Mi corazón contemplar su belleza esperaba
cuando en su morada sentada me encontraba.
Allí encontré a Mehi[2], que en su carroza pasaba,
rodeado de sus jóvenes muchachos.
No sé cómo evitarlo.
¿Pasaré junto a él sin saludarlo?
Ya el río se me aparece como un camino,
pues no sé adónde mis pasos dirigir.
Cuán ignorante eres, corazón mío.
¿Por qué quieres pasar junto a Mehi sin hablarle?
Claro, si paso cerca de él,
le revelaré mis sentimientos.
«Mira, soy tuya», le haría comprender,
pero él gritará mi nombre
y me entregará a la casa
de uno de esos que le siguen.