Amor mío, oh tú a quien amo,
tu amor es mi deseo.
Todo está listo para ti,
y te digo: «Esto es lo que hay hecho».
Vine a cazar pájaros:
en una de mis manos tenía la trampa,
y en la otra la red,
con el bumerang.
Todos los pájaros de Punt[5] toman tierra
en el país de Egipto, perfumados de mirra.
El que llegó primero
se llenó mi cebo.
Su perfume viene de Punt,
sus garras están llenas de esencias balsámicas;
por amor hacia ti, lo dejaremos volar,
y así estaremos a solas.
He obrado de modo que oyeras el lamento
de mi bello perfumado de mirra,
mientras esperabas, allí, cerca de mí,
y yo preparaba mi trampa.
Ir a los campos es delicioso
para quien es amado.
¡Oh tú el más bello de los hombre! Mi deseo
es ocuparme de tus bienes, ser el alma de tu casa,
que tu brazo repose en mi brazo
y que te sirva mi amor.
Me digo a mí misma, en mi corazón,
con el deseo de una amante:
«Dámelo esta noche por esposo,
sin él, soy como un hombre en la tumba».
¿Pues no eres tú la salud y la vida?
¿cómo se alegra de que estés vivo,
cuán dichoso es de que tengas buena salud,
mi corazón que te busca?
La voz de la paloma se hace oír:
Dice: «La tierra se ilumina, ¿cuál es tu ruta?».
—¡Ah! ¡Déjame, pájaro!
¡Me lo reprochas!
Encontré a mi amado en su habitación.
Mi corazón se inundó de alegría.
Dijimos: «Nunca te abandonaré,
mi mano está en tu mano».
Contigo, visito
los lugares más encantadores.
Ha hecho de mí la primera de las jóvenes
y no hiere mi corazón.
Mi corazón se acordó de tu amor.
La mitad de mi cabeza está trenzada.
Pues, con prisa, he venido a buscarte,
y he descuidado mi peinado.
Pero cuando me dejes partir
yo peinaré mis cabellos
y estaré lista al instante.