Sabidurías

No estés orgulloso de tu saber,

y no cuentes con el hecho

de ser un hombre instruido.

Busca consejo en quien es ignorante,

así como en quien sea sabio.

Nunca se alcanzan los límites de un arte.

No hay artista que posea la perfección.

Una palabra sabia está más escondida que las piedras preciosas,

se la encuentra en las molineras inclinadas sobre la muela.

………

Si quieres mantener la concordia

en la casa donde entres

como amo, hermano o amigo,

y allí donde penetres,

muestra mucha reserva en tus relaciones con las mujeres.

Nada se consigue con ellas de por medio.

No hay ningún rostro invulnerable a sus trampas.

Miles de hombres son por ellas apartados de aquello que les es bueno.

En cuanto te seduce un cuerpo lozano,

ya se transforma en ardiente cornalina.

Ese tiempo es breve como un sueño.

Se alcanza la muerte cuando sobre ella se es instruido.

Si eres sabio, construye una casa y funda un hogar.

Ama a tu esposa, como es conveniente.

Llena su vientre y viste su espalda.

El ungüento es lo que sana su cuerpo.

Alegra su corazón mientras vivas,

pues ella es un campo fértil para su dueño.

………

Toma mujer mientras eres joven,

e instrúyela en lo que hacen los hombres.

Te dará un hijo, mientras seas vigoroso,

y tendrás descendencia.

Un hombre que dispone de gente

adquieren reputación, por los hijos que le nacen.

Mira, te enseño los deberes de un hombre,

que desea fundar un hogar.

Hazte una huerta,

y planta calabaceras al borde de tu campo.

Ocúpate de todas las flores que abarque tu vista,

pues te verías privado de cada una de ellas;

es una suerte no perderlas,

ahora ya sabes esto.

………

Dobla el pan que tu madre te dio,

llévala como ella te llevó;

por tu causa pasó fatigas, y le fuiste una carga,

y ellas no cesaron, cuando naciste después de gestado.

Su nunca te llevó,

su seno te amamantó, durante tres años;

nunca le disgustó tu suciedad,

no dijo llena de horror: «¿Qué debo hacer?».

Te llevó a la escuela.

Cuando fuiste instruido en el arte de escribir,

procuró cada día tu sustento,

con el pan y la cerveza de su casa.

Eres un hombre joven, y tomas esposa,

te instalas en tu casa;

acuérdate de tu nacimiento,

y de todos los cuidados con los que tu madre te crió.

Debes temer que se aparte de ti,

que eleve sus brazos a Dios,

y que Él oiga su lamento.

No atormentes a la esposa en su casa

si sabes que es mujer seria.

No le digas: «¡Dónde está esto, búscanoslo!»

cuando ella lo había puesto en su sitio.

Pero también, si tu ojo ve, permanece callado.

Tú conoces el valor de la alegría,

cuando tu mano está junto a ella.

Mucha gente ignora lo que hace un hombre

para poner fin a una disputa en su casa,

a fin de que no se vuelva a encender.

Todo hombre casado debe refrenar la impaciencia.

No vigiles a las mujeres de demasiado cerca,

y no les permitas irritar tu corazón.

Manténte alejado de la mujer de fuera,

de la que nadie conoce en su ciudad.

No la mires como si fuese superior a sus semejantes.

No la conozcas físicamente:

es parecida a un agua muy profunda,

de la que no se conocen los remolinos.

Una mujer cuyo marido está lejos

cada día te dice: «¡Yo soy amable!»

mientas no tenga testigos.

Pero si es descubierta, es una falta mortal,

cuando se oye a la gente hablar,

incluso cuando nada sabe.

Los hombres hacen mucho mal,

y piensan que permanece en secreto.