuelo, ¿por qué no sigue sus pasos? Si no le quiere, ¿dónde está su propia valía?». En cuanto al viajante… Es indudable que es un hombre recto y prudente. Paga la cuenta sin pestañear y, además, da propina a Krolka. ¿Que no vive bien con su mujer? Tal vez la culpa no sea de él, sino de ella. En cualquier caso, Sommer no quiere intervenir en el asunto, a pesar de que afecta tan de cerca a Babtsche. Además, si Raquel no le escuchó, ¿cómo va a querer escucharle Babtsche?
Babtsche dejó solo al viajante, pues era ya hora de ir a casa del abogado. Y cuando se alejó, después de ponerse en pie bruscamente, el viajante no tuvo ocasión de pedirle que le permitiera acompañarla. De manera que el viajante se ha quedado solo y piensa en su mujer y sus hijos. ¿Cuándo decidió divorciarse de ella? ¿Antes de venir a Szybuscz por primera vez, o al regreso de Szybuscz? Al parecer, al volver a casa después de haber estado en Szybuscz empezó a encontrar defectos en su mujer. Sin embargo, él afirma que durante el primer año de matrimonio ya se dio cuenta de que no la quería. Entonces, ¿por qué permaneció tanto tiempo a su lado? Porque ella estaba embarazada y él no quería darle un disgusto. Antes de que él pudiera decidir lo que iba a hacer, la mujer volvía a estar embarazada. Y él volvió a callar, para no darle el disgusto. El que está siempre en casa y ve a su mujer todos los días y a todas horas, puede escoger el momento apropiado; pero un viajante de comercio que en todas partes está de paso… Cuando tras decidir separarse de su mujer, vuelve a casa y ve que ella se ha puesto guapa para recibirle, encuentra la mesa puesta y la cama preparada, el hombre se olvida de su decisión y antes de que pueda resolverse a hablar con ella, su mujer vuelve a estar embarazada y él no quiere darle el disgusto.
Apartemos nuestra mirada del corazón del viajante y observemos sus actos externos. El hombre ha vuelto a sacar del bolsillo la pitillera y ha cogido un cigarrillo. Algo apartado de él, en otra mesa, está el padre de Babtsche, fumando su pipa. El viajante se pregunta: «¿Me levanto y le pido al señor Sommer que me deje encender el cigarrillo en su pipa, o voy a buscar lumbre a la cocina? Y si allí encuentro a la señora Sommer, es posible que entablemos conversación, pues la señora Sommer es una mujer locuaz; no es tan callada como su marido». Todos los hosteleros del mundo son unos charlatanes y éste, en cambio, calla. Tal vez el viajante no le sea simpático porque quiere divorciarse de la esposa que tomó en su juventud. Y no sabe que, de no ser por Babtsche, hubiera pasado con ella el resto de su vida.
Y es que esa Babtsche le hace perder la cabeza, tanto con chaqueta de piel como con su vestido nuevo. Las mujeres son malas siempre. Si las odias, son malas, y si las quieres, también. ¡Qué hermosa era la vida este invierno, cuando a ésta ni la odiabas ni la querías! Ella se sentaba a tu lado y tú le contabas chistes que la hacían reír a más no poder. Ahora que la miras con ojos de enamorado, ella te vuelve la cara. De no ser por el comerciante que se había declarado en quiebra, de buena gana cogía sus bártulos y se volvía a casa.
¿Qué pasará con el comerciante? Zvirn descuida el caso y no emprende ninguna acción. Quizá tenga razón Dolik al decir que a Zvirn le gusta la esposa del comerciante. ¿Qué hago? ¿Voy a ver al abogado o espero a que venga Dolik y trato de sacarle lo que sepa? Cada conversación con Dolik me cuesta dinero, pues él se empeña en jugar a las cartas y siempre gana. De todos modos, las pérdidas las cargo en la cuenta de gastos de representación, y en paz.
El cigarrillo se había deshecho entre los dedos del viajante. Sacó otro. Es de temer que corra la misma suerte que el anterior.