Canto séptimo

Siete días llevo a mi amada sin ver.

Y sobre mí se abate ya la languidez.

Mi corazón se hace pesado.

Hasta mi vida he olvidado.

Cuando los médicos a mi casa vienen,

sus remedios no me sanan.

Los magos expediente no hallan,

no se descubre mi enfermedad.

Pero si me dicen: «Mira, ella está aquí»,

pronto vuelvo en mí.

Su nombre es lo que me reconforta.

Las idas y venidas de su mensajero

mantienen a mi corazón eterno.

Mi amada es para mí el mejor de los remedios.

Para mí es más que un formulario,

su venida es mi amuleto,

recobro la salud cuando la veo.

Cuando abre los ojos, mi cuerpo de nuevo es joven.

Cuando habla, me hace fuerte.

Cuando la tomo en mis brazos, aparta de mí todo mal.

Ahora de mí se ha alejado, siete días hace ya.