Capítulo 31

—Creo que las cosas salieron bien, ¿eh, Easy?

—¿Qué? —Interrumpí mi tarea de regar las dalias. Odell bebía una lata de cerveza.

—Dupree está bien y la policía cogió a los asesinos.

—Sí.

—Pero ¿sabes? Hay algo que me molesta.

—¿Qué, Odell?

—Bueno, han pasado tres meses, Easy, y no trabajas ni has buscado empleo, que yo sepa.

La cadena de San Bernardino es la más hermosa en otoño. El viento alto se lleva toda la contaminación y los cielos cortan el aliento.

—Estuve trabajando.

—¿Tienes un empleo nocturno?

—A veces.

—¿Qué quieres decir con «a veces»?

—Ahora trabajo para mí, Odell. Y tengo dos trabajos.

—¿Sí?

—Me compré una casa, en subasta pública por impago de impuestos, y la alquilo y…

—¿De dónde sacaste tanto dinero?

—Indemnización por el despido en Champion. Y además, los impuestos de la casa no eran tanto dinero.

—¿Cuál es tu otro trabajo?

—Lo hago cuando necesito unos dólares. Investigaciones privadas.

—¡No te creo!

—De veras, no te miento.

—¿Y para quién trabajas?

—Gente que conozco y gente que conocen ellos.

—¿Como quiénes?

—Mary White, por ejemplo.

—¿Qué hiciste para ella?

—Ronald la abandonó hace dos meses. Seguí su pista hasta Seattle y le di la dirección a Mary. La familia de ella lo obligó a volver.

—¿Y qué más?

—Encontré a la hermana de Ricardo en Galveston y le conté lo que Rosetta le estaba haciendo al pobre. Me dio unos dólares cuando vino a liberarlo.

—¡Maldición! —Ésa fue la única vez que oí a Odell maldiciendo—. Parece un negocio muy peligroso, hermano.

—Un poco. Pero ya sabes que también te puedes morir cruzando la calle. Al menos de esta manera puedo decir que me lo he ganado.

Más tarde, aquel mismo día, Odell y yo cenábamos juntos. Estábamos sentados en el jardín delantero porque todavía hacía calor en Los Ángeles.

—¿Odell?

—¿Sí, Easy?

—Si sabes que un hombre está equivocado, es decir, si sabes que hizo algo malo pero no lo entregas a la ley porque es tu amigo, ¿crees que eso está bien?

—Lo único que tenemos son los amigos, Easy.

—¿Pero si además conoces a otro tipo que hizo algo malo, aunque no tan malo como el primero, y entregas a ese hombre?

—Diría que ese tipo tiene bastante mala suerte.

Nos reímos un buen rato.