Canto segundo

Con su voz, mi amado turbó mi corazón,

y me ha dejado presa de la languidez.

Vive junto a la casa de mi madre,

y en cambio no sé cómo ir hasta él.

¿Acaso, en mi aventura, podría mi madre ser buena?

¡Ah! Pues me iré a verla.

Mira, mi corazón rehúsa pensar en él,

incluso cuando su amor me arrebata.

Mira, es un insensato,

pero yo me lo parezco.

No conoce mi deseo de tomarlo entre mis brazos.

No sabe que hasta mi madre por él he caminado.

Amado mío, ¡ojalá Dorada[1] a ti me haya destinado!

Ven a mí, que vea tu belleza,

que padre y madre felices sean,

que los hombres todos te festejen,

oh amado mío, y te celebren.