¡Ah!, ojalá puedas apresurarte hacia tu amiga,
como el mensajero del rey,
cuyo amo espera con impaciencia el mensaje
que está deseando escuchar.
Para él, cuadras enteras se enjaezan.
Para él, caballos siempre hay en la posta.
Siempre lista estará la carroza.
Que nada su marcha detenga.
Cuando alcanza la morada de su amor,
a la alegría entrega su corazón.
¡Ah!, ojalá puedas tú a mí venir,
como un caballo del rey,
entre todos elegido;
la gloria de la yeguada.
Recibe el mejor forraje,
su amo le conoce el paso
y cuando oye el látigo,
no hay quien le detenga.
El mejor conductor de carros
no lo puede adelantar.
El corazón del amante sabe
que no está lejos su amiga.
¡Ah!, ojalá puedas apresurarte hacia tu amante,
como una gacela macho que huye en el desierto.
Sus pues están heridos y sus miembros cansados,
el temor habita en su pecho.
Los cazadores la persiguen, los perros la rodean,
el polvo que levanta la esconde.
Un reposo le parece una traba
y elige como camino el río.
¡Ah!, ojalá puedas alcanzar mi refugio,
antes que tiempo haya de besar cuatro veces tu mano.
Buscas el amor de tu amada,
pues la Dorada te la ha destinado, ¡oh amigo mío!