Carta de un viudo a su difunta esposa

Al alma perfecta Ankh-iri:

¿Qué has hecho contra mí para que me encuentre en las enojosas circunstancias en las que me encuentro? ¿Qué he hecho contra ti? Has levantado la mano contra mí, cuando no he hecho nada malo para contigo, desde el tiempo en que era tu esposo hasta este día. ¿Qué he hecho contra ti que deba disimular? Sin duda, después de lo que has hecho, me quejaré de ti. (¿Qué he hecho contra ti?). Llevaré mis quejas contra ti ante los dioses de Occidente, y sobre el texto que he compuesto y escrito, se nos juzgará, a ti y a mí.

¿Qué he hecho contra ti? Te tomé como esposa cuando era un hombre joven; estuviste conmigo mientras cumplía mis diversas funciones. Estuviste conmigo y no te rechacé ni hice que tu corazón se encolerizara. Así actué mientras fui un hombre joven que ocupaba altos cargos junto al Faraón (Vida, Salud, Fuerza), sin rechazarte, diciéndome: «Siempre ha estado cerca de mí».

Y todo lo que adquiría y todo lo que a mí venía, por amor a ti, no lo tomaba, diciéndome: «Actúo según tu deseo». Mira, puesto que no dejas en paz a mi corazón, te voy a poner en pleito, de modo que se distinga el bien del mal.

Mira, mientras instruía a los soldados del Rey (Vida, Salud, Fuerza) y formaba a la caballería, venían a arrojarse al suelo ante ti y te traían todo tipo de cosas buenas, y las depositaban ante ti.

Nada te oculté en los años que viviste; no permití que te faltara nada ni te hice sufrir en modo alguno, lo que hacía siendo tu amo, y nunca descubriste que te hubiese engañado a la manera de un campesino que entra en casa ajena. No permití que nadie me robara lo que te debía: se entregaba donde tú estabas. Y cuando ya no pude salir según mi costumbre, no obstante todo te procuré, tal como lo hace un hombre de mi condición cuando se halla en su casa: tu aceite, tu pan, tus vestidos; te los traían, no los hice llevar a ningún otro sitio… No te he engañado.

Mira, no reconoces todo el bien que te he hecho: te escribo para darte a conocer lo que haces. Cuando estabas enferma, con esa enfermedad que te acosó, te envié el mejor médico, que te cuidó e hizo todo cuanto le pediste.

Y cuando acompañé al Rey (Vida, Salud, Fuerza) y partí hacia el sur, y te encontraste en ese estado que fue el tuyo, pasé ocho meses sin comer ni beber, tal como es costumbre entre los humanos. Cuando finalmente llegué a Menfis, solicité un permiso al Rey (Vida, Salud, Fuerza) y me dirigí a donde tú estabas. Lloré mucho con la gente delante de mi casa. Entregué lino y tela para embalsamarte; hice hilar mucha tela, no escatimé en nada de lo que es bueno, para que todo te fuera hecho. Mira, tras esto viví tres años en soledad, y no me volví a casar, a pesar de ser conveniente que un hombre de mi condición lo haga. Mira, así obré por amor a ti; pero he aquí que no sabes discernir el bien del mal; seamos, pues, juzgados. Y mira, de las mujeres de la casa, con ninguna me casé.