Adoro a la Dorada,
alabo su majestad,
celebro a la señora del cielo,
canto las alabanzas a Hathor, y la gloria de la dama soberana.
Le imploré; ella atendió mi plegaria
y me envió a mi señora.
Ella vino para verme,
y así algo grande me advino.
Me regocijé, me entregué al júbilo, sentí la plenitud,
cuando me fue dicho: «Mira, hela aquí».
Ahora bien, ante ella que avanzaba, los jóvenes se inclinaban,
con gran amor hacia ella.
A mi diosa hice un voto;
pues ella me dio la amada
a lo largo de tres días, tras habérselo rogado.
Hace ahora cinco días que me ha abandonado.