I

Las ondas de Wu Bortel se agitaron tenuemente, imperceptiblemente, un breve instante, y luego quedaron inmóviles mientras se mecía en el ultracosmos incoloro. Volvió a la quietud por muchas unidades temporales.

Al cabo de ellas, las psicocontracciones de Wu Bortel se repitieron con algo más de energía, prolongando su duración para tornar al estatismo, y entre las sucesivas inmovilizaciones y agitaciones la intensidad contractiva aumentaba al tiempo que los espacios temporales se reducían.

Finalmente, tras una violenta ondulación, empezó a pensar.

Acababa de despertar.

La primera percepción intuitiva fue de perplejidad.

Se encontraba con un gran vacío de ideas, con una anonadante ausencia de conocimientos. ¡Hasta ignoraba quién era, qué cosa era, y dónde estaba! Esto irritó sobremanera a Wu Bortel, pues su naturaleza era por esencia analítica y disciplinada. Se enfadó tanto que hasta empezó a caldearse todo él.

Realizó un poderoso esfuerzo de voluntad apenas lo advirtió, al comprender que por ese camino se aniquilaría, convirtiéndose en energía. Y de energía a materia no había más que un paso. Y la materia podían ser los viles despojos de los Mentales.

¡Vaya, ya tenía algo! Se expandió con satisfacción. Él era un Mental. Acababa de llegarle el primer recuerdo, o mejor dicho, el segundo. Realizando una síntesis resumida, concluyó que él era un Mental y que el calentamiento de su psiconaturaleza podía acarrear la aniquilación por transformación en materia tosca y dispersa en el ultracosmos.

De todas formas, nunca le había sucedido aquello de volver a la consciencia, después de un descanso de relajamiento intelectual, con tan terrible despiste. Se dijo que lo inmediato era realizar un poco de gimnasia introspectiva y sacudirse los velos del sueño.

Cuando Wu Bortel terminó la introspección hubo un estremecimiento anárquico y convulsivo en su psiquismo, y como era la primera vez que lo experimentaba, no supo calificarlo, de primera intención, como miedo. Luego le dio el nombre verdadero. ¡Él, un Mental, asustado! Y lo estaba, sí, porque ahora… sabía.

Acababa de darse cuenta, entre otras cosas, de que no salía de un descanso normal como los que eran habituales en él y otros Mentales —ergo, había más como él—, cuando enzarzados en juegos intelectuales se ponían cerca del calentamiento por pura diversión y no había más remedio que relajarse y enfriarse. Sabía que emergía del Gran Olvido, del Letargo Integral.

Por un momento Wu Bortel se sintió tan terriblemente estúpido, que sus núcleos intelectivos se enrollaron en las espirales de la vergüenza, y se sintió feliz de que no flotasen otros Mentales por allí cerca para detectar su rubor, ya que luego las bromas y chanzas se habrían prolongado durante unidades y unidades temporales. Wu Bortel se sentía estúpido porque ignoraba qué era aquello del Letargo Integral y el Gran Olvido, cuyas realidades acababa de conocer en la primera introspección superficial realizada.

Luego experimentó aquello tan parecido al miedo…, mezclado con el alfilerazo de la indignación, porque él, un Mental, ignoraba una cosa.

Sólo para satisfacer su orgullo realizó cómputo de sus conocimientos: tenía claros los conceptos de la geometría de las formas, de la matemática de los diez espacios, de la energética creacional, de la ciencia de las ideas, de los equilibrios de infrapartículas a universos… Entonces, ¿en qué subdivisión del pensamiento entraban el Letargo y el Olvido? ¿Aún lo tenía adormecido, puesto que permanecía en la ignorancia? Pero era imposible, puesto que su despertar era simultáneo en toda la extensión del ser.

El miedo inicial dio paso a la perplejidad. Luego, toda la naturaleza de Wu Bortel vibró de diversión al enunciar un pensamiento humorístico. ¡Cómo no se le hubiera olvidado lo que era el Olvido…! Los pensamientos humorísticos eran la auténtica golosina de los Mentales, así que él estuvo jugueteando con aquella sugerencia del Olvido hasta que alguna sección de su naturaleza-censura le advirtió que ya estaba bien de entretenerse, siendo que quedaban varios detalles por averiguar.

Se expandió y se contrajo dos o tres veces, como para impulsarse a sí mismo a la tarea, y reagrupó otros conocimientos que quedaban dispersos en su intelecto.

Él era Wu Bortel, un Mental, y existía en el ultracosmos. Había más Mentales, nueve más, y ellos eran los únicos seres existentes en el ultracosmos.

El ultracosmos no tenía color, ni dimensiones, ni materia, ni energía. Por eso los Mentales se desenvolvían a sus anchas en el ultracosmos.

El ultracosmos era inmenso. Inmenso, sí, pero no infinito.

Inmenso, y a la vez adimensional.

Ellos lo exploraron cierta vez para comprobar que sus abstracciones eran ciertas, que sus potencias psíquicas funcionaban bien, y que si no intuían ni percibían la presencia de otros seres, fuerzas u objetos, era porque no existían y no por imperfección de su constitución mental. Lo exploraron totalmente, y aunque se desplazaban a velocidad mental, era tan tremendamente dilatado en sus diez espacios, que les costó invertir una enormidad de unidades temporales, para terminar un trabajo al fin del cual las abstracciones quedaron confirmadas.

Él, Wu Bortel, era un Mental.

No tenía forma tampoco, ni dimensiones, ni expresión física, como tampoco la poseían los otros. No la necesitaban. No se precisaba en el ultracosmos. Por eso precisamente eran Mentales.

Wu Bortel experimentó un arrechucho de pereza ante sus problemas y sus consecuencias, y pensó en Tam Zaroh. Al hacerlo, se ajustó un poco más. Ellos respetaban y admiraban a Tam Zaroh porque poseía una intensidad analítica y deductiva casi el doble a la de los demás, debido a que… ¡También eso se le había olvidado! Bueno; el caso era que Tam Zaroh doblaba a él y a los demás en velocidad razonadora.

Como a lo largo de los complejos procesos deductivos de una cuestión intrincada, siempre acababan por llegar a idénticas conclusiones que Tam Zaroh —las reales, y únicas por tanto, ya que eran la perfección pensante—, pero mucho más tarde que él, cuando algo les acuciaba acostumbraban a confiar una especie de jefatura a Tam.

Al reflexionar sobre esto, nuevas preguntas sin respuesta estallaron por todo el ser de Wu Bortel, demostrando que el área de ignorancia producida por el Letargo Integral era más amplia de lo que al principio creyera.

¿Por qué Tam Zaroh era más rápido que los otros Mentales? ¿Cuál era el origen de esta rapidez? ¿Y cuál el origen del ultracosmos? ¿Había algún fin?

Wu Bortel percibió tan claramente el aguijonazo del miedo que estuvo a punto de dispararse en un desplazamiento desordenado y alocado, sin meta determinada.

No sabía aquellas cosas. ¡No las sabía, pero… las había sabido!

Luego, aquello era el Gran Olvido, consecuencia del Letargo Integral. Él, Wu Bortel, había olvidado algo tan elemental y trascendente a un tiempo, como el origen del ultracosmos, y la finalidad que perseguía su existencia y la de los otros Mentales.

Los Mentales habían sido espiritualmente perfectos; de esto tenía una certeza completa. Sus potencias, dentro de los límites de la probabilidad, de la lógica, del conocimiento, eran completas. Aun eran completos dentro de la improbabilidad. ¿Por qué, pues, este desconocimiento? Si continuaba trabajando en la introspección, tal vez descubriera algo. O tal vez no.

Wu Bortel experimentó una asustada e impaciente necesidad de saber, y en lugar de entregarse a un racional y progresivo sondeo, como habría sido lógico, se lanzó en busca de Tam Zaroh, seguro de que su mayor rapidez intelectual le proporcionaría el sedante para su desasosiego.

Le localizó en un punto próximo, y fue a comunicarse con él. Se expandió por el ultracosmos cuanto le era posible hacerlo sin dispersarse, y fue hacia Tam. Por el camino encontró a otros Mentales, aún flotando en el Letargo Integral, a otros Mentales que empezaban a salir de él, y al resto, finalmente, que habían reproducido idéntico proceso inquisitivo que Wu Bortel, sentían miedo y buscaban a Tam Zaroh.

Tam Zaroh les aguardaba.

Wu Bortel se dio cuenta inmediatamente de que Tam estaba desorientado aún después de pensar con enorme intensidad, y de que así lo había hecho daba constancia el calentamiento cósmico que se advertía en toda su zona. Tam Zaroh había pensado tanto que debió bordear la autodestrucción. Pese a ello, la desorientación que emanaba denunciaba que no había llegado a conclusiones definitivas. ¡Aquello jamás le había sucedido a un Mental!

¡Por el ultracosmos! ¿En qué lío andaban metidos? Si el propio Tam Zaroh se recalentaba sin llegar a nada positivo, ¿qué demonios iban a lograr los demás, aunque se convirtieran en energía? ¡Era para ponerse a describir cicloides, hasta el mareo psíquico!

—Hola —les saludó Tam Zaroh en cuanto establecieron comunicación. Y Wu Bortel y los demás percibieron plenamente lo adusto de su psiquismo—. ¿Habéis despertado todos?

—¿Qué nos ha sucedido, Tam? ¿Por qué el Letargo? ¿Qué lo ha producido? —onduló Wu Bortel.

—¿Cuál es el origen de nuestro ultracosmos, Tam? —preguntó Pel Kau, el Mental más próximo a Wu Bortel—. ¿Tendemos hacia algún fin?

—Esperad —pidió Tam Zaroh mentalmente—. Aguardemos a que los demás despierten, reproduzcan vuestro proceso y lleguen aquí. No quiero alarmaros, pero creo que por primera vez estamos ante un problema irresoluble por medio de la concentración intelectiva, y me gustaría comentarlo en colectividad.

No tuvieron que aguardar demasiado. Dotados de un potencial mental similar, los otros Mentales, que se recuperaron del letargo casi al mismo tiempo, y experimentaron idénticas dudas que las de Wu Bortel y sufriendo un miedo igual, buscaron la tranquilidad en la comunicación urgente con Tam Zaroh.

Mientras flotaban los diez en el espacio adimensional, Wu Bortel detectaba perfectamente la inquietud de sus compañeros. Y era la primera vez que los Mentales experimentaban algo tan vil y rudimentario, ontológicamente considerado, como el temor.

—Tam —inquirió Rele Ger, uno de los últimos en llegar—. ¿También tú has sufrido el Letargo?

—El Letargo Integral nos ha afectado por igual a los diez. Y el Olvido nos ha mordido también a todos.

—¿Cómo ha podido suceder? Somos psíquicamente perfectos y completos. Jamás había pasado nada así, y tal posibilidad quedaba descartada en nosotros, hasta por las leyes de la improbabilidad —se agitó Wu Bortel—. ¿Qué sabes, Tam?

—He despertado hace un par de unidades temporales, encontrándome totalmente vacío de conocimientos —confesó el Mental—. Enseguida he sabido que se había producido un Letargo y un Olvido que habían producido sorprendentes lagunas en conocimientos que tenía la certeza de poseer antes de adormecerme. Con tal intensidad he realizado los análisis, que por tres veces he sentido el cosquilleo de estar al borde de ponerme a engendrar energía involuntaria, y me ha tocado abandonarme al descanso. En estos descansos no he experimentado anomalías. Sólo el Letargo Integral ha originado el olvido.

—¿Qué has averiguado, Tam? Adelántanos el trabajo, para que podamos saber lo que sucede.

—El olvido persiste en mí —declaró Tam Zaroh—. No puedo vencerlo.

—¿Un obstáculo intelectual, para nosotros, los Mentales? —se le escapó, incrédulamente a Rele Ger.

—Increíble, pero cierto —asintió Tam—. En cuanto he llegado a la convicción de que no podría superar el Olvido, he abandonado la investigación por esa vertiente, esperando volver más tarde sobre ella, y he examinado otros puntos. ¿Qué es lo que nos ha producido el Letargo? ¿Cuál ha sido su causa? No lo he sabido, y en cambio me he enterado de algo anonadador. Parte de nuestro psiquismo ha sido destruido. Con la parte destruida han desaparecido conocimientos y recuerdos.

La declaración de Tam Zaroh fue tan sorprendente que los nueve Mentales ondularon en medio de la más estupefacta perplejidad. Talo Kara fue pillado tan de sopetón que sin darse cuenta segregó tres esferas metálicas que quedaron flotando en la Nada. Las convulsiones divertidas de los Mentales ante la ridícula e incontrolada secreción creadora de Talo Kam, sirvieron para disminuir un punto la tensión establecida entre los miembros de la especie Mental.

—Bueno, bueno, Talo —Rele Ger dominó a duras penas la hilaridad que le producía la captación de las tres enormes esferas que estaban allí, colgadas en el vacío ultrasónico, estúpidamente, y que Talo Kam trataba de desintegrar, totalmente confuso—. Escucha, Tam, creo que te has despertado un poco pesimista, eso es todo. Los Mentales no podemos ser destruidos parcialmente. Somos Mentales, caramba. Lo que apuntas equivale a las abstracciones de enfermedad o amputación, lo cual está reñido con nuestra naturaleza.

—Seguramente Tam tiene ganas de bromear —intervino Alo Ekj.

—Si no me tomáis en serio callaré y dejaré que os sobrecalentéis hasta reventar, para que os convenzáis de lo que os comunico —se irritó el aludido.

—Vamos, Tam, no seas así —pidió Wu Bortel—. Alo Ekj se divierte enredando. Explícanos lo que has deducido.

—He averiguado lo que os digo. Unas series de conocimientos han desaparecido, y como el Olvido está reñido con nuestra realidad mental, hay que concluir que las cosas no han desaparecido de nosotros por olvido, sino por aniquilación de un sector de mente. Así se plantea otra pregunta irresoluble. ¿Cómo podemos perder sólo un sector de mente? Tampoco hay respuesta, porque el mecanismo intelectivo que habría de contestarla estaba en el sector mental que el Olvido ha aniquilado.

—¡Oh, qué lío! —dijo Rele Ger.

—Lío, de acuerdo, pero silogísticamente explicado a la perfección —reconoció Wu Bortel.

Tam Zaroh dijo:

—Si una parte de nuestro psiquismo no se ha adormecido sino que ha sido destruida, los Mentales nos encontraremos ante la situación más extraña de nuestra historia. Precisamente por ello, califico de grave la situación. Nada nos garantiza que el Olvido no vaya a repetirse, y si eso sucede unas cuantas veces… podemos quedar totalmente aniquilados. Los Mentales, inmortales e indestructibles, aniquilados. Tenemos que descubrir la causa del Letargo.

—Si los centros psíquicos capaces de averiguarlo se han destruido —comunicó más seriamente Alo Ekj—, ¿cómo podremos saberlo?

—Estás aún dormido, Alo Ekj —dijo zumbonamente Wu Bortel—. Estás dormido si es que no tienes presentes los principios fundamentales: «Todo lo posible, lo probable y lo imposible se puede conocer mediante la introspección de un Mental»; «Un psiquismo de potencia inferior al del Mental, que no consiguiera llegar al conocimiento de lo posible, lo probable y lo imposible por análisis mental, habrá de recurrir a la experimentación».

—¿Y qué?

—Está claro, caramba. Nosotros nos hallamos en una situación degradada, donde la introspección falla; luego, habremos de experimentar.

—Exactamente —asintió Tam Zaroh—. Tales son mis conclusiones; la reflexión conduce a dos posibilidades únicas: que la causa «prima» del Letargo haya nacido en el ultracosmos (en el que pueda haber nacido, después de nuestra exploración, algo capaz de afectarnos), o que haya derivado del último juego que emprendimos, antes del sueño.

—Por favor, Tam, explícame lo que hacíamos —pidió Wu Bortel—. No estoy lo suficientemente despejado todavía para evocarlo, aunque, desde luego, podría hacerlo.

—Nuestros conocimientos de Intuición, Matemática, Gravitación, Electrocosmografía, Creatividad, etcétera, nos habían llevado a la conclusión de que, además de crear materia ordenada, siguiendo un ciclo energético-material interiorizante, podíamos, en determinadas condiciones, llegar a crear pensamiento.

—¡Es cierto! —saltó Pel Kau—. Dedujimos que por una micro-cosmogénesis interiorizada, en vez de producir materia dispersa, se podían obtener partículas de pensamiento mínimas, semejantes en todo al nuestro.

—Ah, sí —asintió Wu Bortel—. Se trataba de producir una reacción microcosmológica «consciente» en cadena. Un microcosmos «vivo», que surgiendo de la energía llegase a comprenderse globalmente a sí mismo. Para eso, en vez de crear sin ton ni son, había que imprimir a la energía expansiva caótica surgida de un átomo primigenio, un movimiento agregativo doble, centrífugo e interiorizante, como consecuencia del principio agregación-comprensión, con lo que se obtendría materia, y sucesivamente, como resultante de la reacción encadenada, partículas de pensamiento.

—¡Por cierto que estábamos jugando a eso, cuando nos aletargamos! —se excitaron vivamente las ondas de Pel Kau—. Emitimos un segmento energético decadimensional, y lo interiorizamos. Vigilamos su evolución… ¿Qué… qué ha sucedido después?

—El Olvido afecta la zona que registraba el juego —informó tranquilamente Tam Zaroh.

—¿Dónde hemos dejado el cosmos decadimensional?

No está.

—¿No está?

—Ha desaparecido.

—¡Increíble!

—Ha desaparecido, se ha pulverizado, esparcido. Al recordar la reacción microcósmica he querido comprobar su evolución creciente… y el cosmos ya no estaba.

—¿Has buscado en el sitio debido?

—¿Crees que podría equivocarme? —contestó Tam Zaroh a Pel Kau. Al no recibir contestación, continuó—. La reacción ha seguido hasta concluirse, mientras estábamos sumidos en el Letargo. Hemos dormido durante demasiadas unidades temporales para la vida de un universo de diez dimensiones físicas, y se ha destruido al cumplir su ciclo normal. Lo único que queda, esparcido, es polvillo cósmico, y alguna radiación que se apaga.

—¿Y partículas de pensamiento? ¿Has hallado alguna?

—Ni rastro. Deben haberse extinguido muchas unidades de tiempo microcósmico antes de que se produjera el fin.

—Lo que de verdad me intriga es eso de que la causa del Letargo haya podido emanar del universo que creamos —comunicó Wu Bortel con todos—. Ahora no sabemos, porque hemos olvidado. Pero antes… si hubiera existido ese peligro, nosotros lo habríamos deducido, previniéndonos contra él.

—Eso es algo que en estos momentos queda fuera de nosotros. O la causa estaba en la reacción, y nos sorprendió, o se halla en el ultracosmos. De una u otra forma, tenemos la necesidad de averiguarlo.

—¿Has forjado algún plan?

—Deseo que algunos de nosotros exploremos el ultracosmos, mientras el resto vigila otra experiencia de creación cósmica. Supongo que el error que cometimos, si estuvo ahí, fue el tomarla a diversión. Algo podría haber escapado a una vigilancia relajada. Wu Bortel y yo realizaremos la exploración y los demás vigilaréis la nueva reacción cósmica que provoquemos. Su mecanismo práctico lo recordamos, así que no hay nada que añadir. Como al principio la marcha es muy lenta, Wu y yo estaremos de vuelta aún antes de que entre en período de biogénesis.

Los Mentales se mostraron acordes. Estaban acostumbrados a la dirección de Tam Zaroh, puesto que sus conclusiones serían las mismas, y acatándole ganaban tiempo. Siguiendo las líneas que había expuesto tenían un máximo de probabilidades de aproximación a la verdad y conocimiento que buscaban.

—Si opináis como yo —apuntó Tam Zaroh antes de aplicarse con los demás a la función creadora—, produciremos un cosmos con la mitad de dimensiones físicas que el anterior, pentadimensional, con el fin de que la evolución sea menos enérgica.

Conformes también en este punto, los Mentales se pusieron a la labor creadora al unísono. Dirigieron sus voluntades en dirección a la existencia de una macroenergía, y pronto un calentamiento muy notable, exterior a ellos, empezó a producirse en un punto del vacío ultracósmico. Cuando el calentamiento alcanzó un grado crítico, los diez cesaron en su acción de voluntad a la vez, y este cese brusco creó un chispazo energético que iluminó la Nada. La energía recién creada culebreó, se apagó y se extendió por la Nada, latente, informe, inerte.

Los Mentales, de acuerdo con los principios de probabilidad creacional, obligaron a la energía a concentrarse y girar, imprimiéndole al mismo tiempo un movimiento de interiorización, de evolución tendente a encerrarse. En aquel menester se consumieron muchas unidades temporales.

—Lo malo de las reacciones cósmicas —comunicó con fastidio Pel Kau a los demás Mentales— es que debido a la inercia de la energía resultan en sus comienzos terriblemente lentas. ¿Por qué no catalizamos la energía?

—Ya podíamos haber terminado la exploración con lo que llevamos aquí —respondió no menos fastidiado Wu Bortel—, pero es conveniente no apurar la reacción introduciendo en el proceso variaciones excesivas.

—Se trata de tener un poco de paciencia hasta que se venza la inercia reactiva —dijo Tam Zaroh—. Luego se acelerará tanto que tendremos que ajustar nuestra mentalidad a su tiempo de crecimiento. Y se irá lo uno por lo otro.

La energía, al girar y replegarse con radio decreciente, volvió a chisporrotear. Luego alcanzó el radio crítico y entonces, colocada en su límite mínimo, con súbita condensación dio lugar a una siembra de partículas elementales: nucleones, mesones, electrones, etc., en estado caótico. La energía había engendrado materia.

Los Mentales dejaron de esforzarse, mientras aquella estofa elemental, en virtud de las propiedades electrodinámicas que le eran inherentes y de la cinética giratoria, espiral e interiorizante que le habían aplicado, comenzaba a chocar entre sí, a repelerse y a buscarse para empezar a agregarse con una ordenación matemática basada en principios inmutables.

—Como la reflexión descubre —avisó Tam Zaroh—, a continuación tiene que aparecer el micro-universo pulsátil. Nacerán los átomos, se ordenará el caos, y más tarde se formarán las nubes galácticas. Os exhorto a que vigiléis con atención suma los procesos de agregación de material, observando hasta la menor de las variaciones. Sabéis que hemos hecho nacer materia regida por equilibrios electrodinámicos y de agregación. El caos se ordenará en su virtud, sin que hayáis de intervenir para nada, y formará una masa supercondensada y equilibrada. La masa, por su misma centrifugación expansiva dará paso al universo en pulsación viviente. Hasta mucho después que aparezcan las fuerzas biomotrices no hay probabilidad de que surjan partículas de pensamiento. Para mucho antes de que tal suceda, Wu Bortel y yo estaremos de regreso. De todas formas vigilad desde ahora, sin la menor distracción. Y sobre todo, no introduzcáis en el proceso otras dimensiones u otras variables.

Tam Zaroh y Wu Bortel se separaron entonces de los otros ocho Mentales, e iniciaron la revisión del ultracosmos por si podían localizar la causa que les había producido el desconcertante olvido.

Pese a su perfecto psiquismo, no sabían que aquella era la última vez que se comunicaban con sus compañeros.

Atrás dejaron a los otros Mentales rodeando el universo en gestación, acabado de nacer; un universo de cinco dimensiones, en el cual la vida podría viajar a través del tiempo hacia el pasado y el futuro del Letargo Integral. Él, Wu Bortel, había olvidado también concentrarse y penetrar en los átomos, y dilatarse hasta superar el volumen de las galaxias por su dimensión de micro-macrovolumen. Atrás quedaba un universo extraordinario que crecía y se desarrollaba, vivo ya, nacido de la Nada por la concentración de la voluntad de los Mentales.

Aquellos seres extraordinarios, de naturaleza psíquica, capaces de predecirlo todo, de producirlo todo, estaban enfrentados con un misterio increíble y escalofriante que podía acarrearles la destrucción a ellos, los indestructibles y eternos. Por ello, mientras unos vigilaban una de las posibles causas de ese peligro, los otros partían a explorar el ultracosmos.

Y mientras Tam Zaroh y Wu Bortel se alejaban, la Nada se iba llenando de Algo, y en la oscuridad acromática de la Nada, empezaban a brillar relámpagos silenciosos, en latidos sucesivos, del segundo microuniverso creado voluntariamente dentro del ultracosmos…