Esta gran cantante dijo:
Cada sacerdote que entra en el templo,
cada mujer que en su servicio cotidiano,
o en el curso de las grandes fiestas de los dioses, sigue a su ama,
y vosotros que me veis,
en pie, engalanada con mi collar y portando mi espejo,
orad por mí, y dadme flores;
recordad mi hermoso nombre,
el de mi esposo, los de mis hijos,
junto a los de los grandes dioses de Mendes.
Yo fui cantante, buena sirvienta de mi ama,
una bella mujer, dulce de amor,
muy honrada y muy estimada en su casa.