Nota del autor

Apreciado lector:

A menudo, la escritura parte de un deseo. El deseo de contar una historia, plasmar imágenes fuertes, dar vida a personajes nacidos de nuestro imaginario y conducirlos hacia destinos prometedores. Se dice que el novelista escribe las historias que le hubiese gustado leer, y creo que eso es lo que me llevó a coger por primera vez la pluma, en el año 2002. Tras redactar un primer esbozo, una primera novela publicada en internet, Conscience anímale, me encariñé con un relato que, creo, permanecerá como el que más me marcó, por su negrura y el poco lugar que deja a la esperanza. El Ángel Rojo, publicado en 2003 en una humilde colección, Rail Noir, fue el resultado de un año de investigación, documentación y escritura agotadora. Esta novela trata temas cuya existencia ni siquiera sospechaba y que, sin embargo, existen, aunque parezca imposible, en el segundo plano de nuestra sociedad. Ambientes en los que más vale no aventurarse… Las dificultades con que me topé para conseguir que esta historia se convirtiese en un libro no me desalentaron, sino todo lo contrario. La fiebre de la escritura era por entonces tan intensa que, catorce meses después, acababa La chambre des morts. Una historia concisa, dura, de temática social, también un homenaje a mi región, al norte. La obra que me hizo tomar conciencia de manera definitiva de que nunca más me desembarazaría de la escritura. El virus se había apoderado de mí.

Más de un año y medio después de su nacimiento, Sharko, el personaje atormentado de El Ángel Rojo, no me había abandonado del todo. Lo sentía ahí, en el fondo de mi ser, me reclamaba, un poco como esos fantasmas que regresan para atormentar a sus vivos. Entonces me dije: «¡Adelante!». Sharko es un tipo duro, muy humano pero muy duro, y necesitaba una historia a su altura, una trama diabólica que pusiera a prueba sus cualidades más sólidas. Y las más vulnerables. Así escribí Deuils de miel, que se publicó en Rail Noir en 2006 y en Editions Pocket en 2008.

Esto sitúa un poco el contexto de la obra que el lector tiene entre las manos. Antes de que se sumerja en sus páginas, que el crujir de las hojas le provoque escalofríos, querría ponerle en guardia contra esto: muy a menudo, la realidad supera la ficción.

Franck Thilliez