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Maverick

La picuda plataforma de rocas que sobresalía de ese lado de la montaña conformaba un balcón natural. Maverick se sentó en el borde del saledizo, disfrutando del limpio aroma a pino del valle arbolado y observando la luz de las lunas que resplandecían y bailaban lejos sobre el río. En ese momento, Cara pequeña estaba casi en su cénit, y proyectaba una fría y blanca luz prácticamente exenta de sombras. Cara grande, justo encima del horizonte, parecía un deslucido globo naranja con el aspecto y la forma de una fruta a la que le faltara un mordisco.

De alguna forma, la vista de las dos lunas juntas en el cielo provocaba en el alma de Maverick un sentimiento profundo y primario. Al tiempo que las dos lunas se unían en el cielo, su emoción crecía. Cara grande salió por completo. Maverick paseó nervioso por el balcón de rocas. Media docena de veces ladró de forma estridente cuando pensó que había oído algo. Su excitación no hizo sino aumentar cuando comprobó que los ruidos eran falsas alarmas.

Entonces, la brisa suave trajo el sonido que estaba esperando y era perfecto, precioso y completamente inequívoco.

Al principio, era muy suave y sonaba muy lejos.

—Arooo.

Sólo era una voz solitaria, lastimera y distante. El sonido hizo que la columna de Maverick se estremeciera arriba y abajo y le dejó un cosquilleo justo al final.

Otra voz se oyó de pronto, un poco más cerca.

—¡Arooooo!

La primera voz respondió y las montañas devolvieron el eco de un viejo llanto sin palabras.

No, aquello no era el eco, aquello eran más voces uniéndose al coro de una canción tan antigua como su raza. Las voces se acoplaron, se articularon y repitieron.

—¡AROOO!

La llamada se transmitió a lo largo de millas y millas, a través de valles y montañas. No sólo unas millas, fueron cientos de millas al tiempo que las voces seguían la salida de la luna sobre la tierra. Como había sucedido en otras noches durante miles de años, la canción acompañó a las lunas gemelas a través de su mundo, desde las costas orientales hasta el mar del oeste.

Cuando estuvo seguro de que era el momento preciso, Maverick echó la cabeza hacia atrás, estiró las orejas y se unió a ellos:

—¡Aroooo! ¡Soy Maverick! ¡Estoy aquí, hermanos! ¡Me uno a vosotros! ¡Arooo!

Otras voces inteligibles comenzaron a surgir, expresándose con aullidos alegres en el incoherente lenguaje de las bestias.

—Soy Colmillo roto.

—Soy El que no entiende.

—Soy Oreja rasgada.

—Soy Mal olfato. ¡Me uno a ti!

La Cadena de aullidos acababa de ponerse en marcha.

La Cadena de aullidos se extendía de océano a océano, y desde la tierra de las Nieves Perpetuas hasta el Desierto Insondable. Cubría toda la tierra, pero no con tanta eficiencia como debiera. Maverick dispuso de mucho tiempo para pensar mientras escuchaba la hilera de noticias que llegaban con el viento.

Esta vez reflexionó, reflexionó en silencio. «Qué extraño, muchacho. La manada insulta y menosprecia a los proscritos. Si te descubren en su territorio y te superan al menos tres veces en número, te atacan e incluso intentan matarte. Pero si no fuera por los proscritos ninguno de ellos sabría lo que estaba ocurriendo tan sólo a cincuenta saltos fuera del territorio de su manada».

Vaya. Un mensaje interesante llegó hasta él en medio de la noche. Maverick lo recogió, lo repitió y añadió irnos cuantos comentarios de su cosecha. Después, volvió a sus pensamientos.

«Umm. Yo añado comentarios y Colmillo roto y El que no entiende también… Quizás convendría comparar el mensaje original con el resultado final para observar cuánto ha cambiado durante la transmisión».

Más mensajes flotaron a través de la húmeda brisa de primavera. Desde el oeste, llegaban algunos mensajes de cómo iba a ser el tiempo: parecía ser que podía haber lluvias torrenciales ese año. Del sureste llegaban relatos de nuevas luchas entre dos manadas enemigas; oh, esas dos manadas llevaban años luchando entre ellas sin llegar a un acuerdo. Desde el norte, llegaban informes de caza sobre las migraciones de los animales de pasto: parecía que los becerros eran más gordos y lentos ese año y los colmillos agudos menores en número. Maverick recogió y envió cuidadosamente cada uno de los mensajes sin añadir ningún comentario y después regresó a su primera línea de pensamiento.

«Sí, la manada odia a los solitarios. Os atacan. Advierten a sus cachorros sobre vosotros; les amenazan con que si no se portan bien se volverán como vosotros. Os llaman hijos de la Primera Bestia y os culpan de todo lo que va mal en su pequeño y agradable mundo».

Maverick pensó en la última manada con la que se había encontrado hacía tan sólo una semana. La todavía fresca herida que cicatrizaba en su pata le dio otra punzada pero sonrió de todas formas y, por un momento, se perdió en el recuerdo de cierto pelo suave y joven y de una larga lengua rosa.

«Sí, la manada os odia. Pero en las templadas tardes de primavera, cuando la atmósfera cambia, sus hijas vírgenes os buscan. Y cuando sus líderes cazadores mueren o se van debido a las luchas internas, ¿a quiénes piden que sean sus nuevos líderes?».

Maverick se puso a cuatro patas durante un momento, bostezando tanto como su mandíbula se lo permitía, y se complació mientras estiraba su cuerpo desde las caderas hasta la punta de las patas delanteras.

—Afróntalo, muchacho. Son sólo unos tipos celosos.

¡Uy! Un nuevo mensaje llegaba a través de la noche y Maverick casi lo pierde. Se apresuró a sentarse, levantó las orejas y escuchó atentamente la voz (que parecía la de Oreja rasgada) que estaba relatando la historia.

—… informe desde el país de los lagos del Este. La manada de la Madriguera está avistando seres-dioses otra vez. La Madriguera fue el escenario de lo que el pasado año llamamos el incidente de la Colina de las estrellas, durante el cual una manada de cavadores de tierra apareció en medio de un aislado territorio de caza.

»La repentina aparición en la Colina de las Estrellas vino acompañada de una invasión de Piedra caminantes. Esas criaturas, que andaban sobre sus piernas traseras todo el tiempo y no poseían ningún olor peculiar, mataron a varios de los nuestros lanzando rayos con la punta de sus dedos.

»Más o menos al mismo tiempo, un misterioso ser lobo conocido como Plateada se unió a la manada. Acabó con varios de los Piedra Caminantes y obligó al ser-dios que vivía en la Colina de las estrellas a salir para enfrentarse en un combate cuerpo a cuerpo. Los seres-lobo de la zona dicen que Plateada se transformó en un ser-dios y se fue a la Colina de las estrellas.

»Desde entonces, Plateada sólo ha vuelto a ser visto en compañía de una extraña criatura, mitad lobo, mitad ser-dios llamada Wolruf.

«¿Wolruf?», se preguntó Maverick. «¿Qué es un wolruf?».

—Aullador, que es el que cuenta la historia desde la Madriguera, dice que Plateada fue un regalo de la Abuela y que se fue para reunirse con ella. Aullador insiste en que Plateada volverá para liderar la caza y para proteger a la Familia.

»Lobos jóvenes de muchas manadas han venido hasta el país de los lagos desde el Este para escuchar a Aullador y con la esperanza de ver a los seres-dioses. Pero hay una confusión generalizada.

»En la actualidad, los creyentes esperan y la Colina de las estrellas permanece en silencio. Ha aullado este informe El que atrae a las tormentas desde los lagos del Este.

Maverick permaneció sentado tranquilamente unos minutos más, mientras escuchaba cómo las últimas reverberaciones del mensaje morían contra la ladera de la montaña. Después los gritos y los aullidos comenzaban de nuevo recogiendo y repitiendo la historia. Maverick se aclaró la garganta, extendió de nuevo sus orejas, aspiró una larga bocanada de aire… y se paró a pensar un momento.

—La Madriguera, ¿eh? ¿En el país de los lagos del Este? —esbozó una tensa sonrisa, se puso de pie sobre sus cuatro patas y comenzó a saltar hacia donde las rocas se unían con la ladera de la montaña—. Estos sonidos caóticos me confunden —y comenzó a descender cuidadosamente la escarpada pendiente—. Parece el sitio perfecto para un fuerte lobo con un poco de ambición, ¿no muchacho?

Miró a las estrellas una vez más y se dio cuenta de que Cara grande estaba en su punto más alto. Durante esa fase, el rostro de Oreja partida, el lobo de la luna, se podía ver con mucha claridad.

Maverick pudo percibir claramente cómo Oreja partida, el primer cachorro de la Abuela, le sonreía.