38

Rhage durmió hasta tarde, muy tarde, y lo que lo despertó fue una mala noticia. La inquietud, la horrible tensión, anidaba en su interior otra vez. La tregua de la Virgen Escribana había terminado. La bestia estaba de regreso.

Abrió los ojos y vio el pelo de Mary sobre la almohada. Y la curva de su cuello. Y su espalda desnuda.

Rompió a sudar; en un abrir y cerrar de ojos tuvo una erección.

Pensó en lo que hicieron después de la alimentación. Y en cómo se amaron de nuevo al regresar a la habitación. La había buscado dos veces más durante el día, sintiéndose mal por pedirle tanto, porque ya la había importunado demasiado. Pese a todo, ella le sonreía cada vez y lo recibía gustosa en su interior, aunque debía sentirse agotada, y probablemente un poco dolorida.

Y él la deseaba otra vez en ese momento, ahora con una necesidad irrefrenable, diferente a lo que había sentido antes. Era un ansia salvaje, como si nunca la hubiera poseído o no la hubiera visto en meses. Al luchar contra tal impulso, las manos se le crisparon, los dedos le hormiguearon, la piel se le puso tirante. Estaba completamente tenso y hasta los huesos le vibraban.

Bajó de la cama y fue a la ducha. Al regresar estaba más tranquilo, pero entonces vio que Mary se había quitado las mantas de encima con los pies. Estaba gloriosamente desnuda, acostada sobre el vientre. Su hermoso trasero era una tentación irresistible.

—¿Te traigo algo de la cocina? —preguntó con voz ronca.

—Sueño —murmuró la mujer, dándose la vuelta. Las puntas sonrosadas de sus senos se irguieron al contacto con el aire.

«Por Dios», se dijo Rhage. Pero notó que algo no iba bien. Tenía la cara sonrojada, como si hubiera tomado el sol, y las piernas estaban fláccidas sobre el colchón.

Se acercó a ella y le puso la mano sobre la frente. Estaba caliente y seca.

—Mary, creo que tienes fiebre.

—De baja intensidad. Entra dentro de lo previsible.

El miedo enfrió sus deseos sexuales.

—¿Quieres que te traiga una aspirina?

—Sólo necesito dormir, para que pase la fiebre.

—¿Quieres que me quede contigo?

Ella abrió los ojos.

—No, esto me sucede a veces. De verdad, estoy bien. Sólo necesito dormir.

Rhage permaneció con ella un poco más, y luego se puso unos pantalones deportivos negros y una camiseta. Antes de salir, la miró. Apenas podía soportar que tuviera una fiebre leve. ¿Qué haría cuando enfermara realmente?

Pensó en Havers. No había escuchado la opinión de Havers todavía, y el doctor ya debía de haber estudiado su historial. Rhage cogió su móvil y salió al pasillo.

La conversación con el doctor no duró mucho, porque no había nada que pudiera hacer por ella. Como los vampiros no sufrían cáncer, él no se había ocupado de la enfermedad, ni tampoco ninguno de sus colegas.

Rhage estaba a punto de colgar cuando el otro macho hizo un último comentario.

—Discúlpeme, señor, no es mi intención entrometerme. Pero ¿sabe cuánto duraron sus tratamientos?

—Sé que le dieron muchas sesiones de quimioterapia.

—Pero ¿sabe cuánto duraron? Si la leucemia regresó, sus opciones pueden ser limitadas…

—Gracias por atenderme. Te lo agradezco. —No necesitaba confirmación de la gravedad de Mary.

—Espere… Por favor, sepa que estoy aquí para ayudar en la medida de mis posibilidades. Aunque no puedo ser útil en lo concerniente a la quimioterapia, tenemos las recetas para muchos de los medicamentos analgésicos y varios otros que tomó antes. Puedo ayudarla a sentirse mejor, a controlar los síntomas. Aunque recibirá los tratamientos en un hospital humano, debe llamarme.

—Lo haré. Y… gracias, Havers.

Tras colgar, fue al estudio de Wrath, pero la estancia estaba vacía, así que se volvió para bajar la escalera. Quizás Wrath y Beth estaban comiendo algo.

De pronto, un muro de cuero coronado por una cabeza de largos cabellos negros se materializó frente a él. Las gafas de sol de Wrath eran plateadas esta vez.

—¿Me buscabas? —preguntó el rey.

—Hola. Sí. Mary se mudó aquí. Permanentemente.

—Eso me han dicho. Fritz dice que trajo algunas cosas con ella.

—Bien. Escucha, ¿te importa que celebre una pequeña fiesta aquí esta noche? Quiero que Mary vea a su amiga Bella, y estaba pensando que la Hermandad podría comportarse con algo de refinamiento. Ya sabes, ponerse elegantes y todo eso. Quizás Wellsie podría venir también. Mary me tiene a mí, pero necesita la compañía de otras personas. No quiero que se sienta aislada.

—Excelente idea. Beth quería que fuéramos a la ciudad esta noche, pero…

—No cambies tus planes. Esto es algo improvisado, no tiene importancia.

—Bueno, mi shellan tenía ganas de hacer una escapada. Le gusta tenerme solo para ella. Y a mí, en verdad me gusta cuando es así, ¿me entiendes?

Rhage sonrió un poco cuando el cuerpo de Wrath despidió una oleada de calor.

—Sí, te entiendo.

Hubo una pausa.

—¿Algo más, hermano? —preguntó el rey.

—Sí. Mary va a estar muy enferma pronto. Saldré de noche con los hermanos mientras pueda, pero cuando las cosas se pongan difíciles…

—Por supuesto. Haz lo que tengas que hacer.

—Gracias, de verdad.

Wrath meneó la cabeza.

—Eres un macho valioso. Lo digo en serio.

—Sí, bueno, guárdate eso para ti. Yo tengo una reputación de tarado egocéntrico que cultivar.

—A Tohr, puedo verlo haciendo esto. A Phury, absolutamente. Tal vez también a V.

Rhage frunció el ceño.

—Lo dices como si fuera un sacrificio. Por el amor de Dios. Yo la amo.

—Ese es el sacrificio. La amas aunque sabes que pronto irá al Fade.

—Ella no irá a ninguna parte. —Rhage apretó los dientes—. Se pondrá bien. Será difícil, pero se pondrá bien.

—Perdóname. —Wrath inclinó la cabeza—. Por supuesto que sí.

Rhage miró a otro lado. No sabía qué hacer con la disculpa, porque sólo sabía ofrecerlas. Y además, cada vez que pensaba en la muerte de Mary, sentía como si le aplicaran un soplete en la caja torácica.

—Te veré después, mi señor —dijo, con deseos de irse antes de ponerse demasiado emotivo.

Pero cuando alzó la vista, vio los ojos de Wrath por primera vez en su vida. El rey nunca se quitaba las gafas de sol. Jamás.

Rhage contuvo la respiración, concentrándose en los tornasolados ojos verdes y plateados que le devolvían la mirada. En realidad no tenía pupilas, tan sólo dos pequeños puntos negros. Y el calor en esos incandescentes círculos ciegos era impactante.

—Me haces sentirme orgulloso de llamarte hermano —dijo Wrath.

Rhage sintió que unos fuertes brazos lo rodeaban y lo arrastraban contra un sólido pecho. Se puso tenso, pero luego se dejó abrazar entre los enormes hombros de Wrath.

—¿Wrath?

—¿Sí?

Rhage abrió la boca, pero no pudo hablar.

El rey replicó al elocuente silencio.

—Todos estaremos contigo. Así que nos pedirás ayuda cuando la necesites. Y si llega el momento, se le hará una ceremonia Fade en toda regla, tal como lo merece la shellan de un guerrero.

Rhage cerró los ojos con fuerza.

—Gracias… mi señor.

‡ ‡ ‡

Más tarde, esa noche, Mary estaba en su baño cepillándose y secándose el pelo. Al terminar, se miró al espejo y se peinó un poco más. El cabello era suave, y bajo aquella luz presentaba matices dorados y rojos.

Se negó a pensar que se quedaría calva otra vez. Arrancó la idea de su cerebro. Ya habría tiempo para preocuparse cuando llegara el momento.

—Aún eres tan hermosa como ayer —dijo Rhage al salir de la ducha. Mientras se secaba con la toalla, se le acercó por detrás y envió un beso a su imagen en el espejo.

Ella sonrió.

—Muchas gracias por invitar a Bella y a John. Ella se ha convertido en una buena amiga, y por él me siento preocupada.

—No quiero que pierdas contacto con la gente sólo porque estás aquí. Además, los miembros de la Hermandad necesitan jugar a ser civilizados de vez en cuando.

—Tohrment y Wellsie son muy amables trayendo a John.

—Son de lo mejor, esos dos.

Cuando Rhage salió del baño, los ojos de su tatuaje se la quedaron mirando fijamente. El efecto era escalofriante, pensó, pero no exactamente desagradable. Era algo así como ser observada por un perro guardián que en realidad quería que lo acariciaran.

Fue a sentarse en el borde de la cama.

—Oye, lamento no haberte dejado dormir esta mañana. Doy muchas vueltas cuando me llega la fiebre.

Rhage salió del ropero, subiéndose el cierre de unos pantalones negros.

—No me molestaste en absoluto. Pero ¿no podemos hacer algo para remediarlo?

—En realidad no. Iré a otra habitación si te molesta. —Rio ante la mirada que él le lanzó—. Vale, no lo haré.

—En cuanto a Havers, esperaba que hubiera algo que pudiéramos hacer por ti.

—No te preocupes. Y te agradezco que lo intentaras.

—¿Cuándo irás a ver a la oncóloga de nuevo?

—Pronto, pero no se hable más de eso, ¿de acuerdo? Esta noche sólo hablaremos de la vida. Me siento bien y no desperdiciaré un maldito minuto de bienestar.

La boca de Rhage mostró una ligera sonrisa y sus ojos brillaron con aprobación, con respeto.

Menuda idiota fue al pensar en dejarle, aunque fuera por poco tiempo, se dijo Mary.

Le devolvió la sonrisa, esperando ansiosa el final de la noche, cuando podrían estar juntos y solos. En la oscuridad. Sin nada que se interpusiera entre ellos.

Cuando Rhage desapareció dentro del ropero, ella fue tras él, pensando que tenían unos minutos antes de que la fiesta empezara y podían permitirse un pequeño adelanto de lo que llegaría después. Mientras examinaba las camisas alineadas en perchas, le puso una mano sobre la espalda, directamente sobre el hombro de la bestia.

Rhage dio un respingo y se alejó.

—¿Tienes alguna herida? —preguntó ella, algo extrañada.

Él se mantenía apartado. Parecía esquivar todo contacto mientras hablaban.

—Rhage…

—Tenemos que apresurarnos o llegaremos tarde. —Tenía la voz un poco ronca y sus músculos pectorales se contraían nerviosamente.

—¿Cuál es el problema? ¿Qué pasa con tu espalda?

El vampiro descolgó una camisa y se la puso, abotonándosela rápidamente.

—La espalda está bien.

Rhage le dio un besito en la mejilla y se escabulló, pasando veloz junto a ella. Recogió su reloj de pulsera de la cómoda y se lo puso en la muñeca. Los dedos le temblaban mientras se ajustaba el broche.

En el instante en que ella iba a preguntarle una vez más qué le pasaba, Phury apareció en el umbral de la puerta.

—Hola, hermano; hola, Mary —dijo con una sonrisa—. ¿Queréis bajar?

Mary ocultó su frustración. Y decidió que si tenía que haber una interrupción, no podía pensar en una mejor. Phury llevaba el glorioso cabello multicolor suelto alrededor de los anchos hombros e iba vestido para matar, en el sentido galante de la expresión. Su traje era negro azulado, con sutiles rayas, y la camisa rosa pálido hacía resaltar su grueso cuello y su espectacular tono de piel. Los mocasines eran absolutamente sofisticados, en los puños franceses llevaba unos pesados gemelos de oro, y exhibía un anillo de diamante en el dedo meñique.

El hermano parecía una portada de la revista GQ. Bella y él estarían realmente bien juntos, pensó.

—Dime, Phury, ¿conoces a Bella?

El hermoso vampiro jugueteó con el pañuelo del bolsillo del pecho.

—Sí, la conocí la noche que tú y el chico vinisteis al centro.

—Ella vendrá esta noche.

—Sí, lo sé.

—Y no tiene ningún compromiso por el momento.

Vaya, qué bien le sentaba aquel rubor, pensó. Phury estaba adorable.

—No está interesado —dijo Rhage, mientras se introducía una pistola en la región lumbar.

Mary lanzó a su hombre una mirada asesina, que él no vio porque se estaba poniendo la chaqueta.

—Pero tú también eres soltero —le dijo a Phury—. ¿O no?

—Ah, sí, eso sí —dijo Rhage.

—Rhage, ¿podrías dejarlo responder a él? Dime, Phury, si los dos estáis libres, ¿por qué no la invitas a cenar alguna vez?

Phury se alisó las solapas, ruborizándose todavía más.

—No sé…

—Ella es realmente fabulosa…

Rhage meneó la cabeza y la condujo afuera al pasillo.

—Déjalo ya, Mary. Vamos.

A mitad de la escalera, detuvo a Rhage. Mientras Phury se les adelantaba, le susurró:

—¿Quieres dejar de entrometerte? Quizá Bella y él puedan disfrutar de la mutua compañía.

—Lo único que Bella conseguirá de Phury es conversación.

—¿Qué diab…?

—No anda con hembras.

—¿Es homosexual?

—No, pero no empujes a Bella hacia él, ¿vale? No es justo para ninguno de los dos.

Los ojos de Mary se volvieron hacia Phury, que acababa de pisar el suelo de mosaico del recibidor. Con su leve cojera, presumía como un hombre cuyas partes funcionaban a la perfección. Pero quizás era sólo una ilusión. Quizá había sido herido en algún combate.

—¿Es… ya sabes, impotente?

—No que yo sepa. Es célibe.

«Dios, qué desperdicio», pensó ella, observando la forma de moverse del hombre.

—¿Entonces pertenece a alguna clase de orden religiosa?

—No.

—Pues ¿qué le pasa?

—Con Phury, todos los caminos conducen a su hermano, Zsadist. Ya sé que no se parecen. —Rhage la tocó suavemente con el codo y ella empezó a bajar la escalera de nuevo.

—¿Por qué cojea Phury?

—Tiene una prótesis. Perdió media pierna izquierda.

—Santo Dios, ¿cómo?

—Él se la cortó.

Mary se detuvo.

—¿Qué? ¿Un accidente?

—No, a propósito. Mary, vamos, podemos terminar esta charla después. —La tomó de la mano y la llevó consigo.

‡ ‡ ‡

Bella atravesó el vestíbulo de la mansión con el doggen que la había llevado en coche al recinto. Al mirar a su alrededor, quedó asombrada. Su familia tenía una casa grande, pero nada comparable con lo que veía. Esto era… cosa de la realeza. Lo cual, supuso, tenía sentido, porque el Rey Ciego y su reina residían allí.

—Bienvenida, Bella —dijo una profunda voz masculina.

Ella se volvió y vio al hermano del cabello multicolor, el que los había interrumpido a ella y a Zsadist aquella noche en el centro de entrenamiento.

—Me llamo Phury. Ya nos conocíamos. Nos vimos en el gimnasio.

—Guerrero —dijo ella, haciendo una profunda reverencia. Era difícil no sentirse sobrecogida ante los hermanos, especialmente aquel. Tan grande. Tan… ¿Ese pelo sería real?

—Nos alegra que hayas venido. —Había calidez en sus ojos amarillos—. Ven, déjame ayudarte con tu abrigo.

Cuando se lo hubo quitado, lo puso sobre el brazo.

—No puedo creer que esté aquí. ¡Mary! ¡Hola!

Las dos mujeres se abrazaron y luego hablaron con Phury. Muy pronto, Bella se sentía completamente a gusto en compañía del guerrero. Lo rodeaba un aura de calma y confianza, y sus ojos eran increíblemente hermosos.

Pero por atractivo que fuera, ella estaba buscando al hermano de la cara marcada. Mientras sostenía la conversación, exploró discretamente el vasto y pintoresco recibidor. Zsadist no aparecía por ninguna parte. Tal vez no había querido asistir a la fiesta. No parecía muy sociable; eso era seguro.

Mary buscó a Rhage y Bella, al quedarse sola, decidió que no debía sentirse desilusionada. Al fin y al cabo, no tenía por qué andar persiguiendo a sujetos como Zsadist.

—Oye, Phury —dijo—. ¿Puedo…? Sé que es una petición ridícula, pero me gustaría tocar tu cabello. —Alargó la mano antes de que él pudiera negarse y tomó un mechón entre rubio y rojizo, acariciándolo con deleite—. Es hermoso. Los colores son asombrosos. Y… huele maravillosamente. ¿Qué clase de champú usas?

Lo miró a los ojos, esperando que hiciera algún comentario ligero. Pero el vampiro estaba petrificado. Ni siquiera parpadeaba mientras le clavaba la mirada.

Entonces se percató de que Rhage la miraba fijamente desde el umbral de una puerta, con expresión de contrariedad. Lo mismo hacía otro guerrero, con perilla. Y un macho humano grande. Y…

Bueno, la fiesta había sufrido una especie de interrupción, ¿o era su imaginación?

Dejó caer la mano y susurró:

—Lo siento mucho. Acabo de hacer algo terriblemente inapropiado, ¿no es cierto?

Phury salió del trance en que se encontraba.

—No. Está bien. No pasa nada.

—Entonces, ¿por qué me están mirando todos?

—No están acostumbrados a verme con… es decir, con hembras… —Phury le tomó la mano y le dio un pequeño apretón—. Bella, tranquila, no has hecho nada malo. En serio. Y no te preocupes por mis hermanos. Simplemente están celosos porque hubieran querido que les tocaras el pelo a ellos.

Pero algo ocurría, algo que nadie le contaba.

Un doggen se paró frente a ella.

—Perdóneme, señora, debí guardar su abrigo antes.

—Ah, gracias.

Tras dejarlo en las manos del macho, se dio cuenta de que la fiesta se había desplazado hacia lo que parecía una sala de billar. Estaba a punto de ir allí, cuando sintió tras ella una corriente de aire frío. ¿Se habrían abierto las puertas de la calle?

Giró sobre sus talones.

Zsadist estaba en un oscuro rincón, cerca del vestíbulo, mirándola desde las sombras. Iba vestido con la misma camisa y los mismos pantalones negros holgados que llevaba la última vez que lo había visto. Sus ojos seguían siendo feroces. Sexuales.

Se ruborizó. Allí estaba la razón principal por la que había acudido a la fiesta. Tenía que ver a ese macho de nuevo.

Respiró hondo y se dirigió hacia él.

—Hola. —El vampiro no respondió, y ella forzó una leve sonrisa—. Una noche encantadora, ¿no crees?

—¿Te gustó eso de tocar a mi gemelo?

—¿Es tu gemelo? —Se quedó estupefacta. ¿Cómo podían ser…? Sin duda, había cierto parecido. Si imaginaba a Zsadist sin la cicatriz y con el pelo largo…

—Te he hecho una pregunta, hembra. ¿Te agradó tocarle el pelo? —Los negros ojos le recorrieron el cuerpo, siguiendo la silueta de la blusa de seda y la ajustada falda que llevaba. Cuando regresaron a su cara, permanecieron fijos en su boca—. ¿Vas a responderme, hembra?

—Bella —murmuró ella automáticamente—. Por favor, llámame Bella.

La mirada de Zsadist se hizo más inquietante.

—¿Crees que mi hermano es bello?

—Es atractivo, sí.

—Atractivo. Sí, esa es la palabra. Dime algo, ¿lo deseas tanto como para acostarte conmigo?

El calor la invadió. Era un fuego encendido por las palabras del macho y por la forma en que la miraba, lleno de sensualidad en los ojos. Entonces se percató de lo que había dicho el tipo de la cicatriz.

—Lo siento, no entiendo…

—Mi gemelo es célibe de la cabeza a los pies. Así que me temo que soy lo más cerca que llegarás de Phury. —Emitió un extraño sonido—. Pero soy un mal sucedáneo, ¿no?

Bella se llevó la mano al cuello, aturdida por mil imágenes inconfesables, eróticas. ¿Cómo sería acostarse con él? Su lado temerario ansiaba saberlo con desesperación.

Se estremecía pensándolo.

Zsadist rio fríamente.

—¿Te he escandalizado? Lo siento. Sólo trataba de ayudarte a salir del dilema en el que te encuentras. Desear algo que no puedes tener debe de ser un asco. —Sus ojos se quedaron fijos en la garganta de la mujer—. Yo nunca he tenido ese problema.

Cuando tragó saliva, él siguió el movimiento.

—¿Un problema? —preguntó ella, en un susurro.

—Lo que quiero, lo tomo.

«Sin duda, haces lo que quieres», pensó Bella.

Se lo imaginó mirándola mientras sus cuerpos se entrelazaban, con la cara a unos centímetros de la suya. La fantasía hizo que levantara la mano. Quería acariciar aquella cicatriz hasta llegar a su boca.

Echándose bruscamente hacia un lado, Zsadist evitó el contacto. Sus ojos emitieron un destello, como si estuviera horrorizado. Fue sólo un instante. Enseguida recobró la calma.

—Ten cuidado, hembra. Muerdo —dijo con tono gélido.

—¿Alguna vez aprenderás mi nombre?

—¿No quieres algo de beber, Bella? —terció Phury, que la tomó por el codo—. El bar está por aquí, en la sala de billar.

—Sí, llévatela —dijo Zsadist, arrastrando las palabras—. Eres todo un héroe, hermano. Siempre estás salvando a alguien. Y para que lo sepas, ella te considera atractivo.

La cara de Phury se puso tensa, pero no dijo nada mientras la guiaba al otro lado del recibidor.

Cuando ella miró hacia atrás, Zsadist había desaparecido.

Phury le dio un tirón en el brazo para llamar su atención.

—Debes permanecer lejos de él. —Ella no respondió, y el guerrero la arrastró hasta un rincón y la tomó por los hombros—. Mi gemelo está destrozado. ¿Entiendes? No hay manera de reconstruirlo.

Bella abrió la boca levemente.

—Eso es muy… cruel.

—Es la realidad. Si muere antes que yo, me matará el dolor. Pero eso no cambia la realidad, lo que es.

—Lo tendré en cuenta, gracias —dijo Bella, alejándose.