Un escriba a un estudiante frívolo

Me dicen que descuidas la práctica de la escritura,

y que te entregas al placer.

Vas de taberna en taberna.

El olor de la cerveza alcanza a cuantos se te acercan.

La cerveza pierde a los hombres.

Hace daño a tu alma.

Eres un timón torcido en la barca,

que no se decide por ningún rumbo.

Eres una capilla privada de tu dios,

semejante a una casa sin pan.

Se te encuentra ocupado en saltar un muro,

en romper su parhilera.

La gente te rehúye,

la golpeas hasta hacerle sangre.

¡Ah! si supieras que el vino es un objeto de horror,

odiarías el vino dulce,

no pensarías en los cántaros,

y olvidarías el vino extranjero.

Se te enseña a cantar al son de la flauta,

a recitar letanías al son de los oboes,

a declamar con voz de falsete al son de las arpas,

a recitar al son de la cítara.

Estás sentado en la taberna,

las muchachas te rodean,

deseas ser tierno,

y hacer a tu placer.

Pasas el tiempo junto a la jovencita,

estás inundado de aceite,

con una guirnalda de flores alrededor del cuello,

y tamborileas sobre tu vientre,

vacilas, te caes al suelo,

y te cubre la suciedad.

No te dejes llevar a beber cerveza,

pues entonces, si hablas, otra cosa sale de tu boca,

no sabes quién la dice,

te caes, y tus miembros flaquean.

Nadie te coge la mano.

Quienes bebían contigo

se levantan y dicen:

«¡Apartad a este borracho!».