Azulejos,
mi corazón te consagro.
Por ti lo que desea hago,
cuando entre tus brazos yugo.
El deseo que tengo de hacerlo, es mi pintura de ojos.
Cuando ellos te ven, mi mirada es brillante.
Me arrimo a ti para conocer tu amor,
oh esposo que moras en mi corazón.
¡Qué hermosa es esta hora!
Que se eternice sin demora.
Desde que dormí contigo,
mi corazón se ha enaltecido.
Se lamente o sea feliz,
no te apartes más de mí.
Hay en él enredaderas,
que a una la exaltan.
Soy tu amada, la mejor.
Tuya soy, como la tierra
que sembré toda de flores
y plantas de mil especies, con los perfumes más dulces.
Cuán encantador el canal que hay en aquella parte,
y que tu mano cavó,
en él hallamos refresco, al soplar viento del norte:
un lugar de paseo sin par.
Tu mano sobre mi mano.
Mi corazón es feliz.
Mi corazón es dichoso.
Pues ahora juntos vamos.
Oír tu voz, para mí es vino dulce.
Y vivo de oírla.
Cada mirada que posas en mí
me da más que beber o comer.
Hay en él flores de adormidera.
Tomo tus guirnaldas.
Ebrio viniste,
y en tu habitación te tendiste.
Acaricio tus pies.
Te despiertas cuando de mañana grito mi alegría.
Y deseas que estemos juntos, en mitad del campo.
Regocíjame con tu belleza.
¡Ven a mí!