Capítulo 28

Me hallaba en un gran buque de guerra en medio del mayor bombardeo de la historia bélica. Los cañones estaban al rojo vivo y la tripulación y yo los cargábamos. Los aviones castigaban la cubierta con ráfagas de ametralladora que me punzaban los brazos y el pecho, pero yo seguía pasando proyectiles al hombre que tenía delante. Era el crepúsculo o los primeros momentos del alba, y yo me sentía alborozado por el poder de la guerra.

Entonces apareció Mouse y me sacó de la línea. Me dijo:

—¡Easy! Tenemos que salir de aquí. ¡No existe razón para morir en una guerra de blancos!

—¡Pero estoy luchando por la libertad! —le respondí, también gritando.

—No te van a dejar escapar, Easy. Tú la ganas y ellos te mandan de vuelta a la plantación antes del Día del Trabajo.

Le creí enseguida pero antes de que pudiera escapar, una bomba estalló en el barco y comenzamos a hundirnos. Fui arrojado desde la cubierta al helado mar. Me entró agua en la boca y la nariz e intenté gritar, pero me hallaba bajo el agua. Ahogándome.

Cuando volví en mí vi que goteaba, por el balde de agua que me había arrojado Primo. Tenía agua en los ojos y en la tráquea.

—¿Qué ha pasado, compañero? ¿Te has peleado con tus amigos?

—¿Qué amigos? —pregunté, suspicaz. En aquel momento lo único que sabía era que Primo me había empapado.

—Joppy y el hombre blanco de traje blanco.

—¿Hombre blanco? —Primo me ayudó a sentarme. Yo estaba en el suelo de tierra del exterior de la casita. La cabeza comenzaba a despejárseme.

—Sí. ¿Te encuentras bien, Easy?

—¿Qué ha pasado con el blanco? ¿Cuándo han venido él y Joppy?

—Hace dos o tres horas.

—¿Dos o tres horas?

—Sí. Joppy me ha preguntado dónde estabas y cuando se lo he dicho ha dado una vuelta con el coche alrededor de la casa. Al cabo de un rato se han ido.

—¿La chica está con ellos?

—No he visto a ninguna chica.

Me levanté como pude y fui hasta la casa, con Primo pisándome los talones. Ninguna chica.

Volví a salir y eché un vistazo alrededor, pero tampoco la vi allí.

—¿Habéis peleado? —me preguntó Primo.

—No mucho. ¿Puedo usar tu teléfono, hermano?

—Sí, seguro. Está dentro.

Llamé a la hermana de Dupree pero me dijo que él y Mouse habían salido temprano por la mañana. Sin Mouse, yo no sabía qué hacer. Así que me dirigí a mi coche y conduje en dirección a Watts.

La noche estaba completamente negra, sin luna; unas nubes espesas cubrían las estrellas. Más o menos a cada manzana había una farola que brillaba en la oscuridad, iluminando nada.

—¡Bórrate de esto, Easy!

No respondí.

—Tienes que encontrar a esa chica, tío. Tienes que aclarar toda esta mierda.

—¡Vete al carajo!

—No, Easy. Tienes que ser valiente. Valiente significa encontrar a ese blanco y a tu amigo. Ser valiente significa no permitirles que se te caguen encima.

—¿Y qué puedo hacer?

—Tienes un arma, ¿no? ¿Crees que no te servirá de nada con esos hombres?

—Ellos también están armados; los dos.

—Lo único que tienes que hacer es asegurarte de que no te vean llegar. Lo mismo que en la guerra, tío. Aprovecha la oscuridad.

—Pero ¿cómo los encuentro? ¿Qué quieres que haga? ¿Que busque en la guía?

—Sabes donde vive Joppy, ¿verdad? Ve a buscarle. Si no está allí, sabrás que tienen que estar en la casa de Albright.

La casa de Joppy estaba oscura, y el bar, cerrado con candado por la parte de fuera. El portero de noche del edificio de Albright, un gordo de cara colorada, me dijo que Albright se había mudado.

Así que decidí llamar al servicio de información de cada suburbio al norte de Santa Mónica. Tuve suerte y encontré a DeWitt Albright al primer intento. Vivía en la ruta 9, en las colinas de Malibú.