Cantos de amor de las diosas

Isis dijo:

¡Ven a tu morada, amado mío,

ven a tu morada! No tienes enemigos.

Oh bello infante. Ven a tu morada, a fin de poder verme.

Yo soy tu esposa, la que te ama.

No te separes de mí, bello adolescente.

¡Ven al instante a tu morada! No te veo,

mi corazón te suplica, mis ojos te desean.

Te busco a fin de contemplarte.

¡Ah, si pudiera verte! Bello señor.

¡Ah, si pudiera verte!

Es maravilloso verte, amado mío.

Es maravilloso verte.

………

¡Ah, mi señor, ahora estás cerca de mí!

Hoy te veo: tu perfume es el de Punt.

Las damas te desean la bienvenida.

Todos los dioses juntos se regocijan.

Regresas a tu mujer.

Su corazón late de amor por ti.

Te toma en sus brazos. No estás lejos de ella.

Es feliz al ver tu belleza.

………

Quien guste del campo,

se halla en el país de La Dorada.

Que le traigan agua, a quien le gusta beber.

¡Ah, a través de qué desiertos se apresura!

¡Ah, no se ha hartado de lágrimas!

Mi corazón no deja de llorar.

Está acostado y se vuelve un cadáver,

como si fuera a abandonar la tierra.

Se va y aflige a las dos viudas.

¡Háblame, Osiris[9], yo soy Isis!

Yo despertaba tu casa al son del arpa.

Te alegraba al son de la flauta.

………

Isis proclama:

Quiebro a quien las horas quiebra

y quien quiebra las horas me quiebra.

No debe subsistir, el dios que proyectó

separar al esposo de la esposa.

Isis proclama:

¡Solo toda la eternidad! Esposo mío, voy hacia ti.

Mis pies avanzan y caminan,

para que millones de millas no me separen de ti.

Todos los países, todas las provincias, todas las ciudades, todos los templos,

venid a mí y llorad, con las manos en la cabeza.

Yo soy Isis, la esposa del santo Unnenefer,

mi esposo que está lejos de mí.

Lamento de Isis. Ella proclama:

Esposo mío, estoy sentada en la casa

y ya no tengo compañero con quien hablar,

y ya no tengo al esposo que me fue dado.

Y ya no tengo al esposo que fue creado para mí,

y ya no tengo a mi señor, para en él apoyarme.

Osiris, ya no hay para mí rostro que pueda mirar,

aparte de tu rostro.

¿Por qué abandonas así a tu fiel,

sin responder, sin un signo de ternura?

Neftis proclama:

Vuelve a esta hora, mi señor, tú que partiste,

a fin de hacer lo que te place, bajo los árboles.

De mí alejaste a mi corazón millones de millas.

Contigo sólo, deseo hacer lo que me gusta.

Si vas al país de la eternidad, te acompaño.

Tengo miedo de que me mate mi esposo.

¿Hubo rey que en su tiempo así actuase?

He venido por amor a ti. Tú liberas mi cuerpo con tu amor.

Neftis proclama:

Mi señor, tú que has perecido en el agua,

por ti lloran los dioses,

de tu suerte se lamentan las diosas.

Doy mi alma por tu alma,

he confundido los pasos de tu enemigo,

a tu hijo Horus he liberado.

Neftis proclama:

¡Horus, ábreme, que vea a Osiris!

Acuérdate de lo que hice por ti.

Al hijo de Seth abandoné para salvarte.

Te serví como nodriza, en tanto que tuve leche.

Te salvé, en otra ocasión, en Chemnis.

Aniquilé los proyectos que Seth había urdido contra ti.

Concédeme una hora para que vea a Osiris,

por todo lo que he hecho por ti.

He abierto el relicario de oro.

Mi corazón, que se lamentaba con tristeza,

ha echado a la preocupación de mi cuerpo.

He abierto el relicario de oro.

Lo he buscado para gritarle.

Me ha respondido, y por su voz vivo.

He abierto el relicario de oro.

¡Ah, estáte abierto y no cerrado con llave!

¡Ah, responde, no te quedes mudo!