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Así que soy 522.

Me he estado preguntando por qué habrán escogido un número. Myra 9834 no fue mi víctima quinientos veintidós (¡qué idea tan encantadora!). De las direcciones de las víctimas, ninguna contenía esa cifra… Espera. La fecha. Claro. Myra 9834 murió el domingo pasado, día 22 del mes cinco, y fue entonces cuando Ellos empezaron a perseguirme.

Así que para Ellos soy un número. Igual que Ellos para mí. Me siento halagado. Ahora estoy en mi Armario, acabo de completar la mayor parte de mi investigación. Ya es tarde, la gente vuelve a casa después del trabajo, o sale a cenar o a ver a los amigos. Pero eso es lo fantástico de los datos: que nunca duermen, y mis soldados pueden llevar a cabo un ataque aéreo sobre la vida de cualquier persona a la hora que yo elija y en cualquier lugar.

Ahora mismo, la familia Prescott y yo estamos pasando un rato juntos antes de que empiecen los ataques. La policía estará pronto custodiando las casas de mis enemigos y sus familiares… Pero no entienden de qué índole son mis armas. El pobre Joseph Malloy me dio bastante material con el que trabajar.

Por ejemplo, ese tal detective Lorenzo (Lon) Sellitto (se ha tomado muchas molestias para ocultar su verdadero nombre de pila) está suspendido, pero eso no es lo único que le espera. Aquel desafortunado incidente hace unos años en el que un sospechoso murió de un disparo durante un arresto… Van a aparecer pruebas nuevas que demostrarán que el sospechoso no tenía, en realidad, un arma: el testigo estaba mintiendo. La madre del chico muerto se enterará, y yo mandaré un par de cartas racistas en nombre de Sellitto a algunas páginas web de la ultraderecha. Después me las arreglaré para que intervenga el reverendo Al[7], y ese será el golpe de gracia. Es posible que el pobre Lon acabe cumpliendo condena.

Además, he estado informándome sobre los individuos adheridos a Sellitto. Ya se me ocurrirá algo para el hijo adolescente que tiene con su exmujer. Un par de acusaciones por posesión de drogas, quizá. De tal palo, tal astilla. Un toque bonito.

Y respecto a ese polaco, ese tal Pulaski, bueno, en algún momento logrará convencer a Seguridad Nacional de que su esposa ni es una terrorista, ni está aquí en situación ilegal. Pero ¡qué sorpresa se llevarán ambos cuando desaparezca la partida de nacimiento de su hija y otra pareja, cuyo recién nacido desapareció del hospital hace un año, se entere por casualidad de que su bebé podría ser el de Pulaski! Como mínimo, la pequeña pasará en el limbo de los hogares de acogida unos cuantos meses, los que tarden en aclararse las cosas. Y de esta ya no levantará cabeza. (Si lo sé yo bien).

Y luego llegamos a Amelia 7303 y a ese tal Lincoln Rhyme. Bien, sólo porque estoy de mal humor, Rose Sachs, que tenía que someterse a una operación cardíaca el mes que viene, va a perder su seguro sanitario debido a… Bueno, creo que lo dejaré en algún que otro fraude en el pasado. Y Amelia 7303 seguramente estará cabreada por lo de su coche, pero espera a que reciba la verdadera mala noticia: su deuda de consumidora irresponsable. Unos doscientos mil dólares, quizá. Con una tasa de interés rayana en la usura.

Pero eso son simples aperitivos. He descubierto que un exnovio suyo fue condenado por secuestro, asalto, robo y extorsión. Varios testigos nuevos enviarán correos anónimos afirmando que ella también estaba involucrada y que hay un alijo escondido en el garaje de su madre, que yo mismo pondré allí antes de llamar a Asuntos Internos.

Los cargos serán sobreseídos (estatuto de limitaciones), pero la repercusión mediática destruirá su reputación. Gracias, libertad de prensa. Dios bendiga a América…

La muerte es una forma de transacción que sin duda frena a tus perseguidores, pero las tácticas no letales pueden ser igual de eficaces y en mi opinión son mucho más elegantes.

En cuanto a ese tal Lincoln Rhyme… Bien, la situación resulta interesante. Naturalmente, cometí el error de elegir a su primo. Pero, a decir verdad, revisé todos los individuos adheridos a Arthur 3480 y no encontré ninguna mención a su primo. Lo cual es curioso. Son parientes consanguíneos, pero hacía una década que no mantenían ningún contacto.

Ha cometido el error de despertar a la bestia de un aguijonazo. Es el mejor adversario al que me he enfrentado. Me detuvo cuando iba camino de la casa de DeLeon 6832; de hecho me pilló con las manos en la masa, cosa que no había sucedido nunca. Y según el agónico relato de Malloy, avanza constantemente hacia mí.

Pero, cómo no, también tengo planes para él. En estos momentos no puedo aprovecharme de innerCircle (debo ser prudente), pero los artículos periodísticos y otras fuentes de datos son suficientemente reveladores. El problema, naturalmente, estriba en cómo destruir la vida de alguien como Rhyme, cuya existencia física ya está prácticamente destruida. Finalmente se me ocurre una solución: si es tan dependiente, destruiré a alguien a quien esté adherido. Su cuidador, Thom Reston, será mi siguiente objetivo. Si el joven muere (y de un modo particularmente penoso), dudo que Rhyme se recupere del golpe. La investigación irá desinflándose. Nadie se hará cargo de ella con el mismo empeño que él.

Meteré a Thom en el maletero de mi coche y lo llevaré a otro almacén. Allí, usaré sin prisas mi navaja Krusius Brothers. Grabaré en vídeo toda la sesión y se la enviaré a Rhyme por correo electrónico. Siendo un criminalista tan concienzudo como parece ser, se sentirá obligado a ver atentamente la espantosa grabación, en busca de pistas. Tendrá que verla una y otra vez.

Estoy seguro de que eso lo dejará incapacitado para seguir con el caso. Puede que incluso lo destroce por completo.

Entro en la sala tres de mi Armario y busco una de mis cámaras de vídeo. Las pilas están cerca. Y en la sala dos cojo la Krusius, en su viejo estuche. La hoja tiene todavía una pátina marrón de sangre reseca. Nancy 3470, hace dos años. (El tribunal acaba de rechazar la apelación final de su asesino, Jason 4971, que había alegado que las pruebas del caso eran falsas para solicitar la absolución, un argumento que seguramente hasta su abogado encontró patético).

La navaja está embotada. Recuerdo que las costillas de Nancy 3470 ofrecieron cierta resistencia. Pataleó más de lo que esperaba. No importa. La paso un poco por uno de mis ocho afiladores, luego por el suavizador de navajas y listo.

La adrenalina de la caza inundaba ahora como una marea a Amelia Sachs.

La prueba que había encontrado en su jardín la había llevado por un camino retorcido, pero tenía la corazonada (con perdón de Rhyme) de que la misión que iba a acometer daría fruto. Aparcó en la calle el coche de Pam y se acercó a toda prisa a la siguiente dirección de su lista, en la que figuraban seis personas, una de las cuales, esperaba, le daría la pista final de la identidad de 522.

Había probado ya con dos, sin ningún éxito. ¿Tendría el tercero la respuesta? Circular así por la ciudad era una especie de macabra búsqueda de carroña, se dijo.

Era ya de noche y tuvo que comprobar la dirección a la luz de una farola. Encontró la casa y subió los escasos peldaños que llevaban a la puerta principal. Estaba acercando la mano al timbre cuando algo comenzó a inquietarla.

Se detuvo.

¿Era simple paranoia lo que llevaba sintiendo todo el día? ¿Aquella sensación de estar siendo observada?

Miró deprisa a su alrededor: a los pocos hombres y mujeres que había en la calle, a las ventanas de las casas y las tienditas de allí cerca, pero no vio nada sospechoso. Nadie parecía prestarle atención.

Hizo de nuevo amago de pulsar el timbre y bajó la mano.

Había algo raro…

Pero ¿qué?

Entonces lo entendió. No era que estuvieran vigilándola. Lo que la inquietaba era un olor. Y con un sobresalto comprendió qué era: moho. Olía a moho y el olor procedía de la casa frente a la que se hallaba.

¿Simple coincidencia?

Bajó los peldaños sin hacer ruido y rodeó la casa por el callejón empedrado. Era un edificio muy grande: de fachada estrecha, pero muy profundo. Se adentró más aún en el callejón y se acercó a una ventana. Estaba cubierta con papel de periódico. Observó el lateral del edificio. Sí, estaban todas tapadas. Se acordó de las palabras de Terry Dobyns:

Y las ventanas estarán pintadas de negro o tapadas. Tiene que mantener alejado al mundo exterior…

Había ido allí simplemente a buscar información. Aquella no podía ser la casa de 522: las pistas no encajaban. De pronto comprendió, sin embargo, que se había equivocado. No había duda de que era la casa del asesino.

Echó mano del teléfono, pero de pronto oyó un ruido suave a su espalda, en el callejón empedrado. Con los ojos dilatados, dejó el teléfono por la pistola y se volvió bruscamente. Pero antes de que su mano llegara a la empuñadura de la Glock, recibió un fuerte golpe. Chocó contra la pared del edificio. Aturdida, cayó de rodillas.

Sofocó un grito, levantó la vista y vio los duros ojillos del asesino y la navaja manchada que sostenía en el instante en que iniciaba su viaje hacia su garganta.