Su memoria había sido borrada. La de ella fue destruida por una enfermedad y él la ayudó a reconstruirla. Su nombre real era David Avery, pero a él le gustaba presentarse como Derec. Ella se llamaba Ariel Burgess.
Juntos habían descubierto la existencia de Robot City y juntos se habían sumergido en sus misterios. Derec, poniendo en peligro su vida y víctima de uno de los experimentos de su loco padre, aprendió a dirigir Robot City y a los robots que la habitaban. Los miles de chemfets (un tipo de robots microscópicos) que navegaban por su sangre le proporcionaban una comunicación directa con el ordenador central de la ciudad.
Durante un breve e idílico intervalo, Ariel y Derec tuvieron la oportunidad de llevar vidas normales en Aurora. Pero esta tranquilidad pronto se vio enturbiada por el enfrentamiento final de Derec con su padre, que había interrumpido, pero no cancelado, el Programa de Migración de los robots. Algunos de ellos salieron de Robot City y construyeron otras ciudades en nuevos e inexplorados planetas. Planetas que, hasta ese momento, se suponían inhabitables.
Era una suposición equivocada. El plácido interludio de Derec en Aurora se vio alterado por una llamada de socorro que provenía de una de las nuevas Robot City y que hablaba de un ataque inminente. Derec viajó inmediatamente al nuevo planeta, dejando a Ariel atrás y haciéndose acompañar por su fiel robot Mandelbrot; una vez allí, descubrieron que los atacantes eran unos seres con aspecto lobuno, una extraña raza de lobos inteligentes.
Al principio, sólo fue un meteorito que resplandecía en el cielo. Después apareció ese extraño ser, el individuo de color metálico que ellos llamaban Plateada, que nunca tenía necesidad de alimentarse y cuyo principal objetivo parecía ser proteger a la Familia y hacer que se cumplieran sus deseos. La única explicación posible era que fuera la Abuela, la antepasada que creó a la Familia, la que le hubiera enviado para protegerlos de los «Piedra caminantes» y de la Colina de las Estrellas que éstos habían construido.
Plateada ni siquiera sabía que ella también era un robot, pariente cercano de aquéllos que estaban construyendo una ciudad en el planeta de los seres-lobo. Ella no había sido diseñada y construida por el doctor Avery, sino por su esposa, la doctora Janet Anastasi, que llevaba a cabo su propia investigación en el mundo de la robótica.
Cuando nació, Plateada era sólo una masa sin contornos, sin formas, preparada para adoptar la del primer ser inteligente que se cruzara en su camino. Pero en el plan no estaba previsto que hubiera una ciudad de robots en ese planeta. Más inteligente que los seres lobo, Plateada se convirtió pronto en su líder y se unió a su lucha contra los robots que colonizaban el planeta. Trazó un plan para acabar con el ordenador central de la ciudad y atacó a Derec, sabiendo que era el jefe al que los robots obedecían.
Derec se salvó gracias a la invocación de la Primera Ley de la Robótica, lo que provocó un dilema en la mente de Plateada. ¿No eran los miembros de la Familia seres humanos? ¿Cómo podían los seres-lobo y Derec ser humanos y estar ambos protegidos por las Leyes de la Robótica? Plateada tomó entonces forma humana y comenzaron a llamarle por el nombre de Adán, pero antes de que ese problema pudiera solucionarse, se produjo otra llamada de socorro de Ariel, y todos juntos, Wolruf, Derec, Mandelbrot y Adán acudieron en su ayuda.
Durante la ausencia de Derec, Ariel había recibido una llamada de otra de las ciudades que estaban construyendo los robots. También se encontraba en peligro por el ataque de unos alienígenas, pero éstos eran bien distintos a los seres-lobo.
Cuando Ariel llegó al planeta, encontró la ciudad totalmente cubierta por una extraña cúpula. Los habitantes del planeta, los ceremiones, unos alienígenas con forma de pájaros, eran tan avanzados, comparados con los humanos, como primitivos eran los seres-lobo. En vez de atacar la ciudad directamente, la habían encerrado en una cúpula para que no pudiera causar ningún daño. Los robots, siguiendo fielmente la programación que les impulsaba a construir y a preparar la ciudad para que pudiera convertirse en un asentamiento humano, se preparaban para comenzar a crear otra ciudad en un lugar diferente del mismo planeta.
Nada más llegar y tras observar el problema, Ariel convocó a Derec a través del sistema de comunicación interno del que disponían todas las ciudades de los robots. Pero también llegó a un acuerdo con los ceremiones que consistía en el compromiso de que los robots crearían una explotación agrícola, que no dañase el ecosistema del planeta, y sólo dispondrían de una pequeña ciudad cerrada que permitiera la exportación de los cultivos. Cuando Derec llegó, reprogramó la ciudad para este fin con la ayuda de los robots supervisores.
Al mismo tiempo, Adán, que todavía no tenía una idea clara de lo que era un ser humano, tomó la forma de los ceremiones; pero éstos, que no necesitaban su protección y mucho menos sus servicios, lo enviaron de vuelta con Derec. Sin tener claro a quién debía brindar la obediencia que señalaba la Segunda de las Leyes de la Robótica, decidió llevar a cabo su propio experimento agrícola. En el curso de este experimento, encontró un gran huevo plateado, exactamente igual a aquél en el que él había llegado al planeta de los seres-lobo. Encantado con su descubrimiento, corrió a buscar a Ariel y la colocó delante del huevo; de esta forma, Ariel sería lo primero que el nuevo ser vería y podría tomar su forma. Así fue como nació Eva Plateada.
Eva también pasó por la experiencia de tomar la forma de los ceremiones al encontrarse con uno de ellos que logró convencerla de que él era el único ser humano. Sólo la evidente locura de este ceremión logró sacarla de esta peligrosa ilusión.
Cuando la reprogramación del sistema agrícola hubo terminado, Derec y Ariel acordaron que la mejor forma de alejar a los Plateados de otras posibles malas influencias era llevarlos a un sitio más seguro, la Robot City original.
A su llegada, encontraron una Robot City sumida en el caos. Un ente desconocido se había hecho con el control del ordenador central de la ciudad y había creado varias series de seres humanos artificiales, hombrecillos de sólo unos centímetros de altura, que estaban esparcidos por algunos de los edificios. Los robots habían abandonado por completo las tareas de mantenimiento y mostraban comportamientos creativos y un tanto salvajes, los cuales recordaban a Ariel y a Derec los tiempos del ingenioso y genial robot Lucius.
Todo parecía indicar que, de nuevo, el responsable era el doctor Avery. Aunque el tipo de experimentos que podían verse por la ciudad eran justo los que Avery aborrecía, era la única persona que Derec consideraba capaz de apoderarse de Robot City. Pero cuando Avery volvió a la ciudad, se mostró tan enfadado con los cambios que encontró que Derec tuvo que rechazar esa idea. De hecho, el doctor no parecía dueño de sus actos, se había vuelto completamente loco, y creía que él mismo era un robot.
Ariel se hizo cargo de los hombrecillos, a los cuales llamaron bailarines, y también del doctor Avery. Tuvo más éxito con Avery, con el que aplicó una novedosa terapia, que con los bailarines. Mientras tanto, Derec y Mandelbrot seguían buscando al misterioso ente, un ser inteligente que se llamaba a sí mismo el Ojo que todo lo ve. Parecía que este individuo había llevado a cabo todos esos extraños experimentos con el objetivo de investigar la naturaleza de los seres humanos y saber así si él mismo era uno de ellos.
Con la ciudad sumida en el caos, todos unieron sus fuerzas para acorralar al Ojo que todo lo ve en su guarida. Lo encontraron camuflado en la forma de un armario, y por fin consiguieron que revelara su verdadero ser y que aceptara su naturaleza: era el tercer robot Plateado de la doctora Anastasi.
El tercer Plateado tomó el nombre de Lucius II e inmediatamente comenzó un intenso intercambio de información con Adán y Eva. Respecto a la cuestión aún no resuelta de qué era un ser humano, Lucius II añadió la teoría de que ellos tres fueran los verdaderos humanos.
Sus discusiones se desarrollaban en un lugar aislado de los humanos y de Wolruf, quienes a su vez se preocupan por qué debían hacer con las comunidades de pequeños seres que estaban esparcidas por toda la ciudad. Aunque estos seres no eran humanos, habían sido creados usando el material genético humano como punto de partida. ¿Debían entonces tratarlos como humanos o simplemente como a una rara especie de animalitos? Todo se complicó aún más con el embarazo de Ariel y el triste descubrimiento de que el feto había sido dañado por los chemfets de Derec.
Ninguno de los robots médicos de Robot City podía ni siquiera plantearse practicar un aborto, ya que consideraban al feto un ser humano, aunque había perdido todo su sistema nervioso y sabían que no podría sobrevivir después del parto. Fue Adán quien se ofreció a llevar a cabo la intervención a cambio de que los llevaran de nuevo al planeta de los ceremiones. Los tres Plateados querían tratar de nuevo con estos alienígenas la cuestión de la humanidad.
Robot City fue programada para crear una nave con su propio material, que Avery bautizó con el nombre La caza del ganso salvaje. Tras sobrevivir a un terrible accidente que estuvo a punto de acabar con sus vidas, llegaron al planeta de los ceremiones para descubrir que toda la programación agrícola había sido cancelada. Una mujer, que parecía ser una experta robotista, había aparecido y realizado una reprogramación completa de la ciudad. Derec y el doctor Avery intentaron adaptar la ciudad a las necesidades de los ceremiones, pero, al final, los alienígenas sólo pudieron encontrarle un propósito. Y junto al pequeño grupo de humanos, con Wolruf y los Plateados, presenciaron cómo la ciudad se fundía lentamente para transformarse poco a poco en una gigantesca escultura plateada.